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A la mañana siguiente, nadie vino a mi ahora tienda como antes lo hacían, solo vino Hilde quien me vistió pues dijo que era hora de irnos. Un trineo nos llevo a campo abierto donde hombres en sus caballos cargaban con cosas del campamento las cuales serian llevadas a nuestro siguiente destino.

—Baje su majestad—dijo Hilde, yo le hice caso, pero no entendía que sucedía pues estábamos en medio de un campo abierto cubierto de nieve.

—¿A donde iremos ahora?

—A la capital, ahí esta el Palacio de Karsiya, esa será su residencia oficial su majestad

—¿ Y por que nos detenemos aquí? pensé que viajaríamos en trineo— cuando dije esto Hilde rio.

—Viajaremos en eso— dijo mientras apuntaba algo por detrás de mi, yo voltee y vi una enorme estructura circular elongada que flotaba en el aire, la cual intentaba aterrizar frente a nosotros; esta era plateada y tenía una puerta al en medio, en toda su estructura por encima de la puerta llevaba el enorme sello imperial.

—¿Pero que es eso?— pregunte mientras me llevaba las manos a la boca del asombro.

—Eso se llama Bakismálan y se eleva por los aires

Iorak con su enorme abrigo blanco se dirigía a la nave, el llevaba en cada mano una enorme maleta de cuero café. Miraba impresionada aquella cosa flotar en el aire y fue cuando el se dio la media vuelta y me gritó algo mientras elevaba su mano con la maleta a la entrada del Bakismálan.

—Tenemos que darnos prisa— dijo Hilde, mientras me pedía que me dirigiera a la nave, yo la seguí pero vi como los demás se quedaban ahí en sus caballos y trineos.

—¿Qué sucederá con ellos?

—Ellos son nativos de aquí, esta es su tribu, no irán. Los cortesanos y sus majestades irán por aire, será más corto— yo no dije nada y solo antes de subir les di un despido con mi mano.

Al subir a la enorme nave aérea vi que esta era muy amplia, tenia una sala, un enorme comedor, siete habitaciones para la corte y dos mas para la servidumbre, un salón para descansar, la Oficina del emperador y un balcón al sur de la nave. Hilde me llevo a mi habitación, la mas grande de todas y la que compartiría con Iorak.

Pasee casi todo el día escribiendo a Plutarch, contando todo lo que había vivido hasta ahora, dejando fuera los detalles privados entre mi marido y yo. Abrí la pequeña ventana de mi habitación y pedí que me trajeran un ave mensajera, la cual llevaría mis cartas hasta Plutarch donde quiera que estuviese.

Hilde mencionó que la cena estaba servida, pero yo no tenia apetito, por lo que decidí mejor irme a la cama. Eran altas horas de la noche cuando la luz de afuera que entraba por la puerta me despertó. Vi la figura de Iorak quien me observa en silencio, entonces cerro la puerta y así a oscuras fue hasta mi, yo sabia que el otra vez me tomaría, me quito las cobijas que me cubrían y se deshizo de mi ropa de dormir, al principio intente zafarme de él, pero sabia que era inútil, además que podía hacer si era mi ahora marido. Cuando el término simplemente se durmió a un costado mío, mientras yo quedaba rasguñada y lastimada de la piel la cual con sus fuertes y bruscas manos apretaba cada vez que el se acostaba conmigo.

Mientras fingía dormir pensaba en que esta situación tenía que parar, no sabia que podía hacer para que el abuso parara por lo que recurrí a la mentira; a la mañana siguiente el no se encontraba en la habitación, por lo que pude llevar mi plan a cabo. Me corte la punta del dedo lo suficiente para hacerla sangrar. Derrame esas gotas de sangre sobre mi camisón y la cama simulando ser la sangre que viene cada mes, entonces espere a que Hilde llegara.

—¿Pero qué es esto?—preguntó descubriendo mi cuerpo de las sabanas, yo me levante simulando decir que me había venido la sangre—Su majestad tendré que moverla de habitación, no puede estar en esta condición cerca de su marido, además significa que no esta embarazada— dijo algo molesta Hilde, yo no conteste nada y comencé a comer de la fruta que ella había traído mientras está molesta llamaba a la servidumbre.

ROSA INVERNALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora