Me desperté con mi propio ronquido. Respingué y sentí mi corazón encogerse en mi pecho al notar la claridad de la mañana, y no la oscuridad de la madrugada.
—Buenos días —escuché a Karmel decir mientras abría la puerta—. ¿Hoy estás libre verdad?
Negué lentamente, angustiado. Ella se sorprendió y simplemente se rio.
—Pensé en despertarte, pero estabas como muerto —dijo sentándose en la cama—. Ten, pantuflas.
Abatido, suspiré y me froté los ojos. Salí de la cama y le recibí las pantuflas a Karmel.
—Mmm —hizo una mueca—. Llama de inmediato al colegio —dijo y yo asentí.
Llamé al colegio, y expliqué mi ausencia por hoy. Tuve que decir una pequeña mentira, para no decir que me quedé dormido. Luego me dirigí al baño para lavarme la cara y los dientes, me puse mis pantalones ya secos y fui a la cocina, donde Karmel estaba cortando una rodaja de limón para echarle a su té.
—¿Café? —me ofreció, yo la miré y asentí, dudando en donde sentarme. Terminé eligiendo el puesto al lado de ella, que está en el extremo derecho.
Arremangué las mangas del polerón y froté mis muslos con mis manos. Karmel se sentó y me sirvió café en un tazón rojo.
—¿Cómo son tus horarios?
—En la enfermería del colegio de ocho a tres, a veces un poco más tarde. Mis clases son en la tarde, de cuatro... —dije y le di un sorbo al café—... hasta las ocho cuarenta y cinco... O hasta las nueve simplemente —terminé por suspirar, calculando más o menos las horas.
—Uf, todo el día —comentó Karmel haciendo una mueca. Yo asentí levantando las cejas y apretando mis labios.
—Sí... Ya no me queda nada para iniciar la práctica en el hospital otra vez.
—¿Estudias enfermería? —yo le respondí con un asentimiento—. ¿Y en qué año?
—Segundo —dije, y le di un mordisco al pan.
—Es muy ajetreado... ¿Pero y en qué momento comes? ¿Tienes horas de colación verdad? —preguntó Karmel alcanzándome el azúcar que le había pedido.
—Sí, es un poco pesado..., pero uno se acostumbra y crea el hábito —dije—. Tengo una amiga que está desde las ocho hasta las nueve en la clínica solo haciendo la práctica, le tocó con niños —dije, evadiendo sus otras preguntas.
—¿Y a ti te designan también en un área o puedes elegir por ti mismo?
—Eso es lo que estoy viendo ahora, para más adelante —dije y ella asintió. Di otro rápido mordisco al pan—. Me interesa y gusta más que nada la especialización en adultos mayores, o cuidados paliativos.
Seguimos comiendo y conversando. Karmel tiene su trabajo aquí en casa, un emprendimiento: comidas, colaciones, repostería. Y me explicó que lo realmente bueno es cuando la contratan para algún banquete, aunque siempre la tienen como última opción.
Karmel terminó de beber su té, y noté como se preparaba para decirme algo. Alisó su bata rosa y pareció ordenar sus pensamientos.
—West, tenemos que conversar algunas cosas.
—Sí... —balbuceé un tanto atontado, mirando las migas de pan que dejé en el plato—. Sí —confirmé firme, subiendo la vista, atento.
—Puedes explicarme —dijo Karmel mirándome a los ojos, poniendo sus manos entrelazadas encima de la mesa—, ¿cómo es que un joven como tú llegó a parar a la calle anoche?
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Sigue el camino de las hormigas
Teen FictionWest estudia enfermería y trabaja, pero a un costo que es preferible abstenerse de explicar. Es buena persona, pero su apariencia similar a la de un reo no es de mucha ayuda. La persona que más amaba murió. Y no sabe del paradero de su hermana hace...