Veinticuatro

1.9K 220 206
                                    

No hay nada más bello que despertar con el sonido de un gato maullando.
Y una persona respondiéndole.

Cuando abrí los ojos sólo pude ver el brillante color amarillo, mezclado con rayos naranjas. Lo más fascinante eran las bolitas de polvo flotando por ahí, sin preocupaciones, sin propósito, sin vida. Algún sentido tendrá la frase "polvo eres y polvo serás"

Palmeé el pedazo de cama junto a mí, Frank no estaba, del golpe en las sábanas sólo surgió todavía más polvo, cosa que yo creía imposible. Con un ojo medio cerrado y una mueca en rostro, me senté; afuera resonaban pájaros y una podadora en la distancia, desde la cocina venían voces.

"Sí, sí, miau a ti también. Ahora, gato, ¿tienes alguna idea de dónde está el azúcar?"

Mis pies tocaron la fría madera, tan empolvada como el resto de la casa, y deambulé hasta la puerta. El característico sonido de una cuchara chocando contra las paredes de una taza de cerámica provenía de detrás de la puerta, Frank canturreaba algo, en un tono ridículamente agudo y alto.

Parecía ser una día bastante bueno. Soleado, polvoso. Mañanas de café.

Café.

Café.

"¡FRANK!" Abrí la puerta con fuerza, emergiendo de la habitación para toparme con la imagen de Frank en ropas holgadas, sin pantalones y con mejillas sonrojadas. Mano sosteniendo la cuchara que revolvía el líquido dentro de su nueva taza celeste.
Al lado de él, una bola castaña, afelpada y desarreglada de pelos.

Tanto el chico como el gato giraron su cabeza hacia mí, ojos avellana comparándose con unas distinguidas pupilas alargadas, de bordes finos y lagos azules al rededor de las mismas.

"Oh, Gee, buenos días." Saludó, radiante y contento. Pero yo marché hasta la mesada, tomé la taza, que no solté aunque quemaba, Frank estiró los brazos, intentando tomarla de vuelta. Alcé la taza tan arriba como pude, sabiendo que el chico no la alcanzaría ni aunque saltara.

"Te dijeron, Frank Iero, que no tomaras café." Lo regañé, él abrió la boca, lo u poco importó y seguí. "¡No es tan difícil comprenderlo!"

"Pero Gee..-"

"¡Pero nada! ¡Te saqué del hospital, para hacerte feliz! Podrías al menos..."

"Gerard..."

Presioné un dedo contra sus labios, silenciándolo. Rodó los ojos.

"Frank, ya sé que te encanta el café, pero si de verdad quieres..."

"¡Es té!" Interrumpió, gritando y golpeando los pies con fuerza en el suelo. "¡Té de manzanilla!" Levantó los brazos, y añadió pausas a sus palabras, haciendo más drama, causando más culpa en mí.

El gato maulló. Yo, con los labios en una línea recta, bajé el brazo que sostenía la taza caliente como el infierno. Lentamente, la llevé a mí nariz para comprobar que, en efecto, no olía a café y que el líquido tampoco era color café, sino uno transparente con cierto fantasma de verde.

"Oh." Dejé la taza en su lugar, gotitas caían por los lados. "Lo lamento."

Los brazos de Frank cruzaban sobre su pecho, estaba viéndome a los ojos, cejas jaladas hacia arriba con levedad. Suspiró y tocó mi mejilla, por sólo un instante, no más de dos segundos, antes de quitarla y salir del oprimido espacio entre la mesada y yo.

"Sería bueno que confiaras en mí." Sonrió, una sonrisa real, algo triste, que esbozaba empatía y lo dolido que estaba por mi falta de confianza. "Créeme que quiero salvarme tanto como tú quieres hacerlo."

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora