28: Cena en las estrellas.

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Capítulo 28:

Cena en las estrellas.

GLORIA.

Cuando estuvimos frente al restaurante, Pablo rodeó el carro para abrirme la puerta y ayudarme a bajar del carro. Dejó las llaves con el muchacho encargado de los coches, y caminamos a la recepción del lugar. Dio su nombre y la empleada nos guío hacia la mesa que Pablo ya tenía reservada. Estaba en el segundo piso del lugar, en donde no había nadie más que nosotros, pues todas las mesas estaban vacías. La chica nos dejó solos para volver a su puesto.

Yo eché un vistazo en todo el lugar... Desde ahí arriba se podía apreciar gran parte de la ciudad, a los carros, las luces, los edificios. Corría el viento fresco, dándole un ambiente más relajado al lugar. Las mesas eran amplias, con sillones negros de piel que estaban en curva, acomodados a lado de las mesas. Había un par de televisores que transmitían una suave melodía, que hacía cálido todo. Los adornos del lugar predominaban entre negro y dorado, haciéndolo más elegante.

— ¿Te gusta? —preguntó Pablo rodeándome con sus brazos por detrás.

— Es hermoso. Gracias —le respondí, volteándome para quedar frente a él, respondiendo a su abrazo.

Tomó mi mano para guiarme al sillón, en donde me senté y a mi lado lo hizo él. Llegó un mesero a ofrecernos el menú y rápidamente lo hojeamos, decidiéndonos por qué ordenar. Pedimos lo mismo, y el mesero se retiró con nuestra orden, pero minutos después volvió, con una botella de champaña en mano, junto con un par de copas. Nos sirvió de la bebida a los dos, y se retiró dejándonos solos.

— Quiero brindar por ti —habló Pablo, mientras alzaba su copa de champaña— Por nuestro amor, por este primer mes de muchos más a tu lado.

— Yo quiero brindar por ti, por la maravilla de hombre que eres —dije con una sonrisa, alzando mi copa también— Y obviamente, también por este amor tan bonito.

— ¡Salud! —exclamamos los dos al mismo tiempo, mientras que chocábamos nuestras copas.

— Hoy está muy vacío el lugar, ¿No? —pregunté mirando a mi alrededor, mientras que me abrazaba a mí misma debido al frío aire que corría.

— Puede ser... —dijo él, levantándose de su silla para acercarse a mí y poner su saco sobre mis hombros— Reservé este lugar para estar solos los dos, sin nadie más que nos interrumpiera.

— ¿De verdad hiciste eso?

— Sí, ¿Qué tiene? —se burló volviendo a su lugar, mirándome con ese aire de altivez que le daba en momentos como ese, en los que me sorprendía.

— Eres increíble —susurré, tomando mi cara entre mis manos, contagiándome de su risa también.

Un mes. Un mes era lo que estábamos celebrando en aquella cena... Quizá para algunos era muy poco tiempo, pero para mí cada día a su lado valía demasiado. Cada día con él me renovaba, me revivía, me regeneraba. Agradecía por la inmensa felicidad que en todo ese mes había vivido, y deseaba que nunca se acabara.

Hubo momentos en nuestra relación que podían considerarse como los más difíciles de nuestras vidas, pero a pesar de prácticamente estar a nada de la muerte, pude estar segura de que fue el amor de Pablo el que me salvó y hasta hoy me tiene con vida. Nuestra relación no es perfecta, y situaciones como antes de venir al restaurante me desconcertaban, sobre todo porque no me gustaba reclamarle nada, y ahí estaba mi error.

— Pablo, cuando me dejaste en mi casa estabas medio extraño, ¿Pasó algo? —le pregunté, decidida a no dejar pasar esos detalles, que tal vez significaran mucho.

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora