Ocho

3K 350 282
                                    

Ocho

Después del café no volví a salir con Frank. Ni siquiera volví a verlo.

Había descubierto varias cosas: su misterioso apellido, por ejemplo.
Frank se apellidaba Iero, además de tener Anthony como segundo nombre y Thomas de adicional. Un nombre extenso. Me confirmó que ese dato no lo había inventado por sí mismo y estaba seguro de que así era.

Frank Iero.

Una semana y media había pasado, yo seguía repitiéndome hora tras hora el nombre. Sonaba tan bien, quería escribirlo en mis paredes, pintarlo, tallarlo en los árboles y de paso, tatuármelo en la frente.

Si no le temiera tanto a las agujas es probablemente lo que haría.

"Estoy bastante segura de que estás enamorado de Frank, hijito." Canturreó Jacky, golpeándome ligeramente en el hombro antes de levantarse a la cocina para traerme más galletas.

"No creo que enamorado sea la palabra correcta." Musité, aunque ese hecho me era cada vez más difícil de creer.

Si haber conocido apropiadamente a Frank tenía una desventaja era que después de ello, definitivamente me preocupaba más por él.
Los golpes no habían cesado.
Los llantos tampoco.

Dolían por obvias razones, más que antes.

Siempre son las mejores flores las que uno decide arrancar.

"Pero pronto lo será, Gee" Jacky acomodó sobre la mesa otra dotación de galletas. ",Es peligroso con una persona como Frank, con los problemas que tiene, más con esa actitud..."

"¡Pero él no es así! Es como decidió refugiarse." Me dedicaba a defenderlo a toda costa. Jacky no lo conocía, pero en algunos aspectos tenía razón. Él no era cualquier persona, después de todo quizá ya no sabía amar. Había pasado antes y volvería a pasar, la incapacidad de amar después de tanto dolor.

Yo mismo lo había experimentado años atrás.

Nuestra relación, si llegáramos a tener una, no sería como cualquier otra.
¿Qué haríamos con su padre? ¿Qué le haría si se llegara a enterar?

Además, estaba acelerando las cosas. Por lo poco que sabía, Frank era hetero.

Al parecer, yo no lo era. Estaba bastante seguro al momento. S us ojos, escasas sonrisas y en general él, estaban siempre presentes para confirmarlo.

"¿Alguna vez trataste de ayudarlo?" pregunté. Jacky suspiró.

"Varias, Gerard, varias veces." Esperé a que me diera más información, pero eso nunca llegó. Jacky no quería seguir hablando de eso.

El brillo del sol se apagaba por cada segundo transcurrido, me levanté del sillón, caminando a la puerta después de haber tomado mi chaqueta. Todavía olía a Frank.

Por cierto, la esencia de Frank era especial. Lo más notorio era el tabaco, un toque bastante agudo de alcohol y motor viejo de camión, nada de eso podía ser suyo. Detrás de todo eso estaba ese aroma indescriptible- mezcla de mentitas rancias, y algo parecido al olor de un cuarto que ha estado cerrado mucho tiempo.

De vuelta a mi cuarto, me dediqué a rayonear unas cuantas cosas, con suerte saldrían bien y podría llamarlas 'Arte'

Curiosamente, ya no había dibujado a Frank- pero yo disfrutaba hacerlo. Sus facciones quedaban particularmente bien en el papel. Tal vez nací para dibujarlo y alabarlo hasta en servilletas.

Algunos rayones tomaron forma; terminé haciendo un elefante. Yo no era de hacer elefantes, pero a veces las cosas pasan. Tomaba un café, mientras la suave voz de un tal Stump sonaba en la radio, no dejaba de pensar en Frank aún cuando mis manos estaban en otra cosa. Aunque a veces lograba olvidarlo, unos cuantos instantes, cuando el locutor hacía una broma ridícula o alguien tomaba el teléfono y pegaba gritos al enterarse de que ganaron el boleto al concierto de su banda favorita.
Cosas patéticas de la rutina, gente ordinaria. En cierta manera, yo era una persona ordinaria y el chico viviendo dos pisos sobre el mío igual lo era.

Ambos disfrutábamos de una buena barra de chocolate. Si nos dieran boletos para nuestra banda favorita gritaríamos, brincaríamos y lloraríamos como cualquier otro humano.

Son pequeños detalles los que hacen la diferencia: un padre alcohólico en este caso.

El teléfono sonó después de quitarme la pintura de las manos, nadie me llamaba. Tenía que ser la familia.

Me sentía bastante egoísta al odiar mi familia. Tres personas ordinarias, que me querían demasiado, podía ser agobiante pero no se comparaba con lo que Frank sufría día tras día.

"¡Gee!" exclamó una pequeña vocecita. Pequeña al teléfono al menos, la voz de Mikey era más grave que la mía. "Gerard." Reconoció otra voz más distante al teléfono, el que debía ser mi padre y finalmente, la voz de mi madre, Donna la rubia loca, que igual exclamó mi nombre.

"Mikey pasó con Peter y creímos que estaría bien hablarte." Dijo Donna contenta. Mikey bufó detrás de ella.

"¿Qué? ¿Quién es Peter?" tartamudeé, me mantenía en contacto con mi hermano y él nunca me había mencionado ningún Peter.

"No, no, no, soy sólo un amigo.."

"Sólo un amigo." Explicaron dos voces al unisono, una que reconocí como la de mi hermano.

Donna y Donald rieron. Podía sentir el rojo en las mejillas de Mikey incluso a través del teléfono.

"¿Qué tal te va, hijo?" preguntó mi padre finalmente, después de un silencio exageradamente incómodo.

"Pues..." había bastantes cosas que contar- pero lo mejor sería omitir ciertos detalles, como el hecho de que seguramente me había enamorado de un chico, el cual sufría de abuso familiar. "Bien.. creo.. digo, acabo de hacer un elefante." Me encogí de hombros, mi elefante no estaba tan mal después de todo.

"¿Un elefante? ¿Te refieres a pintarlo?"

"Gerard Way, ¿Desperdicias tus talentos en pintar elefantes? Creí que te habías ido para pintar la nueva Última Cena." Gritó la mujer al otro lado de la línea.

"Sí, bueno, no está tan mal. Bastante realista si me lo preguntan."

Luego llegó el típico sermón; '¿qué vas a hacer de tu vida? ¿de dónde sacas dinero? ¿y si te enfermas a dónde irás?
En resumen, mamá y papá insistían en que regresara.

Cosa que no haría, menos con Frank pidiendo auxilio.

Cuando mi mamá llegó a la parte de los chismes de la cuadra y comunidad (Rosita le quitó el marido a Julia) no tenía pensado interrumpirla, siempre me iba mal cuando lo hacía, pero los recurrentes golpes, que se colaban por las paredes delgadas como el papel me obligaron a hacer lo contrario.

"Mamá, debo irme." Musité, inseguro de que los golpes fuera lo que creía que eran, hasta que el típico llanto vino después.

"Gerard, que ni se te ocurra colgarme. ¿Acaso no sabes hace cuánto no hablamos? Ya no te interesa saber de nosotros, pues..." Los golpes habían cesado, pero los gritos y llantos de furia seguían.

Minutos pasaron, hasta que tres simples, delicados golpes se hicieron presentes, en mi puerta esta vez.

"Mamá, enserio debo irme." La interrumpí "Hay.. un incendio" inventé y colgué sin más.

Caminé -o corrí- a la puerta. Esperando todo pero nada a la vez nada, tomé el picaporte y lo giré.

Un sollozo tembloroso fue lo primero que reconocí, después su remarcada mandíbula y finalmente sus tan únicos ojos.

"¿Sigues queriendo ayudarme?" dijo entre llanto.

Asentí, no pude decir más, porque no sabía si tan siquiera era real. Eso me solía pasar con Frank, diferenciar la realidad del sueño era difícil.

Soltó un suspiro, largo y profundo, antes de tirarse en mis brazos.

-

-

GibMirKraft quote incluida en ese cap n.n

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora