30 "La colonia"

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Las colonias de las hormigas se componen de la siguiente manera: en el puesto más alto de la sociedad está la reina, siguen las soldado y finalmente las obreras.

Pero hay un tipo de hormiga que siempre se nos olvida: la exploradora. Quien a veces se desvía del camino o busca voluntariamente otro. Quien encuentra un grano de azúcar y llama y guía a sus hermanas hasta el origen de este.

Por eso se dice que es importante identificarla. Y aplastarla. Para que no comunique nada y así en tu cocina no se forme en pocos minutos un ejército que arrasa con las mermeladas.

—¡Lárgate de mi casa! ¡Bastardo! ¡Lárgate! —me espetó Aníbal.

Alcancé a retroceder, saliendo de la cocina de huéspedes. Hace un rato había querido conversar otra vez con él, así que había bajado y buscado para remediar las cosas. Pero no pude decir nada antes de que él se volteara hecho una furia hacia mí.

—No quiero conversar nada más contigo. No te quiero ver nunca más en mi vida desgraciado... ¡Desgraciado! —Me aventó una panera de madera.

—¡Aníbal basta! —interfirió Karmel, muy enojada—. ¿Qué te está pasando? Mírate como estás por Dios... Ya está todo dicho, todo se habló, todo se acordó. Ahora basta —agarró la panera y la puso con firmeza en la mesa—. No dejaré que te aproveches de que los niños no están para que reacciones así otra vez. No dejaré que les de estas enseñanzas, no. No esta violencia —lo miró desafiante.

Aníbal bufó y meneó la cabeza. Me volví hacia la sala de estar y vi a Romina, con el ceño fruncido, manteniendo su cardigán color beige cerrado mientras se cruzaba de brazos.

—¿Se puede saber qué está pasando? —se dirigió hacia los tres, mirándonos intrigada y muy molesta—. Desde acá sentía los gritos allá arriba.

Me acerqué, sin el valor de mirarla. Ella tomó mi cabeza y la giró para ver el moratón que cubría mi pómulo derecho. Volteó a ver a Aníbal con furia.

—Don Aníbal, ¿me puede explicar?

Nadie respondió. Porque Aníbal y Karmel estaban esperando a que yo respondiera. Karmel justamente, porque ese era mi deber. Aníbal probablemente con malicia, para que me avergonzara frente a mi hermana. Pero yo no podía hablar.

Aníbal me había golpeado en cuanto habían llegado de la cita con la psicóloga de Joni. Yo y Noni nos encontrábamos en la mesa del comedor, le había estado ayudando toda la mañana a estudiar química. La puerta se abrió, entró Joni llorando y una Karmel angustiada. Aníbal me vio y se abalanzó sobre mí. Todo pasó tan rápido que no fue hasta que escuché retumbar por tercera vez el grito que dio Karmel que realicé que me encontraba en el suelo.

—¡¿PAPÁ QUÉ TE PASA?! —sentí después chillar a Noni.

Cuando por fin pude enfocar la vista debido al mareo que me había producido el golpe lo vi frente a Aníbal, con las manos hechas puño frente a su rostro. Puños que no llegaban a tocarlo puesto que su padre lo tenía agarrado de las muñecas.

Aníbal lo hizo a un lado para irse otra vez contra mí, pero por suerte Karmel sí pudo reducirlo, poniéndolo contra la pared y gritándole que se calmara.

Noni se acercó consternado hacia mí y me ayudó a pararme. Pasó una mano por mi espalda y yo apoyé la mía en su brazo rodeando sus hombros. Todo por inercia. Quedando abrazados.

Sentimos la mirada asesina de Aníbal. La tensión de sus dientes apretados, la vena latiéndole en el cuello, los ojos llenándosele de sal.

—Cómo fui tan estúpido... Por qué soy tan estúpido —susurró entre dientes—. Mira... Mira como se le acerca, como lo toca... —dijo dirigiéndose hacia Karmel, pero sin quitar la vista de nosotros.

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