''¡Belle, están desaparecidos!''

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''Tranquila Belle, ¡Por favor!''

Claro que no le haría caso a las suplicas de Angélique y Victorie. No dejaría a esos mocosos ahí. ¡Ellos sabían que no debían estar ahí! No importaba todo que intentasen mimarles o cubrirlos en sus travesuras.


Entró, dejando que la puerta se cerrase sola. Lo primero que pudo notar, fue como todo estaba fuera de lugar: El armario de su madre, abierto, el maquillaje de sus padres, fuera de sus lugares, la pintura, su antiguo diario... Dios, el diario estaba en el suelo, abierto, y la pintura... seguía ahí... intacta.


No estaban en ningún lugar de la habitación. Excepto... la cortina, que ocultaba las rosas... cerca de la pintura...

Por supuesto que la abrió. Y ya saben qué encontró. Llena de impotencia, vio como una de las rosas caía al suelo, marchita.

No otra vez... no otra vez, se dijo, conteniendo sus lágrimas.

Aún era orgullosa, no quería que nadie la viese llorar. 

Mucho menos ellos... 


Tal palo, tal astilla, se lo habían quitado. 

No solo tiempo. Esperanza.

No sabían qué costaba... pero lo supieron, una vez que la sombra de la bestia los cubrió, y dejando caer la rosa, confundidos, vieron el rostro furioso de Belle en el espejo que parecía tener mil pedazos rotos.

Se voltearon. Belle nunca había visto unos rostros tan asustados como esos, ni siquiera cuando sus sirvientes la vieron como un monstruo por primera vez, ni siquiera cuando le gritó a Victorie por primera vez, nada podía ser comparado....

--Ustedes... ¿Qué estaban haciendo aquí? --Gruñó. Era una voz baja, pero que les hacía temer al escucharla. Tan solo oírla, se arrepintieron de haber roto las reglas, pero era tarde. La ama no podía perdonar el mismo error dos veces tan fácilmente.

Se quedaron callados unos segundos, hasta que Belle, desesperada, con mil emociones, y aunque intentaron correr de ahí sin medarle palabra, los agarró a ambos de las muñecas, y su grito los obligó a hablar. --Dije... ¿¡QUÉ ESTABAN HACIENDO AQUÍ?!

--¡Lo sentimos! ¡Lo... pagaremos... n-no lo  volveremos a hacer! --Suplicó Giséle, asustada. Ninguno tenía una razón justificable para excusar su presencia en ese lugar. Se lo tenían merecido, como todas las veces que su madre los trataba así... lo merecían.

Les Rosseau et la Bête (RETELLING) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora