Veinte

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Veinte

"Tarde o temprano todo se acaba, y yo simplemente no quiero extrañarte esta noche."

Los días con Frank en el hospital transcurrían uno detrás de otro en un murmullo de extásis y preocupación. Estrés en conjunto con una concurrida ansiedad por saber si el monitor atado a Frank algún día dejaría de hacer pip pip, marcando un ritmo constante a una canción de agonía.

Pasé semanas ahí; Mikey me encontró y casi tuvo que ser arrastrado por seguridad, mientras tenía que regañar al chico castaño en la camilla todos los días por tomar demasiado jugo de manzana. La enfermera nos visitaba, (le había tomado cariño a Frank, así como todos lo hacían) y el corazón de mi razón de vivir no parecía recuperarse.
Creo que todos sabíamos, muy dentro, que esto no era cualquier cosa. Y que Frank no se iba a recuperar de un día para otro. Iba a ser lento, y doloroso... si es que lo lograba.

Noches jugando UNO, desayunos incompletos y chistes malos de la parte trasera del periódico de la colonia.
Frank sonríe, yo finjo hacerlo.

Una rutina elaborada. No podía romperse-- el mundo habría caído a su alrededor.

Mi hermano también pasó a formar parte de nuestra rutina. Como un alma errante sentado frente la camilla de Frank. Yo en el sillón, él en una silla incómoda de madera, mirando al chico en la camilla bajo sus lentes, ceño fruncido, me recordaba a mi maestra de tercer grado, cuando no podía aprenderme la tabla del seis.
A veces tenía la decencia de finjir que estaba leyendo el periódico, si no, se limitaba a ver por entre el alma castaña de Frank sin remordimientos, aunque el muchacho quería morir y desaparecer en una burbuja de aire cuando eso pasaba. Jugaba con sus pulgares y carraspeaba con hostilidad-- me sorprendía que no hubiese vuelto a su yo rudo y frío como el polo norte, de seguro intentaba controlarse, o evitaba transformarse en aquél fruto que su padre cultivó.

En cuanto a Mikey, calmarlo era imposible, puesto que odiaba al pobre Frank.
Lo culpaba por haber arruinado mi vida por todo el tiempo que tuve que vivir sin él, quería que él cargara con todo el deber, y principalmente, estaba decepcionado de que el alma por la que tanto había pecado era un simple, ordinario y hermoso chico de ojos brillantes.

Frank, por otro lado, no tenía ni la más mínima idea de a qué venía toda esta agresión.

Sentía la tristeza desprenderse de sus pestañas, la confusión y frustración que chocaban contra la pared de ladrillos opacos que el de lentes había construido al rededor de sus ideas.
Sólo le faltaba el cargar con banderillas anunciando "Es culpa de Frank."

Si por Mikey fuera, culparía a Frankie hasta del calentamiento global.

"No entiendo cuál es el punto en cantar cada que pasa algo..." Dijo mi hermano el amargado, recibió un sh de mi parte y una miradita inocente de parte de Frank, que al saber la tensión entre ellos decidía guardarse cualquier comentario o inclusive exclamación dirijidas a Mikey.

Devolvimos la vista a Glee, que si bien no era el mejor show en la televisión, era la mejor manera de distraerse de las paredes blancas de la habitación, del pitido constante al lado de la camilla y de que las palpitaciones en el pecho del que más amaba podrían detenerse en cualquier momento.

Semanas había pasado y aún no había un diagnóstico fijo.

Sólo comentarios de las enfermeras. Algún "Todo estará bien" "De seguro fue sólo el estrés" y un "Eso le pasa por arruinar vidas" de parte de Mikey.

Frank suspiró, por quincuagésima vez en una hora. Algo lo preocupaba.

"¿Frankie, estás bien?" Asintió, pero lucía pálido y carente de luz. Creo que hasta Mikey pudo notarlo.

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora