Ensayando el Desenlace

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Los chicos iban en un ferri camino a la Isla Dingo, donde se disputaba la semifinal entre Chile y Bélgica. No querían perderse el partido, y como comenzaba justo al terminar el suyo, se habían lanzado a la carrera contrarreloj. Habrían seguido el encuentro en la televisión del navío, si no fuera por qué estaba averiada.

Iggie, Rex y Arion eran los más entusiasmados. Iggie y Arion apoyaban a los chilenos, enfocados en Matías y Joaquín, mientras que Rex animaba a Carlson Peeters, el portero belga que formaba parte de su banda.

En el trayecto, Biel pensaba en sus últimos momentos con Izan en la Isla Toro. Su amigo de la infancia le había dicho que aún no podía perdonarlo, que sentía su partida a Japón como una traición. Aun así, le había deseado suerte en la final, prometiéndole que lo apoyaría. Pero aquello no había consolado a Biel, «¿Porqué soy así de desgraciado? Todos mis compañeros han resuelto sus problemas en el campo, como Cronus con Pietro, Sol con José, incluso Riccardo con Bay... pero yo, no...»

Biel recordó su pasado en España y cómo Izan lo había defendido de los ataques de Cristian y otros chicos. Si no hubiera sido por él, probablemente no estaría jugando al fútbol. Pero ahora, sentía que Izan casi lo odiaba. El defensa español había intentado reconfortarse a sí mismo borrando de sus recuerdos a Izan, otorgándose la valentía de esos momentos, pero el autoengaño no servía de nada.

Sus pensamientos lo llevaron a la creación de la Devastación Dual, su primera supertécnica real, desarrollada junto a Izan. Gracias a esa técnica combinada, pasó de jugar solo minutos en partidos menores a ser una pieza fundamental de su equipo. Le había dolido ver que Cristian y él habían desarrollado una copia para usarla en mundial, aunque le reconfortaba saber que no era tan poderosa como la original.

El ferri se detuvo, habían llegado a su destino. El partido estaba ya en su última media hora, así que los chicos bajaron corriendo del barco y subieron al autobús que les esperaba. Travis ya había avisado de que llegarían, y querían estar en el campo cuanto antes. El vehículo fue rápido; la carretera despejada permitió acelerar y llegaron en apenas diez minutos.

Arion fue el más rápido en adentrarse al estadio, corriendo directo a las gradas. Al llegar, se sorprendió: Bélgica ganaba tres a cero, y los jugadores chilenos parecían agotados. Aunque no estaban caídos, se les veía extenuados, mientras los belgas mantenían una buena forma.

Bajo el marcador, las estadísticas mostraban que Bélgica tenía un ochenta por ciento de posesión, con cinco tiros a puerta, y que los goles habían sido marcados por Elías Jansen y Liam Jacobs.

Arion vio la siguiente jugad. Liam hacía gestos, señalando a los espacios a sus espaldas, lo que permitió a su equipo recuperar uno de los pocos balones que tenían Los Pumas Rojos. Liam Jacobs echó a correr y organizó al equipo, aunque parecía innecesario; cada jugador parecía conocer de antemano el siguiente paso, como si el campo les susurrara al oído.

Un jugador llamado Louis manejó el balón, regateó a dos rivales y lo pasó a un defensa que se había sumado al ataque. Este chico, llamado Elliot, también esquivó a un contrario con facilidad y se la cedió a Jakob, un delantero que, de un taconazo, dejó el balón a Liam, justo frente a Joaquín.

«Contra Joaquín no podrá», se convenció Arion «es el mejor defensa del torneo».

Pero Liam avanzó, su cuerpo se volvió azulado y semitransparente. «Espera ¿Qué?». 

Joaquín utilizó "La Presa", pero Liam atravesó la supertécnica como un fantasma y quedó cara a cara con el portero. «¿Eso ha sido el "Paso Espectral"? ¿Cómo puede ser?».

Liam lanzó su brazo hacia un lado con un movimiento amplio y decidido, como quien parte el cielo en dos. Su mano comenzó a irradiar un resplandor amarillo, arcos eléctricos danzaban a su alrededor como serpientes de luz. Con una caricia, canalizó esa potencia hacia su pierna, sintiendo cómo vibraba con poder. Giró sobre su eje con agilidad y, con la punta de su pie, empaló el balón. Una jabalina de pura electricidad salió de su tiro, atravesó el balón y lo condujo hasta la portería, cortando el mismísimo aire.

Inazuma Eleven Go: ¡Mundial, allá vamos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora