Cuatro

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Cuatro

Tal vez les parezca enfadosa la manera en la que todos mis pensamientos llevaban a Frank; pero créanme que así era, tampoco era muy divertido tener que pensar en él día y noche.
Fueron varios días obsoletos y varias noches oscuras, frías y horribles sin poder pegar el ojo. Se escucharon golpes durante varias de esas noches.

La impotencia me hacía querer matarme, aunque me había prometido ayudarlo, no iba a conseguir mucho apoyándolo en su contra.

No sólo había pensado en él de esa manera; otro tipo de pensamientos bailaban por mi cabeza entre los oscuros sentimientos de culpa y vergüenza. Pasaba horas preguntándome cuál sería la historia del tan aclamado Frank.
Ni siquiera conocía su apellido, pero ya tenía miles de millones de posibles escenarios a lo largo de su vida.

Tal vez creció en un rancho, con una familia feliz hasta que a su padre le dio por golpearlo.
Quizá era huérfano, quizá lo adoptó la persona incorrecta y ahora tenía que soportar el maltrato.

Quizás, quizás, quizás...

Todos mis escenarios terriblemente imaginarios llevaban a una escena final heroica, en la que el magnífico Gerard Way salvaba al esplendoroso Frank [inserte apellido aquí]
Después llegaba la parte extraña, en la que las cosas se ponían raras y tremendamente.. gays..

Para cuando llegaba a tales partes del cuento, usualmente ya no estaba despierto. Quedaba a merced de mi inconsciente frustrado sexualmente, que le daba vida a escenas dignas de película erótica/romántica.

En resumen, eran semanas de tortura.

Si mis desveladas sirvieron para algo fue para pintar con la mera intención de distraerme de mis sueños encrespados.
Las pinturas salían tal y como mis pensamientos estaban en el momento que las pinté, por lo que pueden imaginarse los resultados.

A mi fortuna, hay gente que disfruta de pinturas como esas y me conseguí un poco de dinero entre unos cinco recuadros. Suficiente dinero para la televisión que tanto me hacía falta y una copia edición limitada de El Hobbit.

Además de la comida, claro. Comida indispensable.

Jacky asimismo me pidió que pintara unas manzanas para su cocina y que la ayudara a poner unos estantes. Era una ancianita encantadora. Bastante habladora y risueña, me contaba de su vida y después me preguntaba sobre la mía, era tan fácil abrirse a ella que nuevamente consideré el hecho de que en lugar de anciana dulce fuera una bruja cruel.
Me dije que ya me hubiera matado si así lo fuera, así que seguí escuchando sus historias y comiendo de las empanas de calabaza que me daba.

Algunas veces comía en las escaleras. Tal vez Frank se viera en problemas una vez más y entonces yo estaría ahí, casualmente comiendo empanadas, dispuesto a apoyarlo y darle cobijo por tanto tiempo como él lo requiriera.

Pero él nunca bajó las escaleras.

Los ancianos decrépitos me veían al pasar de los días, cada vez ligeramente más despectivos que el día anterior. Lo peor de todo era sonreírles o darles los buenos días y que los ingratos te hicieran muecas. Yo era el joven ahí, ya veríamos quién llamaría a la ambulancia cuando les estuvieran dando el patatús.

No sabían que yo de hecho, era un pobre muchacho con las inocentes intenciones de salvar a mi igual de las manos de un padre hijo de perra.

Seguía bajando las escaleras rutinariamente porque sabía que Frank tenía que bajar tarde o temprano, un día de esos.

Mi generosidad me estaba llevando a la locura lentamente. Girar en torno a Frank no era saludable en ninguna galaxia, tendría que despegarme de él, pero no podía.

Mi vida es un buen ejemplo de cómo no adaptarte a un nuevo conjunto de departamentos.

Una noche, la única maldita noche que pude dormir con sueños decentes algo me despertó. Alguien bajando las escaleras, para ser exactos.

Miré el reloj: a las dos y media de la mañana no podía haber mucha gente bajando desde el quinto piso, tenía que ser él.

Últimamente tomaba mis precauciones y me dormía vestido, en caso de que tuviera que seguir el protocolo Frank en medio de la noche. Solamente tuve que tomar mi chaqueta de cuero, olvidando por completo el cuchillito de mantequilla. Abrí la puerta con cuidado de no despertar al anciano refunfuñón de enfrente o a Jacky.
Aunque las luces estaban apagadas, ya había bajado las escaleras más veces de las necesarias; el camino, la longitud de cada escalón y las fallas en cada uno de ellos estaban grabados en mi mente, permanentemente.

Doblé en el último piso y efectivamente, ahí estaba. Escondido en sus rodillas, en la acera que daba a la calle frente al edificio, temblaba sin pausa como un pequeño roedor. Suspiré y salí por la puerta principal, demasiado rápido como para que mis pensamientos tuvieran oportunidad alguna de detenerme.

"¿Frank?" me agaché a su lado, en cuanto puse mi mano sobre su hombro, pegó un brinco y comenzó a temblar con más fuerza.

"Déjame en paz." Un gran ejemplo de cómo no tratar a alguien cuando te ofrece ayuda.

"¿Estás bien?" pregunté tan suave como pude. Inmediatamente me castigué mentalmente por el grado de estupidez de la pregunta formulada.

"¡Sí! ¿Puedes dejarme solo ahora?" levantó la cabeza, revelando ante la luz de la luna sus ojos rojos, inundados de lágrimas. Un moretón en su mejilla junto con otro corte en la ceja, idéntico al que tenía el día que apareció en mi puerta resaltaban lo pálido de su rostro famélico, lucía todavía peor a la última y primera vez que lo vi.

"No, no puedo. Quiero ayudarte." Exclamé

"¡No quiero tu puta ayuda!" me gritó en un sollozo, que explotó en sollozos aún más incontrolables que los previos. "Te lo había dicho."

Un nudo se formó en mi garganta y un hormigueo de mal presagio me cosquilleó el estómago. Era hora de dejarlo en paz, por el momento.

Me levanté al tiempo que me sacudía el trasero de los posibles residuos que la acera pudo dejar en mi pantalón. Llevaba una simple playera debajo de la chaqueta, pero Frank estaba pasando por un peor momento que yo, sin más palabra me la quité y la posé sobre sus hombros vibrantes, él no se quejó y su estremecimiento cesó levemente.

Lo observé sollozar en sus rodillas nuevamente, con la impotencia siendo mi peor enemiga. No mostraba señales de que fuera a deshacerse de mi chaqueta, por lo que di la vuelta, abrí la puerta y comencé a subir las escaleras, con una pizca de satisfacción en mis venas.

Miré hacia atrás, Frank seguía ahí. En la misma posición endeble que antes.

Estaba tan vulnerable ahí, a mitad de la calle. Era suficiente para matarme lentamente.
Por obvias razones uno podía ver que tal vez Frank no era el mejor ser humano del planeta, pero creo personalmente que es porque no le quedaba de otra.

¿Con cuánta gente habrá hablado durante toda su vida? ¿Habrá tenido un amigo alguna vez?

Sacudí la cabeza, camino a mi apartamento. Ahí iban los pensamientos generosamente incómodos y no podía permitirlos en esos momentos. Mis esperanzas y expectativas eran excéntricamente falsas, nunca podría ser amigo de Frank ApellidoMisterioso. No sabía si rendirme con él o seguir luchando, luchando por algo que ciertamente no quedaba en mi poder en ninguna manera.
Era el destino que le había tocado jugar, y cada quien tiene que jugar el suyo. No podía meterme yo y alterar el transcurso de su vida y lo que le seguía. Pensé que quizá debería dejarlo así, Frank al final enfrentaría ya fuese un trágico final, que acabaría con todo su dolor o con un poco más de suerte, el chico razonaría y huiría.
Pero también pensé que de igual manera, su destino podría ser otro. Su destino podría involucrar alguna intervención, probablemente Frank no podía salvarse a sí mismo. Tal vez su destino era ser dependiente y que alguien llegase a salvarlo. Ahí entraba yo.

¿Pero cómo ayudar a alguien que no quiere tu ayuda?

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Rompiendo promesas por todas partes n.n pero bueno, vamos bien y quería dejarles esto.

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora