XXXIV

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El ascensor llegó desde las profundidades una vez más hasta arriba, el silencio de la noche hizo presencia mientras la puerta del galpón de abría con ayuda de las manos de Chris. Habían pasado cuatro días desde que se habían escondido para poder recuperarse, cuatro días dónde el descanso fue fundamental pero la práctica también, pues estaban solo en una pausa antes de continuar buscando lo que todo Aurum y Ferrum deseaba hace años enteros; una libertad merecedora.

Se escuchaba la respiración dentro de la máscara de gas, el galpón siendo abierto, los autos nocturnos que apenas pasaban y un silencio hasta perturbador. Jeongin se dió la vuelta para mirar a los presentes. Mirar a Jisung, quien mantenía la mirada puesta al frente como si fuera una especie de robot, ajeno al mundo y perdido en propios pensamientos que Jeongin tenía miedo de leer, temía que tanto dolor le afectará a él también. Miró a Chris, quien aún tenía cierto dolor en sus brazos y las yemas de sus dedos estaban rodeadas por una pequeña cinta, pero se mantenía parado, con un arma en sus brazos y su mirada penetrante hasta el más oscuro de los sentimientos.

Jeongin tragó duro, miró a Changbin, el más dudoso de los presentes, su piel presentaba quemaduras que el menor temía que el tiempo no fuera suficiente para curar esas cicatrices, tenía su mirada en el suelo y de vez en cuanto relamía sus labios en un acto nervioso. Miró a Seungmin, el castaño que si bien ya no presentaba dolor físico, seguía teniendo cierto trauma a dormir y durante los anteriores días no había podido pegar un ojo sin alterarse ante el más mínimo ruido. Los miró sabiendo que tenían sufrimiento en cada extremidad de su cuerpo y alma, los miró porque eran su mayor inspiración, levantándose de la sucia tierra para brillar en un cielo que creían no pertenecerles. Eran su hogar, la única razón para seguir peleando y por las únicas personas que daría su maldita vida incluso si ésta no valía nada. Ellos eran las únicas personas que quería a su lado si el mundo se venía abajo y todo el alrededor se fundía en un fuego que habían buscado para arder con el único fin de sentirse vivos.

Los cinco chicos salieron al exterior, sintiendo el aire aeris golpear su piel pero no afectar sus órganos, y una vez que la puerta del galpón se cerró, se prometieron que no había vuelta atrás. Ya no.
Caminaron por las vacías calles como sombras escondiéndose de la luz, como si eso fuera todo lo que estuvieron destinados a ser y ahora quería revelarse, salir al exterior y demostrar la oscuridad que traían dentro, la sociedad los veía como monstruos, ellos iban a serlo.

Se detuvieron frente al local Wolfgang, las vidrieras rotas, la puerta en el suelo, adentro había un desorden importante y en la calle no había ni un alma. Chris frunció el ceño, había demasiado silencio y el mar se veía muy en calma en esos momentos.

—¿Ahora qué? ¿Entramos y matamos a todos o vamos a esperar que salgan con globos a darnos una fiesta sorpresa? —Jisung miró al mayor del grupo con la misma seriedad que mantuvo esos días, solo que ahora, el humor aparecía de nuevo.

—Matamos a todos. —Afirmó Chris, alzando el arma y pasando por encima de los vidrios rotos para entrar al local y caminar directo al último vestuario.

—No pudiste elegir mejor regalo. —Aseguró Jisung, entrando justo detrás de Chris y por detrás todos los demás, siguiendo a las dos personas más enojadas y así aprovechar ese sentimiento a su favor.

El local estaba oscuro, había un pequeña luz rota soltando chispas encima, pero la pasaron por alto, entrando por el vestidor hasta detenerse en el inicio a la escalera y notar la puerta marrón abierta en par.

—Otra vez está todo muy silencioso. —Advirtió Seungmin, mirando detrás de los chicos en caso de ser necesario disparar a algún movimiento desprevenido.

—Se tomaron demasiado en serio la parte de "sorpresa". —Soltó Jisung, entrando por la puerta sin importarle lo más mínimo lo que pasaría a continuación y bajando las escaleras. —Chris.

In My Head - [Hyunin] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora