In My Head - [Hyunin] [✓]

XXII

Jeongin no iba a mentir, sus manos comenzaron a sudar de solo ver a Hyunjin con su mirada puesta exclusivamente en él y caminando hasta pararse justo al lado de Jun. Sacó sus manos de los bolsillos mientras Jeongin apretaba la mandíbula y dirigía la punta del arma directo a su cabeza. Por unos segundos, dejó de importarle el resto, quería respuestas de porqué estaba ahí. Estaba ocultando algo y el menor sabía con exactitud que debía cavar a fondo para saber que era.

—Voy a matarte. —Aseguró el menor, entornando sus ojos y ladeando unos centímetros apenas su cabeza. Hyunjin sonrió.

—Quiero ver que lo intentes. —Soltó, sabiendo que su plan estaba siendo tirado por la borda y que ahora, en solo unos segundos, se desataría una guerra en ese asqueroso bar y él tendría que tomar una decisión rápida.

—Veo que se miran mucho, ¿Se conocen? —Jun miró a Hyunjin a su lado, los dos chicos seguían mirándose entre ellos, una pequeña guerra comenzó en el aire tenso y todos se estaban dando cuenta de eso.—Eso es un alivio, no tendré que hacer presentaciones.

Jun tomó su bastón, caminó hacia atrás sin darse la vuelta y en cuanto se encontró en el pasillo, la puerta corrediza por la que había aparecido segundos antes, lo encerró, protegiéndose de el silencio que solo duró una contada hasta tres y luego toda pistola del lugar comenzó a disparar.

Chris tomó a Jeongin del brazo para esconderlo debajo de una mesa del lugar, las balas fueron a parar justo en la tabla y por suerte, ninguna en los presentes. Mínho, Felix y Changbin se escondieron detrás de unos muros con las pistolas en sus pechos esperando una recarga por parte de los presentes. Jisung sacó un par de cuchillos de los costados de su cinto y antes de esconderse, logró lanzar dos a uno de los hombres del lugar, lanzando su cuerpo hacía atrás y clavándose justo en su pecho.

Jeongin se asomó por detrás de la mesa, buscando con su mirada a su principal objetivo, bien, no quería matarlo, no era tan fuerte para hacer eso aún, pero quería llevarlo al borde del acantilado para que comenzara a hablar y evitar más conflictos.
Pero HyunJin no estaba haciendo presencia en la sala, no hacía falta pensarlo mucho, estaba ahí, pero a la vez no.

—Maldito cobarde. —Jeongin disparó a una de las mujeres que se asomaba del mostrador del bar, sintiendo sus manos temblar al ver cómo su rostro sin vida caía directo al suelo. No, Hyunjin no era el cobarde, lo era el, quien no podía matar a alguien sin sentirse culpable incluso sabiendo que esa persona merecía una mínima parte del dolor.

Hyunjin siendo totalmente invisible, detrás de una de las columnas, se giró sólo para ver a Jeongin detrás de la mesa. Cubría sus oídos con las palmas de sus manos esperando que el ruido no llegara a atormentarlo, y de hecho, no le hizo falta el poder de Felix para saber que tenía cierto miedo latiendo en el pecho. Su corazón latió de manera pesada, había estado analizando la situación y una vez que su plan se echó a perder, sabía que lo mejor ahora sería actuar en base a lo que aprendió todo este tiempo. Buscaría no sólo salvar a Seungmin, sino a todos los del búnker. Joder, ¿Ese sentimiento? Le encantaría tirarlo al suelo y dispararle hasta que sólo quedarán cenizas, pero lo tenía haciendo presencia en su ser y ahora debía enfrentarlo. Los quería vivos, quería ver a los siete saliendo ilesos de aquel lugar y quería con todo su pecho que Jeongin dejara de mirarlo con ese odio.

Quizás y solo tal vez, Hyunjin ya no estaba seguro de que su plan de hacerse odiar era muy lógico cuando la persona que ahora más lo odiaba era la misma que le había abierto una puerta y compartía la mitad de su alma. Definitivamente Jeongin era importante, quiera aceptarlo o no, lo iba a sacar de allí con vida.

Mínho, cansado de la espera que parecía no terminar más, se asomó por la columna con su arma en alto y comenzó a disparar sin ningún tipo de freno, fue ese el momento justo en el que la mayoría comenzó a cubrirse y todos los demás miembros del búnker se asomaron a repetir su valiente acto. Ahora los que cubrían sus espaldas eran los de la mafia y parecía que ninguna bala quería dar justo en el blanco.