Quince

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Quince

"Soy tuyo, cuando llueva, cuando diluvie.." 

Aquel día empezó mal, y estaba destinado a empeorar.
Esa mañana comenzó con un estridente chillido, seguido de porcelana estrellándose contra el piso y después un grave alarido, que puede compararse al de una ballena en agonía.

Corrí a la cocina, en espera de una terrible escena, o de un Cheech ahorcando a Frank, pero cuando entré, me sorprendió no ver ni sangre ni Cheech en la habitación o en los alrededores, solamente un Frank conmocionado, jalándose de las greñas al ver con desesperación una taza ‘muerta’ en el suelo, con un charco de líquido café inundando su alrededor.

Pero no era cualquier taza, era su taza. Rota en docenas de pedazos grandes y centenas de pequeños granos, como los de la arena en una playa.

“Mi.. tacita..” elaboró con dificultad, su voz emergió de su garganta aún más vulnerable y tímida de lo que solía hacerlo, mejillas sonrojadas y ojos llorosos que estallarían en lágrimas en cualquier momento.

Todo por una taza.

Frank sorbió la nariz y se talló los ojos, pero sin mover sus pies del sitio junto a la escena.  Fui a su lado y puse el brazo sobre su hombro, él quería más y se pegó a mí, escondiendo su cabeza en mi hombro. Respiró profundo y tambaleante, yo froté su espalda sin saber qué más hacer.

“Esa taza era mi mejor amiga…” suspiró en una exhalación larga y seguida, acompañado de una pequeña risita nerviosa y triste a la vez, así que no podía saber si bromeaba o si en realidad consideraba a la taza azul cielo su mejor amiga. Miré los pedazos en el suelo, y luego a él, y de regreso a la ex—taza, llegué a la conclusión de que Frank era misterioso, y aunque él y yo termináramos casados en un traje de pingüino bajo el altar, nunca lo conocería por completo. Esa era la cruda y única verdad. Tal vez ni siquiera él se conocía a sí mismo a la perfección; es decir, el pobre hombre ni siquiera sabía la fecha de su cumpleaños oficial.

“¿Y qué se supone que soy yo, entonces?” pregunté con suavidad.

“Sabes que eres diferente,” inhalar, exhalar.. “A ti te am— quiero..” tosió en un esfuerzo de aclarar sus intenciones y palabras, pero tanto él, como Zeus y yo, sabíamos lo que iba a decir en u  principio. Y eso hacía a mi corazón inquieto bastante feliz.

Aún con su rostro escondido, uno podía sentir y ver el rojo en su rostro. Profundo—  siete tonos más abajo de su rubor usual.

“Y yo te amo a ti, Frank Iero.” Besé su cabeza, sentí como sus mejillas se movían a los lados y sus labios se curvaban en una sonrisa. “Y te compraré otra taza.” Aseguré, Frank me abrazó más fuerte.

**

Esa mañana fue la primera vez que le dije te amo. Y esa es la cosa con el amor: nunca sabes si esa primera vez será la última. Como todo buen libro, hay drama, y sabes que va a llegar, pero nada te dice cuándo lo hará, sólo puedes sentarte en el sillón de la vida, besando al amor de tu vida, esperando a que llegue la tragedia a quitártelo.

Esa mañana olía a felicidad; no a motor ni a comida rápida.
Olía a felicidad y a café impregnado eternamente en el piso de mi cocina. No había sol entrando por las ventanas, sólo una leve brisa digna de invierno, el aroma de sufrimiento nos parecía tan distante.

Esa mañana hablé con mi familia. Había olvidado hacerlo desde la vez que Frank llegó a estrellarse en mi puerta, medio muerto. Donna seguía viviendo día tras día con la idea de que mi apartamento se había incendiad y yo probablemente había muerto dentro.

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora