5 "Una chapa rota"

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-¿Bueno y no que eres enfermero? Te deben pagar bien hombre -espetó el señor Villarroel.

Yo lo miré sintiendo hervirme la sangre.

Logré contenerme y no seguir calentándome la cabeza. Él botó ceniza de su cigarro en el suelo y se rascó la panza bajo su polera azul del Real Madrid.

-A ver... ¿Ya se le olvidó lo que conversamos el mes pasado Luis?

-¡Ya cállate! ¿Cómo olvidar las mismas excusas de siempre? ¡Me tienes hasta la coronilla! Y ni si te ocurra volver para tratarme de estafador, niñato.

Miré hacía dentro manteniendo la calma, le sonreí a su pequeña hija que juega en la sala y ella me saludó con su manita. Seguido le hice una seña a Luís para que saliéramos afuera y él lo hizo, cerrando la puerta a sus espaldas.

Sin siquiera tocarlo lo puse contra la pared, y apuntándole con mi dedo hablé:

-No tiene ningún derecho a hablarme así, el que ha estado colmando mi paciencia desde que lo conocí es usted, no yo. Ahora va a aceptar el adelanto porque créame que nada me haría más feliz que quedármelo. Deje de aprovecharse del dinero de "niñatos" como los llama usted, que desconocen esta ciudad. No hay nada más bajo que estafar a los de tu clase, estamos en las mismas y lo sabe, si va a joder a alguien tenga la decencia de que al menos sea alguien que realmente tiene dinero.

El señor Villarroel frunció el ceño afligido y si no fuera porque yo me fui, estoy seguro que se hubiera quedado ahí petrificado para siempre. Bajé rápidamente las escaleras, apretando mis labios con ira y arrepentimiento. Con ese arrebato solo logré avivar el fuego.

Gracias a ese incidente de la mañana, todo el día he estado tenso. Recuerdo las arrogantes expresiones del señor Villarroel y me vuelvo a enojar.

Intento deducir que error grave cometí en mi vida para recibir tanto mal estos años. Que parte de mi historia hizo un antes y un después...

Compartí el vientre de mi madre junto a mi hermana melliza, Romina. Tengo otros dos hermanos, que solo recuerdo haber visto muy pocas veces, cuando Romina y yo éramos solo unos bebés, ellos ya iban a cumplir la mayoría de edad, así que la diferencia es considerable. Supongo que ahora son profesionales, que ya tienen familias bien formadas. Quizás ya soy tío.

Mamá y papá nos educaron en casa, dando exámenes libres. Nunca me gustó aquella casa, por eso siempre he pensado que a fin de cuentas sí asistí a la escuela, ya que siempre consideraré mi hogar la casa de mi abuela materna, Mariely, quien me crio. Mi "casa" era el colegio, donde vivía era con Mariely y Romina.

Era una casita amarilla que solamente tenía muebles de madera, muchos manteles de crochet, cortinas de encaje y un característico olor a vainilla, que emanaba de mi abuela. Siempre estaba el aire impregnado de vainilla o de sus comidas deliciosas.

Tuve la mejor de las infancias, nunca me faltó nada, recuerdo haber llorado muy poco. A Romina le encantaba la ropa, bailar y el teatro, derrochaba expresionismo y se enamoraba mucho de personas famosas. Yo no tenía gustos muy definidos, pero algo que me caracterizaba era mi constante parloteo. Tenía el don de hablar con desconocidos y generar temas de conversación. Mi mala costumbre de comer rápido esta enraizado a eso, ya que de pequeño en las comidas solo quería que ya llegara el momento de contar historias hasta que la luz natural se va.

Teníamos pocos amigos de nuestra edad y los tres siempre fuimos muy unidos. Romina y Mariely tenían una complicidad que yo siempre envidiaba, había veces en que deseaba mucho ser mujer, para que me incluyeran en sus cuchicheos.

El problema fue cuando crecimos, y naturalmente quisimos salir al mundo. Y cierto día, mientras los amigos de Romina la incitaban a aspirar cocaína por primera vez en una fiesta, yo recibía la noticia de que el cáncer de mama le comenzaba a acortar el tiempo a mi abuela.

Sigue el camino de las hormigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora