Cuando desperté al día siguiente no abrí los ojos inmediatamente. Mis párpados pesaban, sentía algo suave en mi abdomen, mi cuello levemente sudado y oía el tic tac de un reloj. También el trinar de un gorrión, los árboles meciéndose y las flores abriéndose. «¿Es posible que me sienta cómodo? ¿Que no sienta que me trituraron los huesos?», pensé atontado, y comprendí que durante mucho tiempo había estado embutido en un estado de anhedonia impresionante.
Decidí abrir los ojos, que cerré con rapidez por la fuerte luz en la habitación. Cuando ya me acostumbré a la claridad de la mañana dirigí mi vista a la ventana, cubierta por una larga tela translucida blanca que Karmel dejó como visillo. Deduje por el profundo silencio y por el potente sol que no da calor, que probablemente sea temprano tipo ocho. Mi cerebro está acostumbrado a los horarios, por eso despierto temprano, de hecho, esto es muy tarde para otros días. Supe que debía atender a Rey, así que me deslicé fuera de las sábanas. Al verme sin la polera abrí los ojos con impresión. La busqué rápidamente y me la puse. Seguramente adormilado y demasiado acalorado me la saqué sin pensarlo anoche. Pasé al baño, me lavé los dientes y fui al comedor, completamente vacío, el tic tac provenía de un reloj de madera arriba de la alacena. Como lo suponía, eran más o menos las ocho. Me serví un vaso con agua y apoyé en la ventana, corrí la cortina de cuadritos verdes y miré hacia el patio. Vi a Rey durmiendo en el pasto de espaldas, cosa que me hizo sonreír. Y a unos pocos metros, entre un pasto más largo que el demás, a Noni agachado cortando malezas. Traía unos guantes beige, un overol azul marino con unas líneas blancas reflectantes en cada extremidad, grande para su talla, y abierto. Debajo llevaba una polera blanca. Estaba muy despeinado, con los pelos electrificados. Lo quedé mirando y fruncí el ceño, la verdad me sorprendió e intrigó la escena: un adolescente de diecisiete jardineando tan temprano un día domingo. Estaba muy concentrado y se le notaba apurado, pero no parecía dar señales de querer volver a la cama.
Se paró y fue meterse al "cuarto misterioso", entrando por esa puerta blanca con un vidrio pequeño y opaco. Llevaba consigo unas grandes tijeras bajo el brazo y una caja llena de malezas.
Tomé la comida y los cuencos de Rey rápidamente, bajé al primer piso y salí por la puerta trasera. Rey despertó y corrió donde mí. Le abracé y le di mimos, luego lo alimenté y di de beber. Mientras acariciaba a Rey, mi curiosidad aumentaba, y no pude resistirme. Me dirigí al cuarto. Abrí la puerta, que se encontraba semi junta, y abrí los ojos ampliamente al entrar. Había plantas. Demasiadas plantas.
Al menos unas treinta suculentas de todos tamaños y formas adornaban unas largas y anchas repisas pegadas en la pared izquierda. Del otro lado, destacaban una hilera de plantas altas de hojas redondas y grandes. Había pequeños maceteros esparcidos por el piso. Se veía que no tenían espacio donde estar. Plantas colgantes, algunas flores, cactus circulares grandes y otros pequeños, como de decoración. Me quedé mirando una simpática y vieja cajonera de madera pegada a la pared derecha, donde desde los cajones (todos abiertos) albergaban unas especies de sauces diminutos. No sabía el nombre de esa planta, pero a eso se asemejaba. Arriba de ese mismo mueble había más cactus. Al medio del cuarto, apelotonadas había muchos tipos de especies. Distinguí un gran romero, albaca, tomillo y una preciosa planta de poleo que me hizo revivir los mates que compartíamos con Mariely después de almorzar. Al fondo del cuarto, había un gran ventanal que abarcaba toda la pared. Daba al último pedacito de patio. Donde se encontraban más plantas y algunos arbustos. De cuclillas frente a ese ventanal, se encontraba Noni trasplantado un filodendro. Dejé que terminara de ponerlo en el nuevo macetero, ya que estaba muy concentrado, y después me acerqué lentamente.
—Hola —dije cuando estuve más o menos a dos metros. Él se sobresaltó y giró rápidamente. Se paró, y cuando me miró abrió los ojos ampliamente.
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Sigue el camino de las hormigas
Genç KurguWest estudia enfermería y trabaja, pero a un costo que es preferible abstenerse de explicar. Es buena persona, pero su apariencia similar a la de un reo no es de mucha ayuda. La persona que más amaba murió. Y no sabe del paradero de su hermana hace...