32 "Ojos calipsos miniatura"

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Me bajé del auto antes de que este se detuviera.

Aníbal se orilló afuera del hostal, yo crucé a toda velocidad la reja y toqué el timbre. Sentí como a Aníbal se le cayeron las llaves por lo alterado que estaba y vi a Rey seguirme como un rayo después. Joni me abrió y al verme, juro que se le erizó todo el cabello por la emoción.

—¡Llegaron! —gritó y hecho a correr hacia la pieza de Romina, desde donde se escuchaban sus lamentos.

—No puedo, no puedo... Ay... Ay...

Entré a la habitación, sintiendo abochornarme por el calor de la casa.

La vi. Tendida en la cama, roja y a la vez pálida. Con la respiración errática, sosteniendo su panza, que ya parecía explotar, con ambas manos. Traía puesta una polera de algodón del año del queso que Mariely le regaló para una navidad, y para abajo se mantenía tapada con las sábanas de la cama, que estaban ensangrentadas en una parte. El cobertor de la cama estaba tirado en una esquina de la habitación.

Cuando Karmel nos miró, a Aníbal y a mí, apretó los puños.

—¡¿Y ustedes no son capaces de responder el celular?! —chilló poniéndose roja.

Con Aníbal nos petrificamos, e infantilmente sentí el impulso de apuntarlo con el dedo para demostrar mi inocencia.

—Mi amor... —Aníbal se acercó a Karmel levantando los brazos.

—¡Nada de mi amor! —le volvió a espetar—. ¡Mira cómo está la niña!

—¿Ya llamaron al hospital? —dije alterándome mientras me arrodillaba junto a Romina.

—¡Cómo hace una hora! ¡¿Pero cómo pretendían que la lleváramos?!

—West...

—Ro...

—Ya llamamos a una ambulancia también —suspiró Karmel más calmada, pero muy estresada.

La mano de Romina tocó mi mejilla, mientras una lágrima rodaba por su mejilla. No podía hablar.

—Tranquila, vamos a llegar en un santiamén —dije, mientras la ayudaba a sentarse, para tomarla en mis brazos.

—No... No... —se quejó, removiéndose. Se notaba muy adolorida—. West... tiene que ser ahora... Puedo sentirlo... puedo sentir su cabecita —susurró—. Ayúdame por favor, tienes que hacerlo tú... Se va... se va a ahogar... O quizá ya se ahogó... Debes salvarlo. —Su voz era entrecortada, podía notar que le producía dolor en el diafragma y el estómago hablar.

Saqué mi celular y marqué a la clínica.

—Lo haré yo... Voy a llamar a la clínica... Vendrán más rápido —dije un poco aturdido. Un poco-bastante—. No te preocupes, llegaran enseguida...

Tragué saliva. Ella negó con la cabeza.

—Lle... llegaran...

Entonces, me abofeteó.

—¡Te estoy diciendo que está naciendo ahora pende...! Ahg... Ay...

Espabilé y asentí con firmeza. Me paré y me volví hacia la puerta, donde estaba Noni, parado en el umbral sosteniendo un recipiente amarillo mediano.

En ese momento deseé otra cachetada, ya que me volví a aturdir.


─∙🌵∙─


Mis pulmones se oprimieron por unos segundos. Quedándome sin aire. Un calor me subió desde el pecho hasta el cuello, la cara y mis orejas.

Sigue el camino de las hormigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora