24: Solos, los dos.

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Capítulo 24: 

Solos, los dos. 

GLORIA.

A la mañana siguiente, desperté en cuanto sentí movimiento al lado mío. Al principio me alarmé, pues me había desacostumbrado a la compañía en la cama. Pero después me relajé en cuanto me giré y miré a Pablo, que se estaba estirando para terminar de despertarse por completo. Lo vi todo despeinado y somnoliento, y aún así, me pareció el hombre más perfecto ante mis ojos. Sonreí mientras lo miraba enternecida, y me acerqué a besarlo sin importarme que los dos hayamos estado recién despiertos y que no tuviéramos el mejor aliento, pero a él tampoco pareció importarle. 

— Es el más bello amanecer que he tenido en mi vida —habló con voz ronca, mientras me abrazaba. 

— Y van a ser muchos más así —respondí, acurrucándome mejor en sus fuertes brazos, y él me estrechaba. 

Después de varios besos y abrazos por varios minutos, salimos por fin, y no muy convencidos, salimos de la cama, pues ya era algo tarde y los dos teníamos un hambre terrible. Claro, por todas las calorías quemadas la noche pasada. Ambos tomamos una ducha rápida por separado, y bajamos a la cocina, a buscar algo de comida y prepararla. 

— ¿Me vas a cocinar? —preguntó Pablo, mientras se sentaba en una silla, cerca de la  barra. 

— Sí, y verás que te encantará, como todo lo que hago —contesté del otro lado de la barra, sonriente. 

— Lo que me encantará es llenarte toda de salsa de nuevo. Solo que esta vez, sí podamos terminar lo que ese día empezamos —. Se puso de pie y caminó hacia mí, después me tomó de la cintura y me jaló para hablarme al oído. 

— Mmm... Solo si te portas bien, Papacostas —susurré en su cuello y dejé un beso en el, y me solté de su agarre para terminar de preparar el desayuno. 

Hice algo rápido y sencillo, pero que los dos disfrutamos. Comimos entre risas y pequeñas bromas, ambos sintiéndonos totalmente plenos de tenernos al lado. Al terminar, nos pasamos a la sala para sentarnos en el sofá, frente a la televisión. 

— ¿Qué película quieres ver?

— Una porno —bromeé, agudizando algo más la voz. 

— ¿Tienes de esas? —preguntó con asombro, mirándome con los ojos muy abiertos. 

— Relájate, no, qué asco. Busca lo que quieras ahí —dije sin importancia. 

Los dos reímos y Pablo escogió la primera que se encontró en la plataforma. Me recosté entre sus piernas, y descansé mi cabeza sobre su hombro y su cuello. Estábamos los dos viendo la película, hasta que comencé a sentir algo raro sobre mi abdomen. Me alejé para ver qué era, y efectivamente, era lo que esperaba. 

— Pablo, ¿Qué es esto que siento acá? —pregunté, riendo por su cara de pena. 

— No me reclames nada, y cállate, que tú tienes la culpa —contestó señalándose primero, y después a mi cuerpo, que solo lo cubría un diminuto short con un top deportivo. 

— Entonces te pido una disculpa, ¿Crees que pueda hacer algo más para que termines de perdonarme? 

— Pensándolo bien, sí hay algo que puedas hacer —dijo mientras esbozaba una sonrisa maliciosa. 

¿Te quedas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora