Cinco

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Cinco

Seguía catatónico por lo sucedido la noche anterior.

Además de que tenía mucho frío porque le había dado mi única chamarra al niñato ese.

Agradecí enormemente el haber obtenido una mísera cantidad de sueño antes de despertar porque ya no pude dormir en lo que restó de la noche. Sus lágrimas cristalinas, con su mueca de sufrimiento y la belleza apagada de él seguían demasiado frescas en mi memoria como para arriesgarme a dormir y soñar con algo que no quería soñar, fuera erótico o no.

Trataba de recordar al no-tan-roto Frank. El que vino a mi puerta a espetarme suavemente que me alejara de sus asuntos, pero también ese Frank tímido que se atrevió inclusive a sonreírme. Era una desgracia; un ser tan perfecto y lindo, degradado por animales que se hacen llamar humanos.
Puedo confirmar que es perfecto porque fui a clases de dibujo y su rostro encaja perfectamente con el modelo del rostro perfecto, palabra de experto.

Estaba en el proceso de prepararme un café cuando tres sonoros golpes vinieron de la puerta.

Giré la cabeza automáticamente y comencé a debatirme internamente entre si sacar el cuchillo de mantequilla o no. Pero me dije que me vería bastante extraño abriendo la puerta con un chuchillo sin filo, por lo que fui a abrirla sin más, tratando de hacer que mi cabello se viera un poco más decente y aplacado después de días sin pasar un cepillo sobre él.

Abrí la puerta y lo primero que vi fue mi vieja chamarra de cuero, sostenidas por unas manos que tenían pinta de estar gélidas como el mismo hielo. Levanté la vista y sorpresa, ahí estaba Frank.

Su ojo hinchado se recalcaba aún más con la luz matutina, el corte de su ceja parecía tener profundidad esta vez. Esta vez no sonrió ni en lo más mínimo, se veía frágil y débil.

"Te dije que no me ayudaras." Me presionó la chamarra en el pecho, lanzándome hacia atrás por la repentina fuerza.

Creo que iba a decir algo, pero cuando intenté hacerlo me di cuenta de lo bonitos que eran sus ojos.

Cuando él se dio cuenta de que en efecto no iba a decir nada, se dio la vuelta, con el mismo rostro enojado con el que había llegado y caminó hacia las escaleras con paso firme.

"Gerard." Dijo antes de poner pie en el primero escalón. "No quieres acercarte a mí, créeme." Entonces prosiguió a subir por las escaleras con más rapidez de la que esperaba ver.

Corrí atrás de él, antes de que su delgada figura desapareciera.

"¿Cómo sabes que no quiero hacerlo?" paró el paso completamente, meciéndose de adelante hacia atrás, seguramente decidiéndose entre regresar o no.

Movió la cabeza con fuerza y siguió corriendo hacia arriba. Dejándome con una chaqueta con olor extranjero en manos y una pregunta flotando en el aire.

-

Había tenido suficiente. Suficiente de gente con linda apariencia que no quería la ayuda que yo de tan buena gana quería dar.

Habían pasado semanas desde mi llegada al conjunto y aún no había salido más que al mercado de enfrente, a comprar papas y cigarros.

"Estúpido" pensé. Era verdaderamente tonto. No había hecho nada en semanas más que obsesionarme con ese par de ojos lindos y ese rostro de porcelana rota y sus problemas, fumar unas cuantas cajetillas de cigarro y pintar uno que otro cuadro.
Decidí que había sido suficiente, le iba a dar sentido a mi vida. Al menos por unas cuantas horas, después me sumergiría en el abismo de problemas ajenos de nuevo.

Bastaba con alejarse un poco del barrio de ancianitos decrépitos para encontrar un buen lugar; lleno de jóvenes cantando, bailando o charloteando por ahí. Había unas cuantas madres con sus hijos y viejitos que no tenían la pinta de ser de la mafia ejercitando. Me golpeé mentalmente por no haber salido antes.
Tanta gente que pude haber conocido.

Después de divagar un poco me topé con un tumulto de gente. Entré con dificultad entre la bolita y estiré el cuello para tener un poco de visibilidad.
Era un chico con cabello afro dibujando lo que parecía ser un paisaje, pintado al estilo Picasso con el poco realismo que éste tenía. Nunca fui fan de esas cosas, prefería lo realista, natural y magnífico. Algo como Da Vinci o quizá Monet.
Es muy fácil hacer figuritas geométricas y llamarlas arte. Eso creo yo.

"¿Y si pones un poco más de sombra por ahí?" pregunté más inconscientemente que nada.

Todas las cabezas giraron directamente a mí, hasta la del chico en el suelo, que aventó el gis a unos metros de él.

"¿Quieres intentar hacer algo, amigo?" se levantó lentamente, revelando poco a poco su gran altura y musculatura ostentosa. Es raro, porque normalmente los que pintamos o dibujamos parecemos más ramitas endebles que otra cosa.

Me encogí de hombros, sabiendo que no podía salirme de esa sin recibir una paliza.

"¿Por qué no?"

El barullo comenzó a mi alrededor y un gis llegó volando a mis manos. El tal tipo músculos-grandes me miraba desafiante.

Me alejé hasta que encontré un área despejada y suficientemente plana como para trazar sin dificultad y presioné el gis sin tener idea alguna de qué estaba haciendo.

Dejé que mi mano dibujara por su cuenta, eso funcionaba la mayoría de las veces y los dibujos terminaban siendo mucho mejores que cuando estaba en sí consciente. Un bote de plástico apareció repentinamente junto a mí, moneditas cayeron con más y más frecuencia hasta que el traqueteo de éstas cayendo se hizo continuo.

Cuando creí que había terminado me levanté para admirar lo que mi mano había creado.

Era de esperarse, claro, que fuera un retrato de Frank.

Una ronda de aplausos se hizo presente cuando me sacudí el pantalón, pero yo seguía perdido en lo que había hecho.
Creo que era exactamente como Frank se vería si sonriera constantemente, si no tuviera las malditas cortadas en su rostro y las cicatrices permanentes por la falta de atención. Era como se vería si fuera feliz.

Una masa apareció frente a mí, la cual reconocí como el afro amenazante. Me tendió la mano y yo se la di, él la sacudió con tanto fervor que creí que mi brazo saldría volando.

"Esta la ganaste."

Me di la vuelta hacia donde la gente tomaba fotos de mi dibujo y donde el botecito de propina estaba. Oh bueno, era una cantidad generosa.

La tomé y sin más me alejé del sitio; ya no había mucho qué hacer. Si querían podían tomarse el crédito de mi arte, después de todo la satisfacción y el dinero se quedaban conmigo y eso era lo que importaba.

Regresé al complejo de departamentos con un aire de superioridad despidiéndose a mi paso, más que nada porque tenía dinero finalmente, pero una vez en el tétrico lobby el aire se desvaneció como el agua en un día caluroso. La impotencia, insatisfacción y demás sentimientos extraños que el idiota de Frank me daba se encimaron en mí.

Era extraño- quería que Frank fuera feliz sin importar qué. Traté y traté de convencerme innumerables veces que era porque nadie merecía sufrir lo que él sufría, a veces mi mente quedaba contenta con esa excusa, pero muy dentro sabía que eso no era cierto. En la escuela, ¿Cuántas veces no presencié golpes y los dejé de lado? ¿Qué lo hacía diferente?
Tal vez era la culpa que sentía lo que lo hacía diferente sólo a él. Sin embargo, al igual había algo en sus ojos avellana, en el arete en su lóbulo o su sonrisa pícara de lado que sólo había visto una vez.

No era amor lo que sentía por él; estaba lejos de serlo. Una simple atracción podría justificar mis insensatos sentimientos. Eso tenía que ser, y rogué para que no creciera.

Una lástima que Dios nunca escuchó mis plegarias.

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creo que ya nos dimos cuenta todos de que la promesa se rompió (? Pero bueno, gracias por los comentarios y votos y lo que sea que hagan! Ya casi son 400!
Y bueno, éste es el último capítulo que tenía escrito, así que creo que ya no voy a actualizar tan seguido.

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora