10: No me dejes, mi amor.

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Capítulo 10:

No me dejes, mi amor.

PABLO. 

La tenía protegida por mis brazos, su cara estaba cerca de mi hombro, antes de que Gloria me mirara fijamente, para después desorbitar aquellos hermosos ojos y caer desmayada en mis brazos. 

— Gloria... ¡Gloria mi amor! —comencé a llamarla, pero no obtuve respuesta de su parte. 

Yo sentía que desfallecía, pero no sabía si por el dolor de mi herida, o por estar cargando en mis brazos al amor de mi vida, con dos heridas justo en la médula espinal, y sobre todo, por la sensación de su cálida sangre sobre mis manos, cosa que nunca esperé que me sucediera. Horrorizado, la deposité en el suelo y empecé a llamarla con desespero, pero Gloria se ponía cada vez más pálida y su rostro, que siempre estaba tan chapeteado, parecía como muerto, sin reaccionar. 

— ¡Gloria no! ¡Ella no! —gritó de repente Armando, cuando se dio cuenta de lo que había hecho. 

— ¡Cállate, estúpido! ¡Tú le hiciste esto, imbécil! —le grité con furia, mientras cientos de lágrimas escurrían de mis ojos. 

— ¡No! ¡Se suponía que debías de ser tú al que apuñalaría, no a ella!

— ¡Pero lo hiciste! ¡Y ella ahora está ahí, pagando tus pendejadas!

Armando me miró por un segundo, antes de tratar de acercase a Gloria. Yo, inmediatamente traté de frenarlo, pero no fue necesario, pues se echó a correr antes de estar ni a diez centímetros cerca de ella. Lo miré salir, no pensaba ir a perseguirlo, pues lo único que me importaba era Gloria. 

Miré el cuerpo de Gloria, que dejaba un reguero de sangre bastante preocupante por detrás de su espalda, y e negué a creer que esa era mi Gloria, a la que yo amaba tanto. 

Me acerqué hacia ella y lo primero que enfoqué fue la herida de su cuello, que estaba en un costado. Me senté a un lado de su cuerpo, y con cuidado, levanté un poco su cuello para dejarla sobre mí. Vi hacia mi hombro, que tampoco dejaba de sangrar, por lo que arranqué dos grandes pedazos de tela de mi camiseta. Uno lo amarré sobré mi hombro, esperando que eso parara un poco la sangre. Y el otro, lo puse sobre la herida de Gloria, con el mismo objetivo que el anterior. 

Estaba demasiado preocupado, aterrorizado, muriéndome del dolor. Me preguntaba ¿Por qué Gloria, y no yo? Quería ocupar su lugar, ser yo el que estaba sufriendo de tal manera, pues aunque no me lo pudiera decir, sabía que el dolor era algo horrible. Se había sacrificado por mí, cuando no tenía por qué hacerlo, y tenía que haber dejado que Armando me dañara a mí. Ella no se merecía ese dolor, y yo sí. 

— Gloria, mi vida... —dije mientras tomaba su mano para entrelazarla con la mía, pero toqué el interior de su muñeca y noté que el pulso estaba demasiado débil— No me dejes, no ahora que estábamos empezando a vivir esto tan bonito. Eres tan fuerte y valiente, que no puedes permitir que esto te gane —le hablaba tratando de reanimarla, y llorando a mares— Tú me lo prometiste... Me prometiste que siempre íbamos a estar juntos, y que nadie ni nada nos iba a separar. ¡Lucha por tu vida, mi amor!

Me acerqué a escuchar su respiración, pero noté que ni inhalaba ni exhalaba aire, ni tampoco su pecho se movía. Estaba completamente inmóvil. Gloria no estaba respirando. 

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora