Diecisiete

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Diecisiete

Como un derrame cerebral. Supuestamente pierdes por completo la percepción del tiempo.

¿Qué día es hoy? ¿Y Frank? Oh, claro, se fue. Ha, sí me dejó, pero ¿qué día es hoy? ¿Qué año es?

Ya no importaba. Una visita semanal de Mikey, solamente para asegurarse de que no me había ahogado en mi propio vómito, o para evitar que me tirara de la azotea, la misma azotea en la que Frank me había contado sus secretos de la infancia, en el que vació el contenido de su pesado corazón en mis manos.
Pude haberlo salvado.

Supongo que era él el que no quería ser salvado.

Lo peor de todo no era el hecho de que se hubiera ido, sino la tortura diaria de no saber dónde estaba, o cómo. O si seguía vivo, ¿seguía tomando café a diario? ¿Pensaba en mí?

Frank se había ido con su papá, con Cheech. Nadie sospechó siquiera, hicieron caso omiso a mis plegarias, y Jacky dijo que buscarlos era mala idea. Después me dio un pay de calabaza, me hizo feliz por unos instantes, sólo unos segundos.

Por lo poco que sabía, podía estar viviendo en un callejón, (si es que vivía) golpeado, triste y desolado. Esperando hora tras hora que el restaurante tirara la basura para comer un poco. No era lindo pensar en ello.

"Gerard." Dijo Mikey en su visita semanal de Domingo, mucho tiempo después de que Frank rompiera su taza en el piso que él estaba pisando en ese mismo momento. "Oye, Gerard." Insistió, si lo ignoraba, se cansaría y eventualmente dejaría de hablar. "Gee." Tal vez cuando se le acabaran los sobrenombres.. "Hermano. Hermanito. Gee. Gerard. Oye."

Seguía siendo un enano intentando dejar la pubertad atrás, pero eso no disminuía mis ganas de matarlo en mis días malos.

Es decir, todos los días.

"¿Qué quieres?" Él sabía que no era como si pudiera quitarle la amargura a mi voz- uno aprendía a vivir con ella.

"Hay que salir." Sonrió.

Negué la cabeza, sólo una longeva vez. "No."

"¿Hace cuanto tiempo no sales de este apartamento, Gerard?" Se paró del sillón, dejando caer sus largos brazos cubiertos por muñequeras a sus costados. Lucía algo, solo un poco, irritado.

"La semana pasada fui a la tienda..." me defendí, adoptando un tono inocente, siendo que la víctima ahí era yo.

Llevó las manos a su rostro naturalmente alargado, talló varias veces, soltando un suspiro entre sus dedos. "Sabes que no es a lo que me refiero." La cara que ponía cuando estaba decepcionado se parecía bastante a la mía; si usara lentes, y si fuera más alto, y menos gay, tal vez seríamos casi gemelos. No mucha gente lo notaba, pero yo siempre creí que Mikey era un pequeño yo. "Vamos. Sólo una vuelta al parque."

"Al parque no."

Creía que si llegaba a poner pie en ese parque, el retrato que alguna vez hice seguiría ahí, sus grandes ojos en gis mirándome. Pidiendo ayuda que nunca podría darle.

Mikey alzó una ceja, evitándose las preguntas.

"Frank." Dije, sabiendo que no necesitaba más para comprender.

Suspiró, como si fuera a decir algo. Luego se retractó, y después se limitó a mirarme frustrado. Fingí no sentir sus ojos en mi espalda. "Tienes que superarlo algún día."

Cinco palabras, un gran no.

Reí, pero cualquiera sabía que esa no era una risa, no. Era sarcasmo, cinismo y dolor, que habían encontrado una forma física de salir de mí.

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora