Primer encuentro

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Era el último día que pasarían en el campo de entrenamiento. Debían llevar únicamente sus pertenencias más importantes en una pequeña maleta que les sería examinada después para asegurarse de que nada de lo que llevaran dañaran a Kaoru. Todos los muchachos se encontraban empacando algunas fotos y recuerdos de su tiempo en el campo.

Habían pasado ocho años, ese lugar se sentía como su casa ya y era difícil irse, aunque todos sabían que tarde o temprano llegaría el momento.

El día anterior se les había asignado un uniforme especial capaz de repeler feromonas de seres dominantes como protección en caso de que las verdaderas feromonas de Kaoru les llegaran a afectar por el primer encuentro, aunque nada les aseguraba que no les pasaría nada por la fuerza con las que estas podrían llegar directamente a sus cerebros. 

Era el día.

— ¡Todos listos! —dijo el director Nakamura—Ha llegado el momento. Ocho años de entrenamiento para llegar a este día. Recuerden muy bien: aquí vinieron a proteger a Kaoru Sakurayashiki. Según el informe que recibí ayer por parte de Yoshimura, el joven Sakurayashiki ha comenzado a experimentar con sus feromonas y hasta el momento no se han registrado muertes, sin embargo, eso no quiere decir que se lo pueden tomar a la ligera. Nunca bajen la guardia, recuerden que ese niño es un alfa superdominante, y los efectos de sus feromonas son impredecibles todavía. ¿Entendieron?

Los diez muchachos que se encontraban ahí formados respondieron al unísono. — ¡Entendido!

—Les recuerdo las reglas principales al llegar a la mansión Sakurayashiki: el contacto con Kaoru debe ser únicamente para su protección. No pueden acercársele más de lo debido o pueden salir afectados seriamente. Su trabajo únicamente es protegerlo, asegurarse de su bienestar y que enfrente el menor peligro posible. No pueden interferir en sus entrenamientos, desarrollo o estudios. ¿Entendido?

— ¡Entendido!

—Bien. Suban a la camioneta. Nos dirigiremos a la residencia de los Sakurayashiki de inmediato.

Los muchachos hicieron caso a la orden y fueron en fila directamente hacia el transporte. La residencia se encontraba a una media hora de donde se encontraban.

El lugar al que irían era una enorme mansión rodeada de al menos un kilómetro de bosque. Necesitaban un lugar con ventilación perfecta para poder lidiar con las feromonas del adolescente sin inconvenientes.

*

—Kaoru —se escuchaba una voz a través de la puerta—. Kaoru, mi amor, es hora de levantarte.

— ¡No quiero! —respondió el muchacho desde su cama—Hoy es mi día libre y quiero descansar.

—Por favor, Kaochi, podrás dormir en la tarde. Hoy es el día en que llegará tu nuevo equipo de seguridad.

Al escuchar eso, el pelirrosa abrió mucho los ojos. — ¿De verdad?

—Sí, mi amor. Ven, al menos tienes que desayunar antes de que lleguen. Yoshimura lo autorizó.

El muchacho se levantó sin ganas y abrió la puerta. Su madre se encontraba parada en el pasillo esperando por él con una cálida sonrisa. 

— ¿Por qué esa cara? —preguntó ella en tono de burla.

—Hace mucho que no como algo en el desayuno —respondió.

—Ya lo sé, ¿no estás emocionado? Le pedí al cocinero que te preparara algo rico y dulce —respondió mientras lo rodeaba con un brazo y lo acompañaba por el pasillo.

La madre de Kaoru era una mujer sumamente hermosa: su rostro tenía facciones bastante finas, era alta, tenía un físico musculoso y deportivo propio de su naturaleza. Ella era la más físicamente parecida a su hijo en general, con la única diferencia de que, al igual que el padre de Kaoru, el adolescente tenía permanentemente los ojos de color dorado, mientras que los de ella eran de un color rosa con destellos verdosos.

Proyecto Sakurayashiki || OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora