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Llevábamos dos meses y medio en altamar y ya estaba más que acostumbrada de estar en el océano. Este viaje y este tiempo, habían resultado ser  los mejores meses de mi vida, por las mañanas veíamos el sol salir, pasaba el tiempo con mis damas con las cuales jugaba, leía y Zelda tocaba música para mi; el Capitán Mart era un hombre muy agradable que siempre nos contaba historias y me explicaba todo lo que un buen marinero debe saber. A decir verdad me había vuelto una experta en esto de la navegación.

A veces nos llegaban algunas cartas, con los pájaros mensajeros, muchas eran de Iorak quien preguntaba al capitán Mart como iba nuestro viaje, el hombre después me mencionaba que había hablado con mi marido.

—Su alteza real ha llegado una carta para usted... es de ya sabe quien—dijo Zelda entregándome el sobre, yo me encerré en el camarote y vi que era de Plutarch, quien preguntaba como había salido mi boda, además que tenia noticias del reino. A dos meses de mi partida las cosas comenzaban a cambiar, mi hermano había comenzado a buscar una esposa, pues decía que el reino necesitaba descendencia... buscaba a una mujer de gran linaje, quería tener el linaje mas puro. Incluso Plutarch menciono que escuchó que Octavius ha estado tan metido y estresado por el tema, estos últimos meses que incluso llego a decir que no había mujer mas apta para aquella tarea de traer sus hijos al mundo que su propia hermana Oksana.

Cuando leí eso, despegue mi vista de la carta y la cerré, me quede estupefacta y me aleje del escritorio en donde leía aquella revelación, me puse en pie y decidí no leer mas... mi hermano era capaz de todo, incluso de ir y destruir mi matrimonio con tal de que yo fuera su esposa, con tal de que su linaje fuera puro y perfecto. Cuando una idea se le metía a la cabeza no había ser terrenal que lo hiciera cambiar de opinión.

Mis manos comenzaban a temblar, del simple hecho de pensar en aquello, cuando recordé que estaba en medio del océano y una gran distancia nos separaba.

—Escape en un buen momento— susurre.

Pero sabía que tenía que llegar a Iorak lo antes posible, si el me reclamaba su reina y emperatriz en Norduslak Iorak jamás dejaría que Octavius pudiera arrebatarme de él, ni que anulara nuestro matrimonio. Guarde la carta en lo profundo de mi armario y salí del camarote para relajarme en compañía de mis dos damas y tratar de olvidar tan aberrantes palabras.

El capitán Mart tocó a nuestras puertas avisando que habíamos llegado a Cali, una isla pequeña, la última parada, donde el barco real de Iorak nos esperaba. Era de noche y el frío se comenzaba a hacer mas fuerte. Mis damas me vistieron y me pusieron mi capa blanca, cuando salí vi el fuego que alumbraba al otro barco y como este inmenso navío blanco se acercaba a nosotros. Aguardamos unos momentos y fue cuando del barco de Iorak salió un puente, para que yo cruzara al otro barco.

El capitán Mart sujeto mi mano para llevarme hasta el otro barco, cuando voltee  despistadamente vi que Zelda y Janine se quedaban en el otro barco.

—¿Pero qué sucede?— grite sin entender por qué no me seguían.

—Ellas regresaran a Andúne, es lo pactado y lo que una futura emperatriz debe hacer— dijo el capitán Mart algo triste y teniendo compasión de mis ojos llorosos.

Comencé a llorar en silencio y solo les mande un beso y un adiós con la mano, pues no estaba lista para quedarme sola en un barco lleno de extranjeros a los que no entendía pues no hablaba su idioma ni conocía su cultura.
Mart me ayudo a abordar el Barco polar, me hizo una reverencia y regreso al otro barco, mientras yo me despedía de mis damas aun, vi como el puente se levantaba y así quedamos separados.

Me di la media vuelta para ver el nuevo barco, aun llorando y entonces vi a Iorak quien llevaba una capa de piel blanco y negro, vestía todo de blanco y reposaba sus manos en su espada plateada. Las lágrimas no paraban de salir de mis ojos, entonces Iorak se acercó a mí y junto a el venía una mujer, ella era algo grande, parecía ser una anciana, su cabello gri oscuro se encontraba trenzado y vestía un vestido negro de cuero. El miro mis ojos directamente y notó que lloraba, parecía no saber cómo reaccionar a eso, que solo se atrevió a decir —Ella será tu consejera, en nuestro reino las mujeres grandes son quienes preparan a una emperatriz— dijo Iorak serio — Su nombre es Hilde, es una cortesana— la mujer hizo una disimulada reverencia y me tendió la mano, para llevarme a la que sería mi nueva habitación, la cuál era similar a la del otro barco.

No salí por dos días de mi camarote, pues simplemente no tenía ganas de hacerlo; me encontraba triste de ya no tener a nadie conmigo, pero tampoco buscaba regresar a casa pues las cosas estaban peor allá. Hilde insistió en hacerme salir todo ese tiempo, pero me pasaba el día completo en cama fingiendo leer, hasta que decidí salir a tomar aire. Aquel día estuve afuera observando el océano, recordando las enseñanzas del Capitán Mart, mientras Iorak pasaba el día dentro de su oficina junto a sus consejeros.

Después de aquel día busqué salir aunque sea a ver el amanecer, pues cada vez que nos acercabamos a Norduslak anochecía más temprano,  algunas veces miraba a Iorak salir de su camarote siempre acompañado y con ese perfil tan varonil y serio, pero evitaba dirigirme la mirada.

Regresaba a mi camarote, después de pasar la tarde dibujando a la intemperie, el precioso trabajo de la madera tallada de una de las astas del barco. Casi siempre que iba a mi camarote para dormir Hilde me acompañaba para cambiar mi ropa, pero sospechosamente esa noche no lo hizo, no le di importancia y al introducirme al camarote cerré la puerta.   Me encontraba cansada, así que solté mi cabellera y comencé a desabrochar los botones de la parte de atrás de del vestido rosa palo que llevaba puesto, cuando escuche que la puerta se abrió, me di la media vuelta, entonces me tope con Iorak.

Los dos nos vimos en silencio, no supe bien qué hacer o decir, entonces él comenzó a acercarse lentamente y dijo algo en su idioma. Lo mire extrañada y negué con la cabeza pues no entendia que queria, el me tomo del brazo fuertemente, yo me sorprendí pero no dije nada.

Me volteo, para que le diera la espalda, mientras aun me sujetaba del brazo, el desgarro mis vestido de la espalda completamente dejándola desnuda y empujo mi larga cabellera rubio hacia enfrente. Sabía que volvería a pasar, aquello que dolía mucho volvería a pasar, simplemente me mentalice del dolor y fue cuando el puso mis manos en el poste de madera que se encontraba a los pies de la cama. El levanto la falda del vestido y abrió mis piernas, entonces el introdujo su cosa en mi. Lo hizo una y otra vez, yo solo me sujetaba fuertemente del poste de madera en silencio, solo haciendo muecas del dolor que me producía en mi entre pierna.

Después de un rato el me doblego más, soltándome del poste de madera y recargando mi cabeza en la cama, mientras seguía con sus fuertes golpeteos de cadera. El había terminado, rápido se reincorporo, mientras yo me ponía en pie aun dándole la espalda, entonces escuché como la puerta detrás de mi se cerraba. Atónita voltee y vi entrar a Hilde quien decía cosas en su idioma, yo intentaba acomodar mi vestido, mientras ella colocaba un paño mojado sobre mi rostro, acomodaba mi cabellera e intentaba ponerme cómoda.

—¿El dejo en ti la semilla?—preguntó la mujer en mi idioma, yo no podía entender a que se refería, ella vio que yo no entendía de qué hablaba—¿la semilla?...¿la semilla niña? — dijo alterada.

—No entiendo de qué habla— dije haciéndome hacia atrás, casi casi recargándose con la pared de la cama.

—El líquido blanco— la mujer comenzó a buscar a su alrededor, mientras yo la veía sin entender, entonces ella gritó—Esto— dijo señalando a una mancha blanca en las sabanas de la cama

Yo dije que no, entonces ella me acostó violentamente levantando la falda de mi vestido, yo me asuste y le dije que parara, pero ella abrió mis piernas y miro.

—El no ha plantado su semilla

—¿De que habla?

—El no quiere engendrar a su hijo en el océano, quiero que suceda en Norduslak , quiere hacerlo después de la ceremonia.

—¿Ceremonia?, ¿qué semilla?— pregunte alterada mientras cubría mis piernas con el largo de mi vestido rosa.

—Esto es la semilla, siempre que el hombre deja esto en una mujer se produce un hijo y la ceremonia es su matrimonio y donde la reclamara como su reina y emperatriz la mujer que puede engendrar al futuro heredero — dijo la mujer mientras se alejaba de mi y salía del camarote pensativa.

ROSA INVERNALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora