57

387 28 6
                                    

Había cumplido los tres meses de embarazo y Iorak llegaría la próxima semana junto a su Kontze. Tomaba mi cena con mis Kraisyas frente a la chimenea del salon. Las tres escuchábamos a los músicos tocar sus instrumentos tribales que a decir verdad me relajaban mucho.

—Me disculpan me siento cansada y quisiera ir a descansar

—Ahora mismo mandaré a las esclavas para que la ayuden a desvestirse su majestad

—Gracias Agda— dije mientras me retiraba del cálido salón y me dirigí a mi salon.

No me sentía bien comenzaba a tener un dolor en la espalda baja, pero seguí mi camino. Las esclavas me desvistieron y ayudaron a meterme a mi cama; pues desde que se había ido Iorak, dormía en mi habitacion privada y no en la imperial.

El dolor me duro casi toda la noche y todo el día siguiente, a la segunda noche le pedí a Agda que trajera a un masajista.

—¿Aún no ha llegado correspondencia para mi?

— La de siempre su majestad, pero no la que está esperando

— Regrese mi mirada al espejo un tanto nerviosa pues aun no sabia nada de Wilhem y ya había pasado el mes desde nuestra última correspondencia. Pensaba lo peor pues al estar en Andúne corría peligro al igual que mi querido Plutarch

Toda la noche me queje por ese constante dolor y presion que sentia en la espalda baja, que tuvieron que traer a mi sanador. 

Dejó de tocar mi abdomen cuando dijo — Esto no son buenos indicios— lo mire preocupada y no dije nada— ¿Su majestad el emperador ya está al tanto de su embarazo?

—No, aun no le he dicho y como le dije la primera vez bajo juramento no puede decir nada, ni a él ni a nadie

— Si su majestad imperial— dijo Abur agachando la cabeza.

—Deber estar en completo reposo, solo podrá caminar a hacer sus necesidades, de ahi en fuera deberá permanecer en cama

El doctor se fue y yo comencé a preocuparme pues Iorak llegaría en los proximos dias y me veria asi. A Pesar de que Revna y Agda insistieron pasar la noche junto a mi, las corri de mi habitación. Por la noche tuve fuertes dolores en el abdomen y temperatura, pero no quise ponerme en pie ni revisar qué era lo que sucedía, temía lo peor, por lo que ahogue mis gritos y solo aguante el dolor. 

—Buenos dias su majestad— dijo Revna entrando y abriendo las cortinas de mi habitación.

Desperté a fuerzas, pues toda la noche me queje de dolor por lo que tuve pocas horas de sueño. Revna se acercó a mi cama y levanto mis cobijas blancas, yo me senté en la cama y fue cuando esta grito.

—Su majestad— voltee rápido a verla y vi en su mirada terror.

—¿Qué sucede?

Voltee a ver las sabanas de algodon y habia un enorme charco de sangre y lo que parecía ser sangre coagulada.

—No, no, no, no— dije asustada mientra aventaba las sábanas al suelo y comenzaba a llorar viendo mis piernas sangradas.

Revna me miraba sorprendida y aterrorizada

—Agda ven ahora mismo— gritó Revna corriendo a mi lado de la cama, para sostenerme con sus brazos

—No Revna, lo he perdido— grite sujetándome a sus brazos, Revna me vio asustada y no supo qué decir.

Comencé a llorar y a gritar desconsolada sujetando a Revna por los brazos, quien me acariciaba la cabeza con su mano derecha, mientras la mitad de mi cuerpo se encontraba bañado en sangre. Agda entró a la habitación y rápido cerró las puertas y se acercó a mi 

—Su majestad llamare a su sanador Abur— dijo sujetando uno de mis brazos, mientras me daba una mirada de tristeza. 

—Sí— dije entre lágrimas. 

Agda tomo las sabanas del suelo y se las llevó. Duramos ahí lo que pareció una hora de llorar desconsoladamente. No podia pensar en nada más que en mi bebé, por lo que Abur llego y otras dos esclavas llegaron a ayudar a limpiar la habitación. Me impidieron levantarme de la cama, por lo que aguarde ahí mientras lloraba; Abur me dijo que lo había perdido por la noche y que por el cansancio y el dolor no me di cuenta, pero que la fiebre le preocupaba, necesitaban bañarme y limpiarme a fondo... y eso hicieron.

Viajamos por la noche en carruaje a la parte más alta de la montaña, donde el agua era pura. Llegamos ahí en la mañana, desnuda me metieron al agua, todas me limpiaban y lavaban; la comadrona abrió mis piernas y me limpio, algo que produjo un intenso dolor. Duramos ahí hasta el almuerzo pues se hicieron varios rituales para purificarme y purificar mi abdomen para que pudiera cargar más niños en un futuro. 

Al terminar dos mujeres me cargaron y me llevaron al trineo, estas me decían que el alma del nonato ahora se encontraba en los bosques de esta montaña. Perdida en mi dolor solo pensaba en mi bebé, mientras observaba el paisaje majestuoso de la montaña nevada. Es curioso antes de venir aquí no creía en los espíritus y ahora creo que mi bebé es uno.

Volvimos a casa y no se dijo una palabra mas, pedí que nadie me molestara y llore mi dolor en privado hasta que Iorak llegó.

Toda la corte lo recibió en el salón de tronos, donde preparamos una pequeña ceremonia de recibimiento pues todos teníamos miedo de que sería lo que diría el emperador sobre el estado del imperio ¿Habíamos declarado la guerra a los Yaquis? o ¿Venian mas años de paz en el imperio? A pesar de la pérdida que había tenido, aún me preocupaba el imperio, me preocupaba Iorak.

Todos nos encontrábamos nerviosos y alegres, pero yo mas que nada aun sentía tristeza pues nunca pude decirle a Iorak que sería padre. Pensaba mientras me dirigía a la sala de tronos. 

—Mi bella esposa— Iorak llegó hasta mí y me cargó en sus brazo para después darme un beso en los labios.

Cuando hizo eso yo quería llorar, quería contarle todo, pero todos estos días pensé que seria mejor no decir nada y continuar como si nada hubiese pasado.

—Te extrañe— le dije al oído, mientras mis brazos lo acorralaban en un fuerte abrazo.

—Yo también— Iorak me dejó sobre el suelo y me dio un beso en la mejilla, para después darse la media vuelta para saludar a todos con la mirada, yo tomé asiento en mi trono junto al suyo y la corte permaneció de pie, entonce Iorak comenzó hablar; daría su discurso y nos daria un estado de la situación actual al suroeste del imperio. 

Nuestras sospechas se confirmaron Iorak respondió a los ataques de los Yaquis, el imperio se encontraba en una guerra civil. Ahora nos dividimos entre imperialistas y los yaquis. Cuando Iorak nos informo, yo rapido baje mi mirada y evite llorar. Pero me hizo levantar la vista el entusiasmo de la corte; todos apoyaban a Iorak y si él decía que nuestro destino era la guerra, ellos lo aceptarían más que contentos, porque creían en Iorak y creían en este imperio.

Tomamos la comida en el gran comedor. Me encontraba contenta de verlo junto a sus amigos, pero no podia dejar de evitar pensar en la tragedia de hace unos días. Tragedia que no solo me afectaba, sino que al imperio entero, sin un heredero la estabilidad de nosotros peligraba y aun mas la mia.

Al terminar la comida, Iorak quiso descansar, mientras que yo pase la tarde caminando entre la nieve junto a Revna y Agda en silencio, quienes eran de las pocas que sabían de mi dolor.

ROSA INVERNALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora