Capítulo 1: el comienzo

2.7K 186 39
                                    

Abrí la heladera para verificar si tenía alguna comida rápida para prepararme, pero nada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abrí la heladera para verificar si tenía alguna comida rápida para prepararme, pero nada. En realidad, sí habían dos cosas, solo dos. Ni más ni menos que eso, pero si era sincero, no era nada saludable (ni siquiera comible). Cerré la puerta de un golpe, pese a que tampoco me importaba mucho, el hambre era mayor.  

Quise darme la cabeza contra la puerta de la heladera, frustrado. Las ansias de gritar fueron mayores a las que generalmente tenía de seguir viviendo. Intenté calmarme lo suficiente como para que eso no me importara mucho, de todas formas no es como si fuera a vivir mucho más.

El ruido chirriante del teléfono me trajo de vuelta a la realidad. Crucé la distancia que me divida del refrigerador hasta la cama, donde mi pobre teléfono esperaba. Me senté sobre el colchón y al revisar, por fin, las ganas de gritar se esfumaron del todo.

Número desconocido.

Cómo nadie respondió y la oficina de seguridad estaba vacía, dejé el paquete junto a la puerta. Presiona para ver más…”

No tenía ni el más mínimo interés de ver más, con solo esas palabras fui “feliz”. En lo que cabe, por supuesto, así que me levanté de la cama y fui a abrir la puerta. Bajé la vista hacia el suelo, esperando observar la caja de fideos intacta. Grata fue mi sorpresa al ver que estaba destruida; era extraño. Miré hacia los lados, en busca de algún indicio que me dijera que habían vecinos muy poco éticos que osaban de robar a otros. No hubo nada más que un rastro de envolturas y fideos rotos.

No era normal, pero yo tampoco sabía lo que significaba esa palabra desde hacía tiempo. Así que me animé internamente para seguirlos. Este me llevó hasta la puerta de el apartamento vecino, el cual tenía la puerta abierta. No es que me incumbiera la vida de los demás y que deseara meterme en su “hogar”, pero habían tomado mis cosas. Eso no lo podía dejar pasar.

Terminé por entrar, pese a que muy dentro de mí no quería hacerlo y quedé paralizado al ver como en el piso del apartamento habían rastros de sangre. Tragué saliva, me fue difícil de pasar por los nervios. Seguí avanzando un poco más, cuidando de no tocar nada que me delatara. “Crunch, chomp” sonaba sin cesar, causando escalofríos en mi cuerpo. Pude observar envolturas de fideos rotas y unas cosas que hicieron que me preguntara por qué aquella persona se comía mis fideos.

Lo sé, en esa situación lo menos que debería interesarme eran los fideos.

De la nada, un collar de gato cayó a mis pies, la cabeza me dio vueltas y el estomago quiso evacuar por la garganta todo lo que no tenía. La escena me dio repulsión, el collar estaba lleno de sangre. Abrí los ojos, paralizado, al ver como se extendía un brazo largo tras la pared, para así tomar el collar nuevamente.

De acuerdo, esa era la señal de que nada estaba siendo normal y que debía marcharme.

  Con el corazón acelerado, tal que parecía querer abandonar mi pecho, fui retrocediendo. El ruido de una envoltura bajo mi pie me hizo darme cuenta que ello había sido un grave error. El pánico me sacudió por dentro, y sin saber qué hacer, lo único que se me ocurrió fue levantar la vista hacia la puerta justo cuando se escuchó una voz entrecortada.

El Rey de los Monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora