Se llama amistad (Parte 1)

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Erase la vez que Giséle entró al cuarto de Belle, otra vez a limpiar. Se veía mejor, mucho mejor que la última vez. Aún se preguntaba qué historia había tras todos esos cuadros y el castillo, pero entendía que en el castillo no quisieran hablar de ello.

Belle debía estar revisando el trabajo de los criados, como lo solía hacer. Algo raro es que, después de su incidente en el cuarto del cerrojo dorado, Belle ya no actuaba de forma tan... gruñona, grosera, y malhumorada. Estaba empezando a hablarle a los sirvientes con más tranquilidad, incluyéndolos a ella y a su hermano. 

Giséle decidió no pensar mucho en ello. Estuvo limpiando bajo su cama, su silla, y finalmente, su espejo, roto. Quizás Belle debió que era muy delicado limpiar algo roto, que se puedo romper aún más tan fácilmente, pero no lo dijo.

''¡¡Auch!!'' Gritó. Se calló al instante al pensar que un cuarto del castillo debió haberla escuchado chillar como loca. 

Se estaba convirtiendo en Belle.

¿Y qué pasó? Preguntarás. Un pequeño pedazo cayó del espejo, y le hice un pequeño corte en la palma de la mano. No era un gran corte, pero le dolía, y mucho. La joven se alejo del espejo, esperando que la ama no llegase a verla después del grito que había pegado. 

Pero llegó.


--¿Giséle? --Belle estaba confundida, y algo preocupada por el grito.

--Oh, Belle, yo... hola. --Dijo, sonriendo. Belle la agarró suavemente de la mano.

--¿Qué pasó? 

--Oh, nada, solo... solo un espejo.

Belle sonrió, la joven lo decía de forma tan dulce que parecía no haber problema, aunque sí lo había. --Nada, solo un espejo. --Imitó a la joven, era una frase algo incoherente. 

Giséle le hizo un puchero. --Yo no sueno así. Solo me corté, no es un muy grave.

Y le mostró la herida. Belle la acarició suavemente, con temor de hacerle daño con una de sus garras. Luego miró a Giséle. --¿Te puedo preguntar dos cosas?

--Eh, supongo. Tú eres la ''ama'' --Respondió Giséle divertida. Belle río. 

--Je, bueno... ¿Necesitas ayuda? 

--Oh, digo... me duele, pero sanará. --Respondió la joven tímidamente. Si algo odiaban los hermanos Rosseau, es que la gente se preocupará en exceso por ellos. 

Belle miró la herida una vez más. Estaba roja. Y claramente, podía ver la mirada de Giséle aguantando el dolor.

--Siéntate en la cama. --Le dijo, con una pequeña necesidad de ayudarla. Todo el vendaje que encontró fue el pequeño vendaje que sobró de cuando estaba siendo curada. Lo habían dejado ahí, quizás por si necesitasen atenderla en su mismo cuarto una vez más. 

Les Rosseau et la Bête (RETELLING) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora