Los apellidos McCann y Rousseau no combinaban. Nunca lo hicieron. Al igual que Capuleto y Montesco.
Él no tenía en sus planes compartir asiento con la persona a quien más le temía y tenía ordenes estrictas de alejarse. Ella, por otro lado, era de e...
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FERN
Ignorar a Flanagan durante clases era lo más complicado que hubiese tenido que hacer alguna vez. No paraba de intentar disculparse por algo que ni siquiera necesitaba una disculpa. No me las debía. Porque era verdad, nosotros no éramos nada, aunque quisiese que sí.
Lo bueno de todo era que ahora podía poner una barrera entre nosotros para que nada de que estuviese pasando pudiera avanzar más.
—¿No le impresionan? —pregunté, egocéntrica.
El director Weasley levantó la cabeza de mis exámenes y sonrió.
—No, no lo hacen, sabía que podrías.
Solté un bufido y subí las piernas al escritorio. El director me lanzó una mirada molesta, pero no necesitó hacer nada porque mi madre ya estaba palmeándome las piernas, avergonzada por mi actitud. Terminó empujándolas y luego sonriéndole al director con vergüenza.
Ya estaba entrando en modo citas.
—¿Entonces puede tomarse los días libres? —preguntó ella, por lo que el señor Weasley no tuvo otra opción más que centrar su atención en mi madre.
Creo que prefería que me regañase a mí que verlo coquetear con mamá.
Se encogió de hombros.
—Puede hacerlo, de igual manera, lo necesita —sonrió y dejó su firma sobre el papel que justificaba los días de mi ausencia, luego presionó el sello de la escuela que dejó el escudo marcado sobre el papel y se lo tendió a mamá.
—Gracias —soltó ella con torpeza, dejando salir una risita tonta.
No había nada más humillante que dos adultos coqueteando mientras tú estabas con la misma vida amorosa de un nopal en medio del desierto.
—¿Pueden esperar a que me vaya de aquí para ponerse a coquetear? —exclamé indignada. Ambos me miraron, esperando seguramente que me fuera. Rodé los ojos y me hundí en la silla, fastidiada—. Si mis calificaciones son buenas, ¿puedo dejar de tomar las asesorías?
—¿No te gusta la compañía de Flanagan? —preguntó el director Weasley con un ligero pero notable tono cantarín.
—¿Flanagan? —soltó mamá, confundida. Me erguí con rapidez, maldiciendo internamente. Ella me miró—. ¿No era Parker?
El director abrió la boca, dispuesto a contestar. Las alarmas se encendieron en mi cabeza, pero no me permití entrar en pánico.
Había logrado mantenerlo en secreto durante mucho tiempo como para que se arruinara de un día para el otro. No me servía de nada seguir ocultándolo si él y yo... pues nada, pero aún así, sentía esas ganas de querer seguir viéndolo sin tener encima las quejas de mamá. Quería seguir viéndolo, si eso era lo único que podía obtener de él, podía conformarme.