Capítulo 7: cansado

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Fue, cómo explicarlo, un día muy ajetreado

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Fue, cómo explicarlo, un día muy ajetreado. Literalmente. Estuvimos a punto de morir muchas veces, y me refiero a muchas veces. ¿La parte buena de esto? Que los niños están a salvo, por ahora.  

El señor Duski resultó herido, nos encontramos con una señora, quien junto al señor creyente y la chica María se encargaron del monstruo musculoso. Como si fueran un equipo. Sigo sin conocerlos de nada, pero me alivió tanto que ellos llegaran con nosotros vivos.  No es que me queje, porque también fue mi decisión alejarme de todos, pero no puedo evitar sentir que esto le hacía falta a mi vida. Muy dentro de mí, supongo que sí había corazón. 

En fin, luego de ver un programa que explicaba en media medida como era la situación de los monstruos, fue hora de sincerarse con el señor Duski. En todo caso, él tiene el derecho de quitarme la vida para salvar la suya misma. Si yo me convirtiese en un monstruo completamente, si yo lo hiciera y no hubiera vuelta atrás; 

—Por favor no lo dudes y mátame. 

Las palabras abandonaron mi boca por sí solas, haciendo que todos queden en un silencio peor que incómodo. Bajé mi vista, encogiéndome sobre mi abdomen, la sensación de ser un bicho raro era molesta y tormentosa. Deseaba que acabase de una vez. No escuché el momento donde la chica María se acercó a mí, únicamente su suave toque en mi hombro y su mirada viéndome fijamente.

Diablos, daba miedo. 

—Ya que estamos, también déjame pedirte un favor; quiero que me mates cuando me convierta en un monstruo. ¿Lo harás?

La vergüenza tomó posesión de mi rostro y solo pude asentir para que supiera que sí lo haría. Si es que ella se transformaba antes que yo. Claro, fue reconfortante que lo dijera, pero no era verdadero. Porque mi destino estaba escrito y el suyo también, no podríamos impedir eso.

 Un rato después ya todos estaban durmiendo menos la chica María y yo, que en cierta parte estaba somnoliento pero no dormido

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Un rato después ya todos estaban durmiendo menos la chica María y yo, que en cierta parte estaba somnoliento pero no dormido. La voz en mi cabeza todavía me molestaba, era tan irritante, que no podía evitar hacer gestos de molestia. ¿Cuánto más repetiría mi nombre? ¿Cuánto más me diría que no había nadie en quien confiar? ¿Acaso él sí lo era? 

El Rey de los Monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora