Capítulo 17: veamos un película

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Quise morirme cuando vi al monstruo murciélago tomar a Jisu por la cintura

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Quise morirme cuando vi al monstruo murciélago tomar a Jisu por la cintura. Cada una de mis extremidades sufrieron de una parálisis por al menos unos milisegundos en los que iba a ayudarla. Mis manos tomaron su bate lleno de clavos como última opción, todos aquellos entraron por mis palmas hasta salir por el otro lado y casi rajármela con cada cinchón. Era doloroso, pero iba a ser mucho más horrible si la perdía. Y no podía permitírmelo cuando aún era capaz de hacer algo. Jisu no podía morir. No así. No cuando estaba siendo feliz.

Tiré mi orgullo al suelo y lo aplasté ante la humillación que me dio pedirle ayuda a Ihyun, deseando que cumpliera su antigua promesa y me “ayudase”, pero su respuesta fue seca, sin dar muchas razones, para irse sin decir nada más tras de un monstruo. Él dijo: "Te ayudaría, pero quien está en peligro no eres tú". Ese maldito hijo de perra controlado más por sus instintos que por su racionalidad. Lo odio. No sé si directamente a Ihyun porque su trato conmigo a sido poco y nada, pero a los monstruos los odio.

Los odio muchísimo.

El humo continuaba llenando la habitación por completo, al mismo tiempo que me aferraba desesperadamente al bate hecho por Duski. El aire parecía casi escaso cuanto mas avanzaba el humo a nuestros pulmones. Me negué en su totalidad a soltar a Jisu por varias razones: la primera es porque la quería, la segunda porque todavía tenía mucho por vivir, la tercera porque alguien la esperaba pisos abajo y que daría su vida por ella (lo hizo una vez, de hecho). Y la cuarta: porque no estaba en mis planes presenciar el funeral de alguien que quería. Ya mucho había perdido antes. Y este dolor, tan indispensable que me asfixia, no quiero volver a sentirlo.

Los clavos se desprendieron de mi palma cuando lo solté un poco, para después crearme nuevos agujeros en la misma con tal de traer hacia mí a la guitarrista. Un montón de sangre salpicó y cayó a nuestro alrededor. Lo noté en mi forma humana, yo no era lo suficientemente fuerte como para enfrentar a un monstruo como ese, pero nadie decía que el monstruo dentro mío no era capaz de hacerle frente.

Quería que lo hiciera. Que me hiciera fuerte.

¿Quieres mi ayuda?

—Sí.

¿Me dejarás tomar un poco de lo que me pertenece?

—Hasta que todo acabe, sí. Lo haré.

Me parece bien.

Fue un instante donde mi cuerpo comenzó a cambiar; la fuerza, el coraje y la locura se hizo conmigo como si me perteneciera desde siempre. Y quizás era eso que yo siempre deseaba mantener bajo el anonimato: lo que yo no quería admitir. Por fin me sentía más fuerte, más poderoso, pero, de alguna forma, a Jisu no le gustaba que eso sucediera. Y no lo entendía, todo esto era por ella, porque me importaba. Me importaba tanto como para hacer un trato con aquel monstruo.

Y querer salir libre de eso.

Vi el terror en el rostro de Jisu por milésimas de segundo antes de cambiar a uno decidido, uno que me decía: "voy a hacer todo lo posible para que estés bien".

El Rey de los Monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora