Catorce
Son las pequeñas cosas en la vida las que te hacen disfrutarla más.
Piezas a media noche en guitarra, carcajadas cubiertas y tazas de café en la madrugada era nuestra rutina asimétrica del momento.
Los domingos eran de panqueques mientras que el resto de la semana nos limitábamos a desayunar cereal.Hacer panqueques los domingos involucraba todo un ritual, desde tibiar la leche para que se mezclara mejor con los huevos, hasta batir con la suficiente rapidez la mezcla para después untarlos en mantequilla y esparcir miel sobre ellos. Yo usaba de maple, Frank de abeja. Había descubierto su gran afición hacia lo dulce, azucarado.
Por ejemplo, su café; vaciaba sin excepción tres cucharadas rasas a la taza, sin preocuparse acerca de entrar en un coma diabético después de tomar el líquido. Mi alma amarga exigía un café de la misma complexión."Gerard, ya no hay miel." Gimió el enano desde la cocina.
"Hay de maple, pequeñín." Entrecerró los ojos, pero sin importar lo que hiciera, Frank Iero no podía verse agresivo.
Cuando notó que su mirada amenazante era poco efectiva, recurrió a las plegarias.
"¡Pero Gee, necesito mi miel! ¡Mis panqueques no sabrán igual sin miel!" rogó, sacudiéndome por los hombros levemente.
"¿Qué gano si voy por tu miel?" ahora fue mi turno de entrecerrar los ojos. Frank lo pensó un poco antes de que una idea cruzara su cabeza. Después de todo, yo sabía que al final iría a la tienda por miel.
"No sé, tal vez un beso." Arqueó las cejas y se cruzó de brazos, y así, después de plantar un beso en su mejilla, me encaminé hacia la puerta.
Lejos de ser incómodo, nuestra relación estaba en un punto en el que se nos olvidaba que éramos algo. Podíamos pasar de compañeros groseros compartiendo piso a amantes desesperados en cuestión de horas. Mi problema es que era todo tan rosado y bello, era difícil creer que era verdad, era difícil recordar que Frank y yo éramos en efecto, algo. No novios, porque el término lo asustaba, pero algún día.
El problema de Frank es que seguía siendo tímido, supongo que eso es algo que nadie le iba a quitar y estaba bien, sólo lo hacía más perfecto a mis ojos.Unos minutos después, estuve dentro del mercado, en búsqueda de la aclamada miel de abeja, el suplemento alimenticio de Frank.
El enano, además de ser mi pequeña fuente de felicidad, también era la hormiga en mi casa arrasando con todo lo azucarado a su paso.
Cierto día lo encontré con una cuchara dentro de su boca y el bote de azúcar a su lado.
El pasillo de miel era amplio. Quién sabe por qué hay tanta variedad, se supone que toda la miel viene de las abejas y todas tienen lo mismo, así que tomé el primer envase en mi camino y sin mayor rodeo salté hasta la caja.
El dependiente de la tienda, un hombre de la tercera edad, grande y bigotón, parecía estar muy ocupado hablando con otro como para prestarme atención a mí, el cliente de apariencia extraña.
"¿Dices que desapareció sin más?" preguntó el servidor.
"No, no, mi Frank no desaparecería así, alguien lo tiene." La voz del hombre amenazaba con romperse, había grandes probabilidades de que no fuera de manera genuina. Con esa pequeña frase, el hombre bigotón de la caja abrió los ojos en impresión y asintió en reconocimiento, pero el mundo para mí se había detenido.
Después de semanas de felicidad, el asunto del Sr. Iero se había dejado algo más que de lado. Lo más cercano que teníamos a una conversación en torno a él eran las pequeñas charlas de consuelo a altas horas de la noche después de una pesadilla.
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Mi Nombre es Frank -Frerard-
FanfictionEntonces su mundo se dividió en dos posibilidades; ayudarlo, salvarlo de su miseria y a sí mismo en el camino, u obedecer y sufrir con la constante tortura de escuchar los llantos dos pisos arriba. Después de todo, Gerard sabía que nunca podría tene...