Hechos importantes en la vida de Atenea y Sirius (Parte 1)

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Julio 2005

La vida después de la guerra parecía ir color de rosa para Sirius, hasta que cayó en sus instintos más bajos con la joven de ojos negros. Y por más que quería culpar al destino o a la misma Atenea, sabía que todo había sido culpa de él. De él y sus recuerdos por Bellatrix.

Sirius mentiría si dijera que volvería a hacer todo tal cual lo había hecho hasta el momento. Él cambiaría todo, siquiera por tener a Hermione a la distancia. La castaña de ojos marrones se había instalado en lo más profundo de su ser. Y aquel dolor que se había instalado en su pecho hace ya cinco años no había desaparecido.

Ni los negocios, ni los amigos, ni el quidditch, y mucho menos las mujeres con las que había intentado olvidarla habían dado resultado. Agradecía seguir contando con la amistad de Harry y Pansy Potter. Él hubiese comprendido si su ahijado se hubiese alejado de él. Finalmente era el culpable de que la mujer que él consideraba su hermana hubiese huido y desaparecido.

Jugueteó nuevamente con el frasco que su madre había preparado hace tantos años atrás, siempre se preguntaba si tendría éxito de comprobar que aquella poción podía arrebatarle la vida. No lo dudaba, su madre había sido una excelente pocionista. No creo que sea algo que Hermione quisiera que hiciera. Se dijo por centésima vez, y la dejó en el fondo de su escritorio.

Tomó la fotografía que estaba en su escritorio. Ella se veía tan feliz, acababa de graduarse y quería cumplir con sus sueños de medimaga. Él deseaba que ella estuviese logrando todo lo que un día se había propuesto. Esperaba que estuviera realizando todos los sueños que compartían. Una punzada de dolor se volvió a intensificar en su pecho. Como la extrañaba. Esperaba que hubiese encontrado a alguien que la hiciera feliz, aunque en el fondo, egoístamente esperaba que ella aguardara por él. Que le hubiese perdonado y que regresara a sus brazos.

Sirius Black seguía siendo el maldito egoísta de siempre. Muy en el fondo deseaba que ella no le hubiese olvidado, que le recordara cada día. Lo que Sirius no sabía era que eso era exactamente lo que sucedía en el continente europeo. Hermione le recordaba, pero no de la manera que él esperaba. Ni siquiera podía imaginarse la manera en la que él estaba presente día a día en la vida de la joven Nott.

Decidido encendió aquel cigarrillo. Una muy mala costumbre que tenia de joven, en la otra vida y en esta. Iría una vez más a casa de los Nott, sabía que Theo no se encontraba en el país así podría evitar un enfrentamiento con el ex Slytherin. La última vez no había resultado bien su encuentro en la mansión Nott. Theo y él terminaron olvidando que eran magos y llegaron a los golpes. Juraba que Theo tenía ganas acumuladas de hacer aquello. De eso hacia un año.

Seguía informándose de los pasos de los Nott. Narcisa aun le visitaba y le comentaba a veces cosas que para él no tenían sentido, si no involucraban a la castaña de ojos marrones. Apagó el cigarrillo, salió de la casa y se desapareció a las afueras de la mansión Nott.

Atravesó aquel portón, que hizo un ruido desagradable. Se arregló la túnica y tocó el timbre. Una elfa con un lindo vestido rosa. Esa elfa era libre, como todos los elfos que trabajaban en la mansión Nott. Recordaba a tientas la conversación que Hermione sostuvo con su madre antes de aquel fatídico día. Los elfos de los Nott habían sido liberados, aun vivían en uno de los pisos de la mansión y recibían una remuneración por sus servicios. No aceptaron más de cinco galeones al mes, le había dicho la castaña con el ceño fruncido. Él le explicó que era difícil para los elfos aceptar esas condiciones. Habían nacido en esclavitud y probablemente creían que morirían en ella.

-Buenos días, señor Black- la voz chillona de Elsi le sacó de sus pensamientos.

-Buenos días Elsi- dijo el pelinegro asintiendo- ¿está Emily?

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