Capítulo 12: el estratega (idiota)

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—Así que, ¿qué dijo Hyun? —preguntó Eun, mi hermana

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—Así que, ¿qué dijo Hyun? —preguntó Eun, mi hermana.

—No lo hará.

—Por supuesto que no lo hará. ¿Por qué tenías que llamarlo "cebo"? ¿Acaso estás loco?

No supe que responder ante ello, no tenía respuesta, únicamente me dediqué a observar hacia la pared que nos dividía de los monstruos y los "humanos". Pensé, más para mí mismo, que todo parecía ser una ilusión. Una ilusión efímera que en algún momento desaparecería y dejaría ver la verdad. También en la molestia que me creaba Jisu, no es que fuese mala, de hecho, era una persona increíble, pero ver como defendía tanto a Hyun me molestaba. Al igual que mi hermana, no quería decir nada, pero parecía muy contenta con él.

Me molestaba el encanto cegador con el que él las envolvía hasta ponerlas de su lado. A ellas y a todos.

—Eun, ¿será que nosotros estamos demasiado asustados para salir o esta paz es solo una ilusión?

—Quién sabe —dijo ella, y por fin creí que no mencionaría al casi monstruo, sin embargo, me equivoqué. Rechiné los dientes —. Pero aun así decirle a Hyun que se vaya... Fue una terrible idea.

—Uh —murmuré molesto —. ¿Por qué lo sigues defendiendo? —. Ella se puso roja hasta las orejas y con tal de lidiar con la molestia creciente en mí, bromeé sobre eso —. ¿Él es tu primer amor? ¡Qué tierno!

—¡Oh, cállate!

No pasó mucho tiempo hasta que fuimos llamados para ver los cuerpos. Tomé la mano de Eun y caminamos hasta la habitación, ella sudaba por los nervios de haber vivido eso. Y me hubiera gustado haber sido lo bastante capaz para que ella jamás viera la sangre rojiza manchar el suelo, que jamás fuese capaz de ver un cadáver, pero fue tarde. El mundo había cambiado y con ello, nosotros dos. Yo nunca volvería a ser el mismo Hyuk que antes, y ella tampoco sería mi Eun. Cuando estuvimos allí nos encontramos con Wook y el señor Seop, al que le gustaba dar hermosos sermones conmemorativos para personas que nunca le escucharían. Dimos las gracias por su valentía y apoyo antes de morir, y luego de un momento, guardamos silencio.

—Tendremos que ajustar los horarios para evitar más pérdidas —alegué sin quitar la vista de los cuerpos sin vida.

—¿De verdad crees que es el momento o el lugar para decir algo así? Ellos pueden escucharte, ¿sabes?

Quise reír por lo ridículo que sonaba eso, no obstante, me contuve de hacer algo que sería incómodo y una falta de respeto para los presentes, simplemente me limité a decir la realidad de la historia.

—No, no pueden. Están muertos.

—¿Qué pasa contigo? —vaciló, incrédulo por mi falta de tacto. Y eso no era nada, podía ser peor —. Tú, pequeño mocoso. No es de extrañar que nadie te quiera —. Apreté mi puño hasta clavar las uñas en mi carne, evitando decir palabra —. ¿Dónde debemos poner los cuerpos?

El Rey de los Monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora