Siete

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Siete

“Las peores cosas de la vida me salen gratis.”

 

“¿Qué van a ordenar, amigos?” preguntó la joven mesera de pinta amable. Frank estudiaba el pequeño menú con ansias y ojos abiertos de par en par, como si nunca hubiera visto tal cosa. Probablemente así era;  un niño abusado no podía disfrutar de muchos de los placeres de la vida.

“Creo.. que será un vaso de agua para mí.” Musitó,  en un intento de que yo no lo oyera, solo la mesera. Pero claro que lo oí, y no lo iba a dejar zafarse.

“No, no lo creo.” Añadí una risa sarcástica al principio. “Será un capuchino normal, con canela y mucha espumita. Dos de azúcar y leche entera.” Asentí y sonreí, lo que la mesera debería tomar como agradecimiento.

Frank me miraba, con la mandíbula colgando ligeramente bajo el lugar donde debe ir.

“¿Qué fue eso?”

“Así es como pides un café.” Le guiñé el ojo, y él sonrió. El mejor regalo de todos.

El olor del lugar era bastante placentero; cálido, tenue y recibidor. Frank admiraba las lucecitas colgando del mostrador como un niño observa las lucecitas del árbol de Navidad.
Eso sólo me ponía más triste, tal vez Frank ni siquiera había pasado una Navidad decente en su vida. ¿Tan deplorables podían ser las cosas?

“Hey, Frankie.” Hice una mueca inmediatamente después de abrir la bocota, puesto que él nunca me había dado el derecho de llamarlo así. “Perdón, no debería llamarte así.” Suspiré, él rió un poco.

“No importa— viniendo de ti suena bien.” Dijo con simpleza, como si fuera lo más fácil y sencillo del mundo.

Con esa cita pude ver que estaba en lo correcto. Que Frank era solo un desafortunado niño, encerrado en el cuerpo de un duende gruñón que golpea gente.

“Está bien, Frankie.” Tenía razón, el nombre le quedaba bien. “¿Cuándo es tu cumpleaños?”

“Creo que el treinta y uno de Octubre..” prolongó el ‘creo’ dejando en claro que su respuesta no era completamente segura.

“¿Crees?”

Asintió.

“Mi papá no me presta… mucha atención que digamos. Ha sido así desde que era muy pequeño. Nunca me di la oportunidad de preguntar por mi cumpleaños, entonces decidí que Halloween era una buena fecha para cumplir años y así se quedó.” Se encogió de hombros, sonrojándose. Tenía un tono de voz particularmente varonil que podía alzarse a tonos muy altos cuando estaba nervioso, al parecer.

La mesera llegó con la orden antes de que pudiera preguntarle más.

“¿A qué le temes, Gerard?” lo primero que pensé fue que mi nombre sonaba particularmente bien viniendo de su boca. Sus labios se extendían en el ‘Ge’, luego se abrían ligeramente en el ‘ra’ para terminar con la lengua pasando entre sus dientes de manera casi invisible en el ‘rd’

Con su pequeña cuchara revolvía el humeante café, mientras me miraba expectante a los ojos. Fue entonces que recordé que me había hecho una pregunta, y que no todo giraba en torno a sus grandes ojos.

“Supongo que antes que nada, a los payasos” Frank rió suavemente, seguía revolviendo su brebaje. “, segundo, juegos mecánicos, ferias y esas cosas feas.”

“¡Yo daría lo que fuera por ir a una!” exclamó repentinamente, su tono alzándose como ya lo había notado antes. Era muy adorable cuando hacía eso.

“Yo no.” Exasperé. “Pero algún día te llevaré.” Sus labios volvieron a curvarse en una linda sonrisa brillante, en sus ojos avellana aparecía una pequeña lucecita cada que sonreía, aún más brillante cuando reía, que era suficiente como para iluminar un cuarto oscuro.  

Le di un sorbo a mi café. Tenía muchas preguntas que hacerle, pero supuse que no era el momento. Se veía tan feliz. Me hacía preguntarme de dónde había salido tanta frialdad antes.

“¿Lo probarás algún día?” señalé su taza, seguía intacta. Frank asintió y levantó la taza con el meñique ligeramente alzado. Con cautela tomó un trago y cerró los ojos  a la vez, cuando el líquido bajó por su garganta, me miró asombrado—los ojos como platos.

“¿Qué?” pregunté.

“¡Es asombroso!” gritó, dando otro trago. “¡Magnífico! ¡Lo amo!”

“¿Nunca habías tomado café?” eso ya era demasiado, ¿qué clase de tortura es la prohibición de tal elixir?

Frank negó con la cabeza, tomando más y más café hasta que no hubo ni una gota más en su taza. Pedí otro por él, ya que probablemente no querría hablar con la mesera.  

Durante nuestra microscópica salid al café me pregunté múltiples veces si acaso era un sueño. Otro de mis sueños ridículos, llenos de homosexualidad. Tuve que pellizcarme para averiguarlo, no sabía si sentirme agobiado o extremadamente feliz por el resultado.

Frank disfrutaba de su café; después del cappuccino se decidió a probar un latte, después un americano, que según lo que dijo, no fue de su agrado.

Demasiado amargo..” dijo.

Había decidido que el cappuccino era su favorito, seguido del colado. También llegó a la conclusión de que yo le caía bien.

“Lamento haberte tratado así antes.” Mencionó, con la cabeza gacha y el fantasma de una pequeña sonrisa juguetona. “Supongo que me acostumbré a estar solo. Y no sé porque creí que sería mejor así.”

No sabía cómo responder; le dije lo primero que me vino a la mente, lo que había querido decirle desde que lo conocí.

“Pues ahora no estás solo. Me tienes a mí.”

Sonreí, y finalmente, Frank me devolvió la sonrisa.

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Pues estoy feliz, ya no tengo promesa que romper. 
Este capítulo es pequeño, cortito y más que nada de relleno n.n gracias por todo

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora