El domingo por la mañana me levanté más tarde. Llegué a la mitad del desayuno, me preparé un café y senté junto a Noni, quién tenía buen aspecto, los calcetines por el encima del buzo y una manta alrededor de los hombros. Estaba pálido, pero algo que se asomaba en su rostro opacaba esto; un sonrojo, cierta luz en sus ojos. Y una sonrisita metiche se colaba en sus labios cada vez que nuestras miradas se topaban. Estaba feliz. Decaído, pero feliz.
Yo me la pasé... ido. Respondía automáticamente todo lo que me conversaba Aníbal, pero mi mente estaba en otro lugar. Mi mente aún se encontraba flotando en los recuerdos de la noche anterior.
Un beso que yo había calificado mentalmente como el cierre de toda una conversación y momento caótico respecto a mis sentimientos, algo que zanjaría y calmaría las cosas, un perdón, gracias y adiós... Un apretón de manos que cierra un trato... Algo que le demostraría a Noni que no se estaba perdiendo absolutamente de nada, que yo no valía la pena...
Tragué saliva y bajé mi mirada al líquido negro y espumoso de mi taza.
» Terminó con un Pelirronanja desfallecido en mis brazos.
Quiero creer por todo lo sagrado que tengo en este mundo que no hicimos ruido, que nadie nos sintió ni sabe lo que pasó allí en el Bergere del living a las tantas de la noche.
Lamí mis labios y me obligué a no recordar las cosas tan detalladamente. Pues todas las sensaciones y emociones volvían a florecer, y me volvía cosquillear el cuerpo entero.
...
El día transcurrió sin mayor novedad. Noni mantuvo reposo, Aníbal hizo cuentas y yo la rutina. Cumplí con las cosas del día que sí o sí no te puedes pasar, que no importa cuán desordenada y alborotada sea tu vida siempre presente están. Estuve con Romina. Almorzamos juntos en la cocina del primer piso. Aporté con algunas labores de aseo y más tarde saqué a pasear a Rey.
Fue un día mayormente silencioso, un domingo tan pero tan tranquilo que prontamente se volvió triste y sombrío, para mí. Reflexioné demasiado, y como a ratos estuve tan embebido pensando en Noni, perdí la noción de las horas.
Él y yo nos buscábamos. Pero no había caso de poder hallarnos solos.
Era como si unas garras nos arrastrasen lejos del otro. Aníbal siempre rondaba, y como seguía enfermo lo acompañó la mayor parte del día. Yo no quise intervenir en esto, en el tiempo que compartía con su padre, y Aníbal con su hijo. No. No quise ir a su habitación. Pero no podía evitar darme pena. Porque lo único que quería era estar con él otra vez.
Ese día suspiré mil veces, probablemente.
...
A las seis de la tarde, hora donde el cielo estaba de un gris oscuro, la noche exigiendo hacerse presente, Aníbal recibió la llamada de Karmel que los tres sabíamos que llegaría. La llamada que le informara que iban llegando al terminal, para que la fueran a buscar a ella y a Joni.
Yo en ese entonces me encontraba en mi habitación, completando un extenso Exel. Aníbal antes de irse se asomó por mi puerta y se despidió.
—Ya, voy y vuelvo. Si tienen hambre coman, no se preocupen —dijo apurado—. ¿Las llaves? ¡¿Dónde tengo las llaves?! —Cerró la puerta mientras se palmeaba los bolsillos de su pantalón.
A mí, se me hinchó el pecho.
Segundos más tarde escuché como cerró la puerta de Noni, al haberse despedido de él también, y segundos más tardes sentí como cerró la puerta de entrada.
Sentí el impulso de pararme e ir corriendo a la habitación del lado... Pero la garra que me retuvo y me mantuvo sentado en la silla ahora fue el eterno documento frente a mí.
Debía terminar.
Por lo que me apuré.
Sin embargo, estuve todo el rato esperanzado con la idea de que Noni tomase la iniciativa y viniera él a mi habitación. Ahí no me hubiera importado dejar para más tarde el trabajo. No me hubiera costado nada recostarlo sobre mi cama y quedarnos allí. Sentir la compañía del otro. Solo eso y nada más hubiera sido suficiente. Recostarnos. Quizá abrazarlo. Quizá solo tomar su mano...
«En mi cama... Noni en mi cama...», pensé
«Noni en mi cama...»
«Noni durmiendo en mi cama...»
«Besarnos un poquito nada más y retozar en mi cama... Noni en mi cama...»
Suspiré y sacudí la cabeza. Abatido por esa ilusión que ya sabía no me podría sacar nunca de la cabeza.
Pasaron diez minutos, medía hora, una hora... El tiempo cada vez aumentaba más mi desesperación, y aquello solo ralentizaba mi trabajo.
Cuando terminé, guardé y cerré el documento súper exaltado. Corrí la silla para atrás, me paré y fui a abrir la puerta dando trompicones por la emoción.
Me encontré con Noni parado en el umbral, con su mano levantada apunto de llamar a la puerta con un golpe que nunca daría. Su rostro denotaba la misma ansiedad que yo, el alivio y la exultación de por fin poder estar juntos.
Pero el sonido de unas llaves introduciéndose en la cerradura principal nos interrumpió antes de que pudiéramos decir cualquier cosa. Karmel, Joni y Aníbal venían cargados, así que fuimos a saludar y ayudar.
Y a sufrir ensilencio.
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Holi, ¿cómo están? Muuchas gracias por todo el apoyo que tuvo el capítulo anterior y a las personitas nuevas que han llegado. Espero que les haya gustado el cap. y relajado como a mí, los capítulos anteriores habían sido bastantes pesados.
Gracias por leer, cuídense mucho, les reamoo❤
—Dolly
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Sigue el camino de las hormigas
Teen FictionWest estudia enfermería y trabaja, pero a un costo que es preferible abstenerse de explicar. Es buena persona, pero su apariencia similar a la de un reo no es de mucha ayuda. La persona que más amaba murió. Y no sabe del paradero de su hermana hace...