Seguro

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Había pasado ya poco más de un mes desde aquel día en que Kojiro le había hecho una promesa a Kaoru.

Desde es entonces gracias a las complicaciones del pelirrosa, descubrieron que las feromonas de Kojiro tenían bastantes efectos sobre él y decidieron no intentar tener contacto sexual tan seguido para que nada peligroso ocurriera y nadie en el equipo médico sospechara nada, sobre todo cuando Yoshimura ya había descubierto una mentira.

Sin embargo, la ventaja más grande que le encontraban a las feromonas de Kojiro, de momento, era la de relajar al pelirrosa para lograr hacerlo dormir. Claro, eso era algo que a Kaoru le molestaba mucho en cierta medida porque, como había reclamado antes, Kojiro siempre estaba con él al quedarse dormido, pero nunca al despertar. Se sentía completamente abandonado cada vez que abría los ojos y se daba cuenta de que estaba solo.

Las mañanas se volvían pesadas para todos debido a que el muchacho amanecía de mal humor por ese asunto, pero nadie se atrevía a proponer utilizar una alarma para levantarlo más temprano porque cuando no dormía bien, se descompensaba todavía peor.

—Uuf, Kaoru, hoy estás con todo —dijo Joan, una de sus entrenadoras—. Parece que te has vuelto más fuerte, últimamente resistes más tiempo trabajar con peso más pesado. Estás haciendo resistencia muy fácil.

El adolescente sonrió, pero era la sonrisa más falsa del mundo porque en realidad se encontraba molesto, nuevamente por haber despertado solo.

— ¿Soy yo o incluso tus hormonas están más estables? —comentó Leslie, la otra entrenadora—Hace unas dos semanas y media que puedes ejercitarte sin que tus feromonas se disparen. Yoshimura tampoco nos ha reportado nada extraño.

— ¿Ah, sí? —preguntó el pelirrosa.

Y era verdad, pero no se había percatado. Ese era otro de los efectos que le provocaban las feromonas de Kojiro: al estar expuesto a la esencia de otro alfa por periodos tan prolongados, su cuerpo había aprendido a no competir contra ella, sino a mantenerse a raya, y eso le permitía controlarlas mejor. Su cerebro había aceptado inconscientemente el aroma del peliverde como un lugar seguro en vez de una alerta, que era lo que normalmente le ocurría al estar rodeado de tanta gente por periodos cortos de tiempo.

—Por hoy vamos a terminar aquí. Tampoco quiero que te sobre esfuerces —dijo Leslie.

—Está bien —respondió el menor levantándose de la prensa de gimnasio en la que estaba trabajando.

Fue a tomar su ropa y una toalla para irse a la ducha de la sala de entrenamiento. Aunque Joan y Leslie estaban algo lejos detrás de los cristales protectores, podían percatarse de que el adolescente se encontraba molesto.

— ¿Y ahora qué le pasará? Últimamente ha estado de mal humor —dijo Joan.

—Quién sabe. ¿Será que ya casi llega su rut?

—Tal vez. Siempre que le llega se pone muy temperamental.

—Ojalá que esta vez no la pase tan mal como siempre. El pobre siempre regresa desgastado y nervioso.

Kaoru mientras, estaba en cuclillas en la ducha mientras el agua caía sobre su cuerpo. Sus manos temblaban y su respiración estaba un poco agitada. Efectivamente, podía sentir que su rut se aproximaba y tenía miedo, pero debía tranquilizarse. Trataba de pensar que era verdad que últimamente estaba muy estable y eso le daba un poco de seguridad de no "volverse un animal", como él se llamaba a sí mismo cuando estaba en celo.

Salió del lugar después de ducharse, el equipo matutino lo venía rodeando incómodamente, y al salir de la sala su padre lo esperaba con una sonrisa gigante. —Adivina —le dijo.

Proyecto Sakurayashiki || OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora