17 "¿Aún somos amigos?"

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Desde el lunes comenzaré la práctica en el hospital al lado del colegio. Disminuiré un pasaje más y mis horarios serán completamente diferentes. Por capricho, encargué por internet un estetoscopio con detalles de goma color celeste, y Anne me regaló un reloj de bolsillo suyo viejo con un ganchito para sujetarlo a mi delantal.

Desde ya debo estar consciente de que probablemente me den turnos rotativos, guardias de noche y que unas durezas llamadas callos me harán doler los pies al caminar. Pero estoy muy emocionado, puesto que lo que más me gusta hacer es la práctica. Colarme en emergencias, compartir con mis compañeras y compañeros, conversar con los pacientes que siempre se muestran muy amables, pero que en cuanto ven las palabras "ESTUDIANTE EN PRÁCTICA" en mi colgante huyen despavoridos, o piden un doctor. Volver a pasear por el hospital junto a Anne, sintiéndome estúpidamente superior al ella ser una reconocida interna allí. Y ser un poquito, solo un poquito, competitivo. Me encanta.

...

Llegó el sábado, día en que junto a Anne haríamos una quedada en su departamento. Estaríamos ella, mi buen amigo Samuel, y más amigos y amigas de todos. Invité a Romina, pero no quiso, le dolía mucho la cabeza. La verdad, agradecí que haya rechazado, ya me imaginaba a una Anne borrachita buscándole pelea, sacándole cosas en cara, como por qué había abandonado a su mejor amigo, o a las chicas preguntándole sobre el bebé. Sería incómodo para ella, para mí y el bebé... Mierda, a veces recuerdo que está embarazada y me cuesta creerlo. Lleva un humano en el vientre, que será mi sobrino... y que no sabe aún qué hará con él.

Me puse unos jeans, una musculosa blanca y encima un jersey de tweed con cuello tortuga. Me calcé los únicos zapatos que tengo, unos negros sin cordones que con un lustre quedan decentes, y me puse ese abrigo negro con el que llegó Romina. Resultó quedarme perfectamente a mí. Me miré al espejo y me sentí ridículamente elegante. Como un psicópata bien vestido.

Sentí pasos por el pasillo, y después dos golpecitos en mi puerta.

—¿Sí?

—Tu ropa limpia —escuché a Noni.

—¡Oh! Pasa —dije y él entró—. Gracias —sonreí mientras sacaba mi celular del cargador.

—¿Dónde...? —miró a su alrededor mostrándome mi ropa doblada en una pila más o menos grande.

—Aquí, para guardarla de una vez —le dije y me siguió hasta mi clóset. Lo abrí y él dejó la ropa en la repisa de arriba, mientras yo respondía un mensaje de Anne avisándome que pasara a comprar cervezas—. Ya —suspiré y sonreí. Noni me devolvió la sonrisa torpemente—. ¿Te conté que desde el lunes empiezo la práctica? —le dije echándome la billetera al bolsillo interno del abrigo.

—No... Que bien. Yo siempre me... preguntaba en qué momento del año la hacías —dijo cruzándose de brazos. Sonreí, cada vez congeniamos más con Noni, y ahora que me encontraba especialmente risueño no me aguanté de comentarle aquello que me alegraba.

—Sí, este año me retrasé un poco —dije y él asintió—. Realmente me encanta estar encerrado todo el día en el hospital poniendo suero —bromeé mientras contaba el pasaje—. ¿Cómo lo ves?

—Indignante.

Me reí y jugué con las monedas en mi mano.

—Sí..., pero bueno, ¿por qué crees que decidí estudiar enfermería? —sonreí en un suspiro.

—¿Porque no te alcanzó para medicina? ¿Alguna ingeniería?

Abrí los ojos ampliamente, y bajé la mirada al suelo mientras la sonrisa en mi rostro la sentía tensándose. Luego, fue todo mi cuerpo el que se tensó, al aguantar responder su estúpido comentario. Al intentar comprender si quiso decir otra cosa.

Sigue el camino de las hormigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora