Nueve
Durmió y durmió.
No esperaba que hiciéramos una pijamada, pero tampoco esperaba que mi más reciente inquilino durmiera un día seguido; de anochecer a anochecer.A lo largo de esas veinticuatro horas, su rostro regresó a su usual volumen, adoptó un color verdoso, con ciertas áreas moradas- en sus mejillas y contorno de los ojos. Como un delineador mal difuminado.
El pecho del chico subía y bajaba, con el ritmo de un típico compás musical, sus pupilas se movían bajo sus cansados ojos y durante su sueño casi eterno murmuró cosas inaudibles, insensatas la mayoría de ellas.
Entre tanto toqué la guitarra; una, dos, tal vez tres horas. Sus suspiros seguían con el mismo ritmo de antes- temí que hubiese entrado en estado de coma, el pensamiento me mantuvo ocupado por otro buen rato. Quizá esa era su rutina; una mala noche, un padre que tomó de más, varios golpes. Moretones como resultado y después una buena siesta con varios días de longitud. Podía ser la razón por la que Frank Iero desaparecía tantos días seguidos.
Le cuestioné al aire en un suspiro cuántas veces había tenido que pasar por lo mismo.
Al menos las suficientes como para que el pobre chico no hubiese probado el café ni una única vez en su vida. Me tomé el atrevimiento de preguntar por su familia, y por su sexualidad... pero no obtuve respuesta. El sufrimiento ajeno me estaba llevando a la locura, preguntarle al aire cosas y esperar respuesta detallada y con conclusiones ya estaba en otro nivel.Encendí la tele, sin realmente enfocarme en ella.
¿Qué era más importante; lo que ocurría con las esposas desesperadas o que alguno de los ojos de Frank se abriera? Creo que no es necesario remarcarlo.
Mis ojos se desviaban constantemente a los suyos, por desgracia, cerrados. Me sentía como un perro ansioso por ser sacado a pasear, aunque no tenía ni idea de qué haría cuando Frank despertara, quería que lo hiciera."...Treinta malditos elefantes se columpiaban sobre una maldita telaraña..." canté, por trigésima vez, meneando los pies según el ritmo que adoptara la canción.
El aburrimiento, mezclado con la desesperación, lleva a la gente cuerda a la locura.
"Yo he llegado hasta el quinientos, tu juego es débil." Interrumpió una vocecilla desde el sofá.
Ahí estaban; su par de ojos avellana, abiertos, no de par en par, pero eso no es lo que cuenta.
"¿Cuánto tiempo pasó?" preguntó con cierto toque casual.
"Poco más de un día entero.." respondí.
Se encogió de hombros al tiempo que se tallaba los ojos, en un intento de dispersar el sueño.
"Oh bueno. Pudo haber sido más." Se levantó poco a poco de su incómoda posición horizontal en mi sillón de piedra. Una vez levantado, se llevó la mano a la cabeza, frotándola varias veces. Sus inhalaciones resonaban por toda la habitación, agitadas y asimétricas.
Me puse de pie en cuanto recordé mis responsabilidades como anfitrión. "¿Quieres algo? ¿Agua?" señalé la cocina "¿Otro pantalón?" comencé a caminar al cuarto "¿Tal vez un baño caliente?" me sonrojé antes de poder señalar el baño.
'Baño caliente' podía ser visto de muchas maneras- la mayoría depravadas.
Él, sin embargo, pareció no haber notado mi creciente incomodidad.
"Creo que... un café me vendría bastante bien." Sonrió tímido, retorciendo mi corazón ligeramente a la izquierda en ternura.
Me apresuré a la cocina, tomando mi pequeña olla barata después de haber encendido la estufa, horriblemente disfuncional.
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Mi Nombre es Frank -Frerard-
FanfictionEntonces su mundo se dividió en dos posibilidades; ayudarlo, salvarlo de su miseria y a sí mismo en el camino, u obedecer y sufrir con la constante tortura de escuchar los llantos dos pisos arriba. Después de todo, Gerard sabía que nunca podría tene...