T R E C E

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FERN

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FERN

Un codazo en las costillas me hizo abrir los ojos, desorientada.

Me bajé los lentes de sol y volteé a mi lado. Alaia señaló con la cabeza hacia el frente. Miré en la misma dirección y descubrí a la señorita Fergus observándome con las cejas alzadas. Bajé los pies de la silla frente a mí, donde Carter me observaba ceñudo.

—¿Qué? —cuestioné, esperando que me dijera la razón de que todos me observaran.

La profesora de teatro rodó los ojos y me golpeó con un par de hojas enrolladas que llevaba en la mano.

—Que les digas porqué nunca habíamos hecho una obra de teatro.

Miré a Alaia, pero ella solo se encogió de hombros. Estábamos todos en el teatro, sentados en las butacas escuchando el eterno discurso de la señorita Fergus. Bueno, yo estaba durmiendo y ellos escuchaban.

¿Qué me había preguntado? Ah, sí, la obra.

Me encogí hombros y volví a ponerme las gafas de sol.

—Porque a nadie le gusta el teatro.

Me dio otro golpe con las hojas y escuché unas risitas por detrás de mí. Estaba demasiado adormilada como para decir algo, así que lo dejé pasar.

—¿Quiere dejar de hacer eso? —pedí con molestia mientras me sobaba la cabeza.

Me ignoró, como siempre, y se puso a hablar de nuevo.

—Nunca pudimos hacer una obra por falta de recursos —dijo, y comenzó a moverse entre las butacas, lo cual agradecí—. Resulta que a los alumnos de esta... institución, no les gusta el teatro.

—No es de sorprender. La última obra que vi de este lugar terminó con un chico y su pierna rota, literalmente —comentó Débora mientras daba golpecitos con los dedos en el reposabrazos.

La señorita Fergus le dio con su estúpido bate improvisado para matar moscas en la cabeza y Débora soltó un chillido.

—¡Está despeinándome! —se quejó.

—Eso fue un accidente —advirtió la profesora. Se detuvo al frente y nos miró con una sonrisa siniestra en su rostro—. Pero ¿adivinen qué?

Me desplomé sobre el asiento, sabiendo perfectamente lo que iba a decir.

—¡Ahora tenemos un curso entero que tiene como castigo servirme!

—No somos sus criadas —contradijo la voz de Amy, sentada al lado de su amiga peliteñida.

—No, son mis alumnos, que es aún mejor. Ustedes serán los protagonistas de la próxima obra.

Alaia a mi lado levantó la mano.

—Suéltalo —ordenó la profesora observando a la chica.

—¿Y si no sabemos actuar?

La señorita Fergus se encogió de hombros.

¿Y si somos Romeo y Julieta? ✔️ [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora