15 "Romina... y un medio"

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No han sido buenos días para mi calidad de sueño. Últimamente me he quedado hasta la madrugada estudiando, por lo que he debido idear estrategias para no meter ruido en la noche, cosa que en el apartamento no me era problema. Mañana se cumplen dos meses desde que estoy en el "Hostal Hassan". Sí, ese nombre árabe (por lo que me explicó Noni), ya figura en letras grandes y cursivas en un gran cartel afuera en el patio de entrada. Debajo tiene dos números de teléfono para reservar una estadía, y el nombre de la página que creamos junto a Noni.

La remodelación del hostal llevó menos tiempo del esperado. Don Aníbal trabajó como loco arreglando el primer piso, claro que contrataron a maestros para hacer el trabajo de arreglar cañerías y habilitar los baños que echaban raíces en cada habitación, pero digamos que fue ochenta por ciento puro trabajo de Aníbal. Fumigación, puertas nuevas, reparación de closets, ropa de cama y toallas nuevas, cortinas nuevas... En fin, ¡qué no compraron e hicieron! Un día llegué bastante tarde, y dudé si había entrado a la misma gran casa que desde afuera parece abandonada, que siempre solo tiene las luces del segundo piso activas.

El piso quedó completamente alfombrado, la recepción está justo en medio a un par de metros de la entrada, consta de un escritorio negro grande y un mueble parecido a una cabina, que guarda las llaves de las habitaciones. En total son veinte, diez a la derecha y diez a la izquierda, más una pequeña cocina que hasta el momento ningún residente a ocupado. Todos piden comida de afuera, cosa que no ha ayudado mucho a Karmel.

Fue en el momento cuando vi todo terminado que comprendí la envergadura de la casa, y lo realmente deteriorado que estaba el primer piso. Hay como una pequeña sala de espera detrás de la recepción, ambas zonas son iluminados por un gran ventanal que da vista al patio, y a parte de la huerta de Noni. Hay un sillón de gamuza color índigo, Noni decoró con algunas plantas y Karmel colgó algunos de sus más bellos telares.

Rey se ha convertido en una celebridad, siempre está muy bien sentado al lado de la recepción recibiendo a las personas, con los que es muy cariñoso. Claro que cuando me ve llegar a mí, se sobrexcita y salta como loco, sabiendo que en cuanto termine de cenar saldremos a pasear junto a Noni y Joni, que pasean a Domi. Rey y la perrita se están llevando mejor.

Hasta el momento, son más o menos tres las reservaciones que se hacen por semana. Y una larga que se mantiene, la mía. Seguir estando en el segundo piso, compartiendo casi todos los días la cena con Anibal, Karmel, Joni y Noni me hace sentir parte de la familia. Una especie de favoritismo que no debo presumir a nadie, pero que está ahí.

Me reí con mis pensamientos, y en ese momento la inspectora del primer piso tocó la puerta de la enfermería, que estaba abierta. Levanté la vista de mi laptop y asentí.

—¿Sí?

—Hay una chica que te está buscando —dijo, y yo me paré rápidamente para buscar mi mochila.

—¡Oh! —reaccioné, y de inmediato deduje que Anne se debió haber dado cuenta de que aún tenía su carpeta—. Dígale que pasé por favor, gracias —le dije a la inspectora y ella me guiñó el ojo. Con ella he conversado muchas veces. Siempre me regala cafés instantáneos, dice que se los roba de la máquina expreso en la oficina del director.

—Por aquí... —sentí como le indicó la inspectora a Anne. Saqué la carpeta de la mochila y giré.

—Estaba atento a que vinieras... —sonreí..., pero no terminé la frase. Mi sonrisa cedió. Y todo el aire se me cortó.

Romina tragó saliva y temblorosa hizo un asentimiento con la cabeza.

—Hola West —me saludó secamente, seria pero muy nerviosa, con los ojos claramente llorosos. Separé los labios y tenso, tragué el nudo en mi garganta intentando mantener la calma, por imposible que fuera.

Sigue el camino de las hormigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora