Veintidós
Una enfermera desconectó a Frank de los millones de tubos transparentes conectados a su brazo y muñeca. Una chica amable, ni siquiera se quejó, aunque sabía que podía perder su empleo. Cedió ante una pequeña sonrisa del castaño en la camilla.
Al principio fue confuso, me preguntaba una y otra vez qué razones tenía para ayudarnos a escapar. Pero luego recordé que en teoría, Frank me había hecho tirar toda mi vida por la ventana y todo cobró sentido. Recordé, que llegué al punto de dibujarlo a mitad de un paruqe concurrido, con materiales ajenos. Recordé su frialdad superficial, y casi río ante la imagen.
Comparando al chico en la camilla, el que jugueteaba con sus dedos en ansiedad, chinos rebeldes al costado de sus orejas y una apariencia famélica pero adorable, con el chico que apareció frente a mi puerta con papel en mano, moretón en ojo, a decirme que sacara mi nariz de sus asuntos, era difícil creer que era la misma persona- Frank Iero, el que inventó su cumpleños, el amante del café y el enfermo del corazón.
Pensándolo más a fondo, quizás su corazón se cansó de soportar tanto. De fingir, y en especial, de callar.
También recordé la primera vez que lo besé, con culpa. El segundo beso fue por mucho, mejor. Sobre la rueda de la fortuna, sintiendo que moría, pero a la vez, que volvía a nacer, sólo para él, para ver a nadie más que a él.
Recordé cuando Cheech apareció frente a nuestra puerta, y recordé cuando huyó.
Más importante, recordé que Mikey aparecería en cualquier momento, empujando la silla de ruedas con la que secuestraríamos a Frank.
Llevaba mucho tiempo encerrado en mis pensamientos, manos desganadas sobre mis rodillas temblorosas y débiles. Frank lo sabía, y se aclaró la garganta. Nunca lo mencionó, pero creo que odiaba el silencio.
"Repasemos el plan." Plan que ya habíamos repasado cincuenta y ocho veces, y podríamos llevar a cabo hasta en sueños. Ni siquiera era un plan, y el querer repaarlo era nada más que una táctica cliché para escapar del silencio en el que me había sumido.
Lo que no sabía, era que si no estaba hablando con él, entonces estaba pensando en él. Y si no estaba haciendo ninguna de las dos, probablemente estaba durmiendo, y si estaba durmiendo, muy probablmente estaba soñando con él.El tipo de hábitos que solían enfermarme eternidades atrás, cuando las estrellas eran sólo estrellas, no reflejos de sus ojos. Y cuando el café era sólo lo que tomaba en la mañana, cuando la taza azul que alguna vez me regalaron seguía intacta en el gabinete de mi cocina. En resumen, antes de Frank.
Me pregunté cuánta gente había cambiado por completo sólo por una persona así como yo lo hice.
Pero luego recordé que tenía una petición sin responder.
Rodé los ojos, mirando al chico poco después. "Salimos; tomamos el pasillo izquierdo y seguimos hasta alcanzar el elevador."
Frank intervino. "Si hay doctores entonces..-"
"Entonces tomamos las escaleras,"
Suspiró, cerrando los ojos por un momento. Y yo no ansiaba nada tanto como saber en qué pensaba en ese preciso instante.
¿Estaba ansioso? ¿Feliz?
"¿Y cuando estemos abajo?" Preguntó.
Giré la mirada, hacia la puerta. Como si ello puediera invocar a mi hermano.
"Cuando estemos abajo... Improvisamos."
Para que nuestro 'plan' surgiera a la perfección y pudiéramos llevar a Frank hasta el auto de Mikey con seguridad, sin un rasguño y con sonrisas en rostro, necesitábamos tiempo. Tiempo, horarios y doctores que estuvieran dispuestos a ayudarnos.
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Mi Nombre es Frank -Frerard-
FanfictionEntonces su mundo se dividió en dos posibilidades; ayudarlo, salvarlo de su miseria y a sí mismo en el camino, u obedecer y sufrir con la constante tortura de escuchar los llantos dos pisos arriba. Después de todo, Gerard sabía que nunca podría tene...