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Garrett y Giséle Rosseau querían algo mágico, no necesariamente un hechizo o una criatura de cuento, solo querían tener su propia historia feliz, como en aquellas historias que tanto amaban. Isabelle fue una hermosa dama, maldecida por su c...
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No sabían qué les había pasado al ver ese brillo. Más importante esas rosas. Más importante, con la que Garrett tomó. Solo sabían que la ama había alzado su garra hacia ellos.
No pensaron. Garrett solo la agarró de la mano, y corrieron, lejos del castillo. Ella... lo había hecho... intentó hacerles daño...
Abrieron y cerrando sus puertas, sin rumbo, terminaron varados en medio del nevado bosque, donde su madre había terminado por entrar a ese castillo.
Y ahí estaban, sentados en la nieve. En el frío de esa noche. Apenas habían dormido. Habían tenido el susto de sus vidas, y se sentían unos idiotas. Entrando a un lugar prohibido, y escapando de aquel castillo.
Y no sabían siquiera, si regresar.
--No debimos entrar allí --Murmuró Giséle. Tal vez, si no la hubiesen provocado, todo estaría bien. O tal vez, si ella no los hubiese regañado de esa forma tan... monstruosa, también estaría bien.
Sabían en lo que se metían... ¡Siempre sabían en lo que se metían! Desafiar al novio de su madre, o quedarse en ese castillo, o casi tomar una de esas rosas.
Pero, su seguridad siempre desaparecía, una vez que tenían las consecuencias. Siempre se arrepentían, de cualquier decisión...
Y ella... ya los odiaba. Siempre sentían que arruinaban todo... como la felicidad de su madre, o la felicidad que tenían en ese castillo momentos atrás...
--Nos intentó atacar... p-pudo matarnos... --Garrett tartamudeó al oír sus palabras, casi las mismas palabras que había murmurado en ese recorrido por el castillo, salir de su boca otra vez. Miró el brazo donde la bestia le había hecho el desgarre. Un pequeño rasguño en el brazo, al menos, pudo ser peor.
