Capítulo 10: luna llena

27 1 0
                                    

Advertencia antes de comenzar a leer: se menciona repetidas veces el canibalismo, y el consumo de una carne que antes fue humana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Advertencia antes de comenzar a leer: se menciona repetidas veces el canibalismo, y el consumo de una carne que antes fue humana. No es nada demasiado gráfico, pero la advertencia siempre es necesaria.

 No es nada demasiado gráfico, pero la advertencia siempre es necesaria

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Te dije que no me hables.

Di un paso errático y sentí como mi cuerpo se balanceaba hacia abajo. El firme suelo de la calle me hirió la piel descubierta, sin embargo, no me produjo dolor. El sol yacía en lo más alto, calentando con sus rayos todo alrededor del pueblo. Pero nadie salió. Ningún ser viviente se asomó por las ventanas a pesar de que varios monstruos habían gritado cuando los maté. En ese momento pude haber creído que no quedaba nadie más que yo, si no fuera porque los oía gritar desde sus casas durante la noche.

Hice un esfuerzo por levantarme y continuar arrastrando los cadáveres de esos monstruos hacia la casa. Era a lo que me había limitado con el correr de los días. Tres semanas más. Hacía casi un mes que me había separado de mi hermana, y ya era capaz de imaginarla en otro país rehaciendo su vida. Me hubiera gustado ser capaz de imaginarme junto a ellos, pero no podía. La realidad era un choque muy duro contra mis fantasías.

Te estás volviendo un asesino.

—¿En serio? No lo sabía.

Giré lentamente el rostro para ver hacia atrás, y admiré el rastro de carne y sangre que se estaba haciendo en el suelo. Mejor así, me dije. Los monstruos seguirían ese hedor hasta llegar a mi casa. De esa forma me di vuelta y continué caminando. Necesitaba alimentarme de alguna forma. Ya no quedaba comida humana para mí, y por mucho que desee resistirme, no pude evitar sentirme atraído hacia la carne de los monstruos.

Dolió mucho dejar de ser humano, de alguna forma. Porque seguía siendo humano: la sangre continuaba corriendo por entre mis venas, aún sabía lo que era amar. Extrañaba a mi familia día y noche, y esperaba verlos en algún momento, pero no pasó nada de eso, así que me resigné a ser uno más del montón. La primera semana me atiborré de toda la comida que había en tres miserables almacenes. Comí tanto que el estómago me creció unos centímetros y mi cuerpo comenzó a crecer. Luego, cuando ya no quedó nada para mí esperé la muerte, pero no pude morir.

El Rey de los Monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora