35: Desesperada.

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Capítulo 35:

Desesperada. 

GLORIA. 

Desperté en la madrugada, giré mi cabeza para ver qué hora marcaba el reloj, y eran las 4:20 A.M. No era ninguna novedad el que me despertara a la misma hora, así que me levanté como siempre, a despejar un poco mi mente, y así volver a dormir aunque fuera un poco. Pero ese día, menos que los demás, estaba segura de que no podría conciliar el sueño. Dormía tan solo dos horas al día, y por eso me sentía tan cansada de todo, pero lo que me daba energía eran las inmensas ganas de estar con Ela. 

Salí al jardín, quería tomar aire fresco para calmar mis nervios, mientras que jugaba con una de las perritas que estaba despierta. Tomé uno de sus juguetes, y se lo lancé, pero ella no fue por el, a pesar de que era uno de sus favoritos. 

- ¿Qué pasa? ¿Estás triste tú también? -le hablé, y ella como si me entendiera, se acurrucó en mis pies. 

Lola era mi favorita, pues sentía que nos parecíamos bastante, y en ese momento sabía que ella podía estar sintiendo mi dolor, pues solía ser igual de alocada que yo... Solo que, no estábamos de ánimos ninguna de las dos, y por causas muy parecidas. Ella acababa de tener a sus perritos, pero la tuvimos que separar de un par de cachorritos, ya que se los regalamos a unos amigos debido a que eran demasiados para ella, que ya estaba algo viejita. Y a mí, también me habían separado de mi hija de una manera horrible. Ahí, sentadas en medio del jardín en la madrugada, las dos sufríamos aquel dolor de madres. 

Cuando me cansé de estar ahí solamente sentada, me levanté para ver si Lola tenía ánimos de jugar un rato, y lo hicimos un rato, hasta que el juguete que le había aventado cayó abajo del carro. Fui a recogerlo, y cuando me levanté, me quedé viendo el carro. ¿Y si...?

Dejé a Lola con el juguete, y corrí hacia dentro de la casa lo más rápido que pude, estaba a muy poco de comenzar a amanecer, y yo no quería perder más tiempo. Iba a subir las escaleras, cuando choqué con el pecho de Pablo, que no me di cuenta de que había bajado. 

- ¿Qué haces? -preguntó, algo adormilado, mientras que se tallaba los ojos. 

En el tiempo que llevábamos juntos, nos habíamos acostumbrado a estar siempre juntos el uno del otro, por lo que cuando el otro faltaba, sentíamos de inmediato la ausencia. Todas las noches que yo me levantaba, poco tiempo después lo hacía Pablo, diciéndome que se sentía muy solito sin mí en la cama. Sentí pena por Pablo, pues yo no podía dormir, y eso provocaba que él tampoco lo hiciera por estar cuidándome y consolándome. 

- Eh... No podía dormir, pero ya iba a la cama. Vamos -respondí, tratando de aparentar normalidad frente a él. 

Se desconcertó un poco al principio, y temí que por un momento dudara de mi actitud, pues Pablo me conocía tanto como yo lo conocía a él, pero después de algunos segundos aceptó. Subimos los dos las escaleras completamente en silencio, pero tomados de la mano, y al llegar a la cama nos acostamos como solíamos hacerlo. No muy cerca, pero con los pies entrelazados. 

¿Ahora que iba a hacer? No tenía planeado que Pablo se despertara justo en el momento que pensé hacer lo que mi mente me dictó, pero no lo dejaría de hacer. Esperé a que Pablo se quedara profundamente dormido de nuevo, y tomé las llaves del coche de la mesita de noche en donde casi siempre las dejábamos. En pijama, pantuflas y con el cabello hecho un desastre, salí de nuevo al jardín encontrándome con Lola, quien me miraba como dándome la aprobación a mi idea. 

Me monté en el auto, encendiéndolo para arrancar lo más pronto posible. El sol ya iba a salir muy pronto, y el tiempo era oro para mí. Estaba en la salida, justamente en el portón cuando unos gritos hicieron detener el auto. 

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora