D I E C I O C H O

83 14 16
                                    

FLANAGAN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

FLANAGAN

Confusión, eso era lo que definía mi vida los últimos meses.

Era un sube y baja de vómitos verbales, emociones contradictorias, sucesos sin explicación y un «no quiero ir a casa» constantes.

Y después de hablar con Traly todo se había puesto aún más confuso. Me besó, huí, intenté preguntarle qué pasaba, huyó, y luego, por azares del destino que gustaba de ponerme en situaciones en las que escuchaba conversaciones que no debía, se vio obligada a contármelo. Lo cual era horrible, pues no quería obligarla a nada.

Ella no estaba enamorada de mí, nunca lo estuvo. Me hubiese sentido ofendido si... Bueno, si tuviera un poquito de ego en mi ser.

Lo sorprendente de todo no era que le gustasen las chicas sino que, de alguna forma, me había usado para darse cuenta. Y quería, de verdad quería molestarme por ello, pero más que eso, solo estaba un tanto herido, porque creía conocer a alguien en esta ciudad y, al final, nunca lo hice.

¿Cuántas veces me había manipulado para no acercarme a Ferny? Todo solo por... ¿Por qué? ¿Celos? ¿Aún gustaba de Ferny? ¿O de verdad quería protegerme?

Curioso, pues de los dos, sentía que la más herida había sido ella, no yo.

Y ahora no sabía qué hacer para arreglarlo. Con ninguna de las dos. Traly quería su espacio, y estaba dispuesto a darle todo el que necesitara. Ferny... Ferny era un laberinto confuso en el que no podías resistirte a entrar y descifrar.

Sentado frente a la mesa de arte, escuchaba a Cara y Leonid pelear entre ellas por cualquier cosa, mi mente se consumía en recuerdos, plasmados en las fotografías dentro de mi cámara.

Todas en esa carpeta pertenecían a una persona en específico: Ferny. Ella caminando por los pasillos, dormida en su asiento junto a la ventana, acostada en clase de gimnasia bajo las gradas, colocándose las botas, actuando sobre el escenario. De hecho, tenía un montón de fotos de Fern en los ensayos de la obra, las cuales tomaba a propósito, sabiendo que estaría distraída.

Si cualquier persona viera esto, creería que estoy obsesionado con ella.

Y, pensándolo bien, quizás no se equivoquen.

¿A quién quiero engañar? Ojalá fuera solo una obsesión y nada más. En cambio, estaba cada vez más seguro de que esto no era tan simple o... tan turbio.

—¿Qué haces?

Di salto sobre mi asiento mientras Alaia jalaba un banco hasta mi lado y encendía la computadora que Leonid le había prestado para hacer los afiches de la obra de la señorita Fergus.

Alaia no era nada buena en las manualidades, pero sí en la imagen. Aunque no aplicara nada de eso en su vida cotidiana, ni para vestirse, era muy buena con los colores.

¿Y si somos Romeo y Julieta? ✔️ [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora