Inazuma Eleven Go: ¡Mundial, allá vamos!

Un Desafío Más

El campo se convirtió en un torbellino de celebraciones. Los jugadores japoneses saltaban, reían, y se abrazaban de mil maneras distintas. Los que habían estado en el banquillo irrumpieron en la cancha como una marea imparable, gritando y agitando los brazos. Alessandro, lleno de energía, se subió a la portería y levantó los brazos, incitando a la hinchada japonesa a gritar aún más fuerte, desafiando el propio eco del estadio. Harrold y Wanli se encontraron en un abrazo fuerte, casi aplastante, y Faythe se lanzó literalmente sobre ellos, envolviéndolos en una ráfaga de risas y euforia. Preston, con los ojos abiertos de par en par, se pellizcaba el brazo una y otra vez, intentando despertar de un sueño inexistente, mientras Iggie se tumbaba sobre el césped con los brazos extendidos, sonriendo al cielo y a la luna que se asomaba entre las luces del estadio. Rex, Riccardo, y Cronus, enlazados por los hombros, corrieron juntos hacia la grada, sus rostros iluminados por sonrisas de triunfo. 

Chester Horse, desbordado por la emoción, gritaba a través de su micrófono, su voz quebrándose mientras proclamaba: "¡La mayor remontada de la historia del fútbol!"

Victor sintió cómo sus piernas cedían, dejándolo caer sobre el césped. Las lágrimas brotaban sin control de sus ojos. Al sentir la mano de Vlad tendida hacia él, levantó la vista y vio el rostro de su hermano, "Está tan emocionado como yo", pensó al ver que en su cara también se deslizaban lágrimas. Aceptó la mano de Vlad, sintiendo que compartían algo más que la sangre en ese momento.

Arion, en cambio, estaba perdido. Giró varias veces sobre si mismo, como tratando de captar cada detalle de las caras que llenaban el estadio, de cada voz que coreaba su nombre. Habían conseguido lo imposible, lo que pocos soñaban. Habían llevado a su país a la cima, habían revivido el espíritu de la legendaria selección de Mark Evans. No había palabras para describir lo bien que se sentía.

Una mano se posó suavemente sobre su hombro. Arion se volvió y se encontró con Liam Jacobs. Esos ojos, azul y rojo, lo miraron profundamente y parecían decir: "Os lo habéis ganado. Sois los mejores". A pesar de la derrota, Liam mantenía la cabeza alta, su sonrisa intacta, aunque teñida de una ligera sombra de melancolia. «Eres admirable» pensó Sherwind.

—¿Por qué lo has hecho? —preguntó Arion, no era tanto la curiosidad. Era una reclamación—. ¿Por qué le has dicho al árbitro que era gol?

—¿Acaso no lo era? —Liam respondió sin apartar la mirada.

—Sí, pero... ya me entiendes. Si no lo hubieras dicho, aún estaríamos jugando, y probablemente habríais ganado. Sois mejores.

—Puede que cada uno de nosotros juegue con la fuerza de un equipo entero, como dicen. Pero vosotros... jugáis cada uno con la fuerza de una selección entera. Habéis ganado justamente. Ya está.

Las palabras de Liam resonaron en el aire, cargadas de admiración y respeto hacia Japón. La noche se vestía con una mezcla de emociones, la felicidad de la victoria y el orgullo por el esfuerzo entregado junto a la decepción y la humildad que otorga la derrota. Arion asintió con la cabeza hacia Liam, sin poder articular palabra, solo devolviéndole la mirada con una sonrisa, una mezcla de agradecimiento y camaradería. Liam respondió con una inclinación ligera de cabeza y una sonrisa contenida, pero auténtica. Ambos sabían que aquel momento sería recordado más allá del resultado, como uno de esos instantes que hacen del fútbol algo más que un simple juego.

—Sigo sin creerlo. Os he notado mejores en todo el partido, pero hemos ganado. —No era para regodearse, sino un sentimiento genuino.

—Mira, nuestra selección se adapta a cada rival. Cambiamos nuestro juego en cada partido para llevar a los rivales a nuestro terreno. Vosotros, en cambio, evolucionáis constantemente en cada encuentro. Eso os hace impredecibles, y en cierto modo... mejores. Bien jugado.