11: No te alejes nunca más.

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Capítulo 11: 

No te alejes nunca más.

PABLO.  

— A ver, ¿Cómo así que su estado es delicado? ¿Tan mal está? —pregunté con voz temblorosa, debido al miedo.

— Está en terapia intensiva. Recién acaba de salir de la sala de operaciones. Al parecer, salió todo bien, pero su estado aún es crítico y necesitan ver su progreso, si se recupera bien —explicó la rubia enfermera, tratando de darnos algo de calma.

— Pero... Ella está fuera de peligro, ¿no? —le preguntó Jack, angustiado también por la salud de Gloria.

—Pues... Se podría decir que sí —respondió no muy convencida.

— Señorita, ¿Cree que pueda ir a verla?

— No lo creo, pues no la han bajado a una habitación todavía, pero puede ser que el doctor haga una excepción. Ande, vaya y pregunte, no pierde nada —me animó la enfermera con una amplia sonrisa.

— ¡Mil gracias! —exclamé emocionado por lo dicho y corrí hacia la puerta.

— Está enamoradísimo de Gloria, ¿No? —dijo Simone antes de que yo saliera de la habitación.

— Sí que lo está —confirmó Tania, en medio de risas.

Corrí por todo el hospital sin importarme mi herida para llegar a recepción. Al llegar ahí, me dieron la información y volví a correr ahora en busca del doctor. Lo encontré y me dio la aprobación de pasar a verla, claro, con sus respectivos cuidados de higiene. Eso era lo que menos me importaba, yo solo quería comprobar por mí mismo que ella estaba bien, que no había salido nada mal.

Cuando entré a la habitación me dieron ganas de llorar de tan solo verla ahí. Se veía tan indefensa, tan débil, tan pálida, tan dependiente de los tubos y cables que la conectaban. Odié haber visto eso. No, ella no era mi Gloria. Mi Gloria siempre estaba bien, nunca había estado así de mal... Me costaba creer que realmente era ella la que se encontraba ahí.

— Mi amor... Tiene que ser fuerte, mi vida. Lucha, lucha por tu vida, por nosotros, por nuestro amor. Nos queda mucho que recorrer de vida todavía y lo tenemos que hacer los dos juntos, de la mano. Gloria, eres mi vida, mi amor, y no me puedes dejar solo. Yo no sé qué haría sin ti, sin tus besos, sin tus abrazos. ¡Despierta, Gloria! —grité envuelto en llanto e innumerables lágrimas saldas mientras golpeaba la ventana que nos separaba a ambos, pues no me habían dejado ni entrar.

La enfermera entró casi corriendo al cubículo, alarmada por mi grito. Yo solo la miré con lágrimas en los ojos y se acercó a darme un abrazo. Un abrazo de consuelo, de apoyo, de fuerza. Pero ni todos los abrazos del mundo podían hacerme sentir mejor viendo al amor de mi vida así, tan indefensa... Y todo por mi culpa.

— Joven, creo que usted está muy alterado y es mejor que salga para evitar un accidente, Cálmese, ella va a estar bien —me tranquilizó la anciana mientras los dos mirábamos a Gloria.

— Sí, yo también creo que sea lo mejor —acepte sin muchos ánimos de pedir un tiempo más, pues sabía perfectamente que no me lo concederían.

Entré a otro pequeño cubículo a cambiarme por mi ropa normal y dejar el uniforme quirúrgico ahí. Caminaba sin ánimos de nada. Mis piernas caminaban por sí solas. Salimos del pasillo y me paré para hablarle a la señora:

— ¿Le puedo encargar algo, por favor?

— Dime, hijo —respondió con disposición.

— Cuídemela mucho, por favor. Ella es mi vida y no sé qué haría sin ella —pedí desde lo más sincero de mí.

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora