Capítulo 4: detrás de la red

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La mañana llegó al edificio, y luego del incidente, lo más sensato que se me ocurrió y lo único que puede hacer, fue cerrar totalmente y con un palillo mi cortina

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La mañana llegó al edificio, y luego del incidente, lo más sensato que se me ocurrió y lo único que puede hacer, fue cerrar totalmente y con un palillo mi cortina. Como un deja vú, abrí la puerta de mi nevera, buscando algo de comida. Algo que no había, y algo que ya había hecho por más de cinco veces continuas. Sentí pena al ver que no tenía absolutamente nada, solo bolsas con un contenido que no quería conocer (las dos únicas que estaban desde el otro día).

Con una decepción enorme sobre mi ser, fui hacia mi escritorio, para sentarme a descansar. Mi cabeza dolía, y al girarme para ver el ordenador, mi vista se fue directamente a la fecha que indicaba: "7:14 A.M. 07-10-20XX." Ni siquiera fui capaz de horrorizarme, ya lo sabía. No iba a sobrevivir mucho de esa forma. Estaba encerrado en el apartamento, no tenía comida, no tenía absolutamente nada más que la luz eléctrica.

—Puede que ni siquiera sobreviva hasta el veinticinco.

La pregunta era, por supuesto, si me iba a terminar matando yo o me iba a convertir en un monstruo horrible. Un monstruo. Quizás eso era lo más justo que me podía ofrecer mi destino. Me di una cachetada internamente, lo menos que quería era seguir con ese flujo repetitivo de pensamientos, así que me acomodé sobre la silla, para entrar otra vez al Internet. Era lo único que podía hacer.

"ANIMINUS", fue en lo primero que se me ocurrió, ya que el internet todavía funcionaba. Entré en la página sin darle mucha vuelta, y lo primero que se mostraba en la pantalla, era un anuncio de ganadores. Allí habían puesto quién se había ganado la oportunidad de ver "María desde el cielo", el día y más abajo, dos listas con los ganadores. "BLLK", decía mi nombre junto a los demás ganadores. Qué nombre más estúpido.

—Veinticinco de octubre, el esperado final de "María desde el cielo". Quería ver esto antes de morir, mierda. —Cerré aquella pestaña, yendo a fijarme los comentarios que habían, unos pocos y de hacía días. Quizá, todos ellos, ya estaban muertos —. No hay ningún comentario desde el cinco de octubre.

Exhalé, esperando que eso quitara la pesadez que se posaba en mis hombros. Dejé que mis dedos hicieran lo que quisieran sobre el teclado. Al fin de cuentas, no perdía nada. Porque tampoco había nada que perder, solo minutos de un tiempo que ya tenía contado desde hace tiempo. No iba estresarme por eso.

Escribí bastantes cosas sin darme cuenta. Escribí que aún no era un monstruo, que aún no había muerto, pero que no faltaría mucho para que pasara. Solo eso podía hacer, como el cobarde que era. Únicamente podía esconder mi rostro tras una pantalla y desahogarme. Y escribí todo eso, sin saber que quizás ese sería el inicio de todo.

Al terminar, envié el comentario a un sitio muerto. No sabía qué hacía, ni a qué quería llegar, así que pasaron menos de un minuto cuando me arrepentí. Era estúpido, igual que yo. Era estúpido que intentara dejar una marca, un solo recuerdo de mi existencia ahí; una que nadie recordaría jamás. Estaba decidido a borrarlo y dejar en anonimato (como siempre había estado) a mi mísera existencia.

El Rey de los Monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora