La Petición de Travis

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Se comenzó a escuchar un estruendo en las puertas de las habitaciones. unas voces femeninas no paraban de llamar mientras gritaban a pleno pulmón las palabras de «A levantarse». El sonido era más molesto que cualquier despertador, pero también era más efectivo que uno, ya que no se podía parar.

A Iggie le costó unos minutos despertarse, siempre le costaba, pero fue imposible no levantarse con el alboroto que hacían las gerentes. Se vistió, se puso su bufanda y salió de la habitación, aunque había tardado parecía que era de los primeros en levantarse. Fuera estaban Rex, Bay y extrañamente Arion, el cual fue un objetivo de bromas acerca de lo raro que era que fuese de los primeros en despertarse.

Iggie no esperó que estuvieran todos levantados y se fue directo hacia el comedor, pero el segundo entrenador Jude no le dejó entrar alegando que no tenía el pase. «¿Qué pase?» pensó en sus adentros, se guardó sus quejas y se sentó en un banco de madera que había en lo que él llamaba la sala de estar. El lugar se encontraba provisto de la televisión, unos dos sofás individuales, dos bancos donde debían caber unas seis personas en cada uno y una mesa acompañada de seis sillas a lo largo y otras dos en cada punta.

Esperó durante unos quince minutos hasta que bajaron todos entonces se acercó Rosie y le tendió un papel.

—Aquí tienes que te has ido sin que te lo hayamos podido dar. —Iggie se quedó mirando el papel intentando entender para que le daban eso—. Es un pase para el desayuno, si no lo tienes no vas a poder comer, habrá uno para cada comida del día.

—Ah.

—Al entrenador le gustaría vigilar vuestras dietas. Ha dicho que podéis quejaros a él y lo quitará, pero también os quiere recordar que todo lo hace por el bien del equipo.

Iggie no se quejó, le dio las gracias a la chica y aceptó el ticket. Se fue donde estaba Jude, le enseñó el papel y esta vez si le dejó pasar, para desayunar podía elegir entre tres opciones: el desayuno dulce, el salado o el desayuno especial. Todos los desayunos incluían un bol de leche acompañado con otro bol de cereales de trigo y al lado un sobre de cacao en polvo cero azucar. El salado contenía un par de bocadillos acompañados con diferentes embutidos a elegir (Queso, jamón dulce, otro embutido llamado fuet etc.). Dulce incluía unas tortitas recubiertas con miel o como segunda opción tostadas con diferentes tipos de mermelada y el especial tenía una especie de pan redondo con un huevo con la yema explotada encima (en la información del desayuno ponía que el plato se llama Huevos Benedictinos). 

El chico escogió el desayuno dulce, unas tostadas a las que la acompaño con mermelada de naranja amarga. En la leche añadió el cacao y se fue a una mesa a comer el plato mínimamente personalizado. Se sentaron junto a él, Biel que llevaba un el plato de tortitas, Njord que llevaba otro desayuno dulce parecido al de Iggie y Victor que llevaba el salado.

Iggie y Biel permanecieron en silencio mientras Njord y Victor hablaban. Iggie no tenía nada interesante de qué hablar y Biel parecía no saber nunca si decir algo o permanecer callado, así que a lo que se dedicaron fue a escuchar. Hablaban de lo típico: el mundial, Turquía, el entrenamiento, en resumen hablaban de fútbol. Pero en un momento Victor giró la cara para mirarle y le señaló el cuello mientras decía:

—Iggie ¿Por qué llevas la bufanda siempre? Es verano, hace mucha calor como para llevar eso puesto.

—Bueno... la verdad es que la considero mi amuleto de la suerte. Mis padres me la regalaron durante el mundial de Shawn y Mark. Aunque no lo parezca, tiene más de diez años, pero la cuido muy bien. —Iggie acarició con delicadeza la suave tela, sintiendo la suavidad de haber sido lavada una y otra vez a conciencia, como acariciar a un cachorro de pocos meses. Era un vínculo tangible con su pasado futbolístico y un recordatorio constante de su pasión por el deporte—. Pues eso, que me la regalaron justo antes de la final contra Costail. Me dijeron que la bufanda le daría fuerzas a Inazuma Japón para ganar. Yo por aquella época tenía solo cuatro años y me lo creía todo y como terminamos ganando el partido pues le di mucha importancia a mi bufanda. A partir de ese día la llevo a todas partes.

Inazuma Eleven Go: ¡Mundial, allá vamos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora