"El beso es la chispa que arma el incendio" —Antonio Skármeta.
Este es probablemente el pensamiento más egocéntrico que he tenido jamás, pero envidié la primera vez de Noni.
Aunque haya sido conmigo.
Mi primera vez fue con mi primera y única novia, Shelly, a los diecisiete. Nos unimos, ella me besó, acabamos, y salí. Fue como hacer un único rodamiento por la cama, abrazados. Finalmente, con ternura anidó mi cabeza en su pecho y yo me quedé dormido mientras ella me acariciaba el cabello.
Nuestras veces siguientes fueron muchísimo mejores. Pero nunca creí que tuviera real experiencia hasta esa noche. Que hubiera tanto fuego en mí. Y todo comenzó con un beso. El primero y último que nos daríamos supuestamente.
» (...) Apretó mi hombro con su mano y nos separamos.
—Ya... —jadeó rosando mis labios, que estaban humedecidos, sedientos por volver a tomar los suyos.
—Sí... —Tragué saliva—. Ahora sí, a dormir...
—A dormir...
—Buenas noches...
—Buenas no... —se vio interrumpido por un chasquido en el aire—. Buenas... —Chasquido— no... —Chasquido— ches...
Y nos volvimos a besar, muy lentamente.
Noni no sabe besar. Yo sí. Fin.
Era cálido, y sus labios —completamente lisos, dos bolsitas llenas de sangre, rojos y dulces— lo hacían tan suave y dulce.
Mierda, tan dulce.
Como todo buen beso, se intensificó después de un rato. Pero ahí fue cuando cometí el grave error de profanar algo. Algo que casi me cuesta ese momento tan especial.
Osé tocar su cabello.
Mis dedos se deslizaron entre sus greñas y contraje la mano, acercándolo más a mí.
—¡Ah! —se quejó suspirando afligido—. No. —Con ambas manos, me agarró de mi camisa y me apartó con fuerza.
—Perdón...
—No... —repitió intentado relajarse—, no me toques el cabello... No me lo toques... Ni el cuello, ni las orejas. Solo... no toques mi cabeza, no me gusta... Enserio no me gusta —dijo y le dio un escalofrío, como quien está muy asqueado.
—Vale.
Y seguido, tomó mis manos, las acercó y posó en su cintura.
—A... aquí.
Volví a asentir, rosando su nariz.
—Tú no me veas el... No mires mis... —sonreí, avergonzándome—. Solo no me mires mucho. ¿Sí?
—¿Por qué?
—Soy muy feo —volví a sonreír. Y antes de que pudiera darme un sermón, volví a besarlo, atrayéndolo a mí, desde donde sus manos habían dejado las mías.
Apretó con una mano mi camisa y la otra se posó en mi pectoral derecho. Se me azoraron las mejillas y temí no ser lo suficientemente fuerte para aguantar, desplomarme y quemarme dentro de la chimenea. Luego, esos sonidos apenas perceptibles comenzaron a torturarme; cada chasquido, cada respiración agitada, cada roce de nuestras ropas y los crujidos de mis huesos.
Lo guíe a que abriese más la boca, y en un jadeo abrí pasó a mi lengua. Dominé con ella la suya, trémula. Abrí los ojos, me había encantado esa dinámica de ver los suyos cerrados.
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Sigue el camino de las hormigas
Teen FictionWest estudia enfermería y trabaja, pero a un costo que es preferible abstenerse de explicar. Es buena persona, pero su apariencia similar a la de un reo no es de mucha ayuda. La persona que más amaba murió. Y no sabe del paradero de su hermana hace...