Seis

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Seis

"Corriendo lejos y huyendo contigo, es todo lo que jamás quise."

¿Cómo invitas a alguien por un café?
Más bien, ¿Cómo invitas a un chico que sufre de abuso doméstico y problemas de ira por un café?

Repetí una y otra vez frases clichés frente al espejo: '¿Me acompañarías por un café?' 'Iba camino a la cafetería, ¿vienes?' 'Creo que me gustas, y tal vez si me acompañas por un café pueda averiguarlo mejor.'

Nada sonaba correcto. Menos siendo Frank a quien pretendía invitar.

Mi cabello había tenido días mejores y las bolsas debajo de mis ojos, que algún día brillaron verdes y febriles, fueron menos notorias cierto tiempo, pero desde mi llegada al conjunto no había dormido, no había comido bien y me había preocupado en mucha mayor medida de la saludable. Además de que el poco dinero que recaía en mis manos terminaba siendo un café para un chico que podría muy bien rechazarme.

Así que, como hacía unos días atrás, me senté en las escaleras, esperando paciente a que Frank bajara y yo pudiera así invitarlo por un simple café, sin mayor razón. Sin las intenciones de sonsacarle información o secuestrarlo y alejarlo del sufrimiento, solamente una tarde fuera. Si no me dejaba ayudarlo al menos trataría de hacer su existencia más alegre.
Quería ser esa persona que le da sentido a las vidas de los demás cuando mi vida en sí era insensata.

Pasaron varios días; casi una semana. Mis vecinos pasaban a mi lado día tras día, pero nunca era el vecino que esperaba. Eran los vecinos viejos y regordetes de siempre, los que nunca paraban de alegar cómo mi existencia estaba obstruyendo espacio crucial en el paso de las escaleras.
Lo cual era una exageración, quedaban fácilmente dos metros de sobra cuando yo me sentaba en las escaleras, y aunque el estómago de ciertas personas tenía un diámetro inusual, aún podían bajar con facilidad.

Me preguntaba acerca de qué hablaría con Frank si accedía a salir conmigo. No parecía ser un chico normal, y en parte ese era uno de los factores que más me atraían de él, pero por otro lado, hacía las cosas mucho más difíciles.

Pero no era una cita, era una simple salida como compañeros que quieren entablar una amistad.

Jacky bajaba de vez en cuando, y nunca con las manos vacías. No sé por qué una ancianita como ella apreciaría a un adulto inmaduro como yo, pero el cariño era correspondido.
La mujer siempre cargaba con comida dulce cuando bajaba a verme en el primer escalón. Me la daba y yo la recibía sin hesitación; las empanadas de calabaza eran mis favoritas, seguidas de los buñuelos y el pan dulce.

Un postre diario, y creo que alcanzó a darme cinco raciones de empanadas de diferentes contenidos, tres dotaciones de buñuelos y dos de donas antes de que Frank bajara las escaleras. Diez días, si mi memoria no falla.

Bajó cabizbajo y obviamente triste. Bajó despidiendo depresión suficiente como para contagiar a una ciudad entera, furia suficiente como para matar a un toro y menos ganas de vivir que un muerto.
Entonces entraba yo, a intentar salvar su día.

Me sacudí las migajas de pan del pantalón, parándome antes de que el chico se fuera. "¡Hey, Frank!" exclamé, mi voz era terriblemente vergonzosa. Frank paró su paso en seco, jalando su capucha discretamente antes de darse vuelta para encontrar sus ojos avellana con los míos cansados.

Suspiró. "Gerard, cuando dije que no quería tu ayuda lo dije en se..." no terminó, yo interrumpí su intento de alejarme, no dejaría que sus ojos o actitud fría me distrajeran ni una vez más.

"Esta vez no quiero ayudarte." Abrió la boca, seguramente quería debatirme y regañarme. Decirme como no quería nada de mí, pero luego se dio cuenta de lo que dije y las palabras chocaron en su garganta sin poder salir.

No pude evitar sonreír, sabiendo que el chico no podía huir de mí esta vez.

"¿Qué?" preguntó suavemente, su tono quedó flotando en el aire. Quién sabe si lo preguntó o ambos imaginamos que lo hizo.

"Un café." Respondí, ahorrándome miles de palabras innecesarias. Tanto tiempo practicando tanto discurso, para resumirlo todo en un sustantivo.

El rubor hizo su camino hasta sus mejillas redondas: coloreándolas de un rosa tenue, luego un rojo furioso hasta finalmente desaparecer en sus facciones pálidas una vez más. Prosiguió a mirar hacia atrás, como buscando a alguien.

Se señaló a sí mismo. "¿Te refieres a mí?" asentí divertido, no había nadie más en la habitación.

"Si no dices que sí hoy seguiré insistiendo hasta la eternidad."

Sonrió, creo que esta vez fue de verdad. Así como creo que es la mejor obra de arte que alguna vez vi.

Fue cuando sonreí, que me di cuenta de que lo nuestro tal vez no era solo atracción. Tal vez había caído más profundo y no me había dado cuenta.

Tal vez repito tal vez muchas veces.

Frank permaneció estático unos instantes que se sintieron como cinco inviernos. Balbuceaba pero sin emitir sonido alguno, hasta que volvió a sonrojarse y sonreír al mismo tiempo, cosa que a mi parecer fue increíblemente dulce.

Entonces, lo más increíble sucedió; Frank movió la cabeza de arriba abajo.

Me contagié de su sonrisa y pronto me encontré riendo. Frank suspiró y se pasó una mano por el cabello, levantando ambos brazos para después soltarlos desganado al tiempo que yo me acercaba convencido a él. Le tendí mi brazo en espera de que enganchara el suyo, después de unos cuantos instantes más, accedió.

Así, con nuestros brazos asemejando una cadena salimos del complejo, a la horrible calle que escondía la belleza que había no mucho después. Mi intención era ir hacia allá-al lugar de los artistas y mi más reciente fuente de dinero.

"¿Por qué haces esto?" preguntó Frank repentinamente. "¿Qué hace un chico como tú, interesado en un chico como.. yo?" no supe si sentirme bien-porque al final, el chico me estaba halagando, o tal vez era lo opuesto, pero esperemos que no. Pero también se estaba rebajando a sí mismo, y yo no quería eso, no sé por qué, pero no podía permitirle que se sintiera menos. Frank merecía el mundo y más. Frank merecía mucho más que yo, era un niño que el mundo trataba de corromper.

"¿Por qué no?" respondí su pregunta con otra pregunta. "Digo, pareces ser lind.. es decir-interesante. Si no quieres mi ayuda, al menos puedo ser tu amigo." Escondí mi rostro colorado. Casi confesaba que lo encontraba lindo. Qué horror.

"Gracias, supongo." Arqueó una ceja, de seguro se dio cuenta de mi error.

Seguimos caminando sin hablar. El chico junto a mí parecía conforme con el silencio, a mí tampoco me incomodaba. Un poquito, tal vez.
Respiraba con el constante miedo de que Frank saliera corriendo en cualquier momento, pero llegamos a la cafetería con luces agradables y él seguía a mi lado sorprendentemente. Mi estómago dio vueltecitas y no pude evitarlo.

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¡Y sigo rompiendo la promesa! ¿Pero saben qué? ¡YOLO, ya somos mas de 600, graciaaas!
Un gritillo a Killthetommo porque hallé el cargador de mi compu, y porque le agradezco infinitamente sus palabras de apoyo. Gracias c:

Mi Nombre es Frank  -Frerard- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora