FLANAGAN
Mis manos sudaban y estaba constantemente frotando mis palmas contra la tela de mis pantalones para intentar quitarme el sudor, pero era imposible. Ya me sentía como un puerco intentando hacer ejercicio y solo estaba sentado en el asiento trasero del auto mientras papá conducía.
Vale, estaba un poco paranoico, y puede que estuviera siendo algo dramático también, pero no podía evitarlo. Mamá era actriz, lo cual hacía que tuviera cierto toque de dramatismo en mis venas.
El auto aparcó frente a la escuela y me quité los auriculares rápidamente.
—¿Ya llegamos? —pregunté con decepción al asomar la cabeza por la ventana.
—Sí, bájate rápido que tengo que ir al trabajo.
—Vale...
No quería salir, pero tampoco podía hacer otra cosa.
Abrí la puerta justo al momento en que una camioneta se estacionaba estrepitosamente delante de nosotros. Una chica salió de ella, azotando la puerta con fuerza tras su paso. Cuando la reconocí no hice más que meter mi piernita de vuelta en el auto, cerrar la puerta y hundirme entre mis hombros. La cámara que colgaba sobre mi pecho se hundió conmigo y la abracé mientras observaba la escena que se creaba en el exterior.
—¡YA TE HE DICHO QUE NO AZOTES LA PUERTA, FERN!
Observé a la pelinegra ignorar cualquier grito que la mujer dentro del vehículo soltaba y caminar hasta la entrada del instituto con paso firme.
Fern tenía dos formas usuales de presentarse. A veces se vestía tan reveladoramente como quería y podía, mientras que otras veces simplemente parecía que quería parecer vagabundo. Esta vez era una combinación de ambas. Llevaba una camiseta ancha, como las que siempre solía usar, unos shorts con unas medias de red debajo, una chamarra que le cubría hasta debajo de los muslos —yo ni siquiera debería fijarme en esto—, esas botas tan ostentosas que la caracterizaban y unos oscuros lentes de sol que no me dejaban saber a dónde estaba mirando.
La observé entrar en la escuela y solo entonces pude respirar correctamente.
¿Era normal ser tan asustadizo?
Flanagan, nada en ti es normal...
Cierto.
—¿Vas a salir ya?
La fastidiada voz de papá llamó mi atención y me incorporé con rapidez en el asiento. Me miraba a través del espejo retrovisor interior con las cejas alzadas y movía con exasperación sus dedos sobre el volante.
—Lo siento.
Le sonreí a su reflejo, pero solo me dio una mirada de «sal del auto ahora mismo». A papá no le gustaba llevarnos al instituto, probablemente en un futuro me vería obligado a tomar el autobús escolar. Realmente prefería pasar un trayecto de treinta minutos en el autobús que estar quince dentro del auto con papá mirando todo como si lo odiara.
ESTÁS LEYENDO
¿Y si somos Romeo y Julieta? ✔️ [Completa]
RomanceLos apellidos McCann y Rousseau no combinaban. Nunca lo hicieron. Al igual que Capuleto y Montesco. Él no tenía en sus planes compartir asiento con la persona a quien más le temía y tenía ordenes estrictas de alejarse. Ella, por otro lado, era de e...